Cuentos cortos de terror

Muñecos

Era sábado, cuando Sandra se quedó a dormir en casa de su amiga Mía. Todo había ido bien hasta la hora de acostarse. Habían visto películas de miedo, comido palomitas y patatas fritas suficientes para provocarse una indigestión… Todo perfecto, como he dicho, hasta la hora de ir a dormir.

Sandra carecía de sueño, pero, consecuencia de los bostezos de su amiga, acepto la petición de dirigirse a la habitación donde una litera las esperaba. El colchón que se encontraba en lo alto de la escalera vertical estaba destinado a Mía, ya que era su sitio habitual, mientras que Sandra ocuparía él de abajo, frecuentemente empleado por la hermana de su amiga, ausente en aquella noche.

Mientras Sandra trataba de conciliar el sueño, podía distinguir entre la oscuridad el movimiento del colchón de Mía sobre ella. Se preguntaba si estaría despierta, pero, temiendo que fuera así, optó por no investigar y permanecer en silencio entre las sabanas.

Pasaban los minutos y no conseguía dormir, así que, pensando que un cambio de postura daría mayor resultado, se giró dándole la espalda a la pared. Pero no se imaginaba que aquella inocente acción podría desvelarla aún más. Entre las risas que las había acompañado hasta la habitación, había pasado por alto la gran cantidad de muñecos de ojos brillantes que miraban hacia ella.

Resultaban perturbadores. ¿Cómo alguien podría llenar su habitación de tal cantidad de muñecos incapaces de ignorar incluso en la más profunda oscuridad? No podía dormir con tantos ojos expectantes, pero no se sentía cómoda yendo ella misma a quitarlos sin el permiso de su amiga.

―Mía… ―dijo casi susurrando.

No obtuvo respuesta. No quería despertarla, pero se sentía incapaz de dormir en paz frente a tantos objetos antropomorfizados, así que, en busca de conseguir ignorarlos, les dio la espalda y se dispuso a dormirse cuanto antes.

 

El chirrido del colchón que descansaba sobre su cabeza la despertó, haciendo que se girara hacia la escalera por la cual unos pies descalzos asomaban iluminados por la luz que entraba por la ventana.

―Lo siento ―dijo Mía―, no quería despertarte. ¿Has dormido bien? ―Sandra soltó una risita para sí misma.

―Más o menos―dijo adormilada mientras se sentaba al borde de la cama―, pero, la próxima vez que venga aquí, quita todos esos muñecos espeluznantes.

―¿Qué muñecos?



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En el texto hay: relatos, cuentos, terror

Editado: 16.02.2024

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