Dentro del género del terror podemos encontrar muchos subgéneros: paranormal, psicológico, gore… Pero en ocasiones lo que buscamos no es solo un género o subgénero, sino lo que nos hace sentir.
Cuando vemos una película de humor lo que buscamos es reír, cuando vemos una de suspenso buscamos la tensión, cuando vemos una triste buscamos desahogarnos… Y cuando hablamos del terror, que mejor que las que nos hacen sentir que cualquier cosa nos puede pasar.
Para aquellos masoquistas como yo, las películas basadas en hechos reales son de las mejores que podemos encontrar. Dejamos de lado el subgénero al que pertenezca y nos centramos en el simple hecho de: si a esa persona le pudo pasar, ¿por qué a mí no?
Somos conscientes de que cualquier película basada en hechos reales va a estar adornada para dar aún más impresión ―No se trata de un documental―, pero eso no nos priva de sentir aún más real lo que vemos y, por tanto, sentir con más intensidad el sentimiento de terror. Porque lo que más miedo nos da no es solo lo que vemos sabiendo que es irreal, sino aquello que sabemos y sentimos que nos puede suceder ―Si no crees en los espíritus, una película con ellos no te dará tanta impresión como a alguien que sí que cree en ellos―. Al fin y al cabo, lo que nos da más miedo es lo que creemos que puede pasar.
No nos da miedo la oscuridad, nos da miedo lo que pueda haber en ella; no nos dan miedo las arañas, nos da miedo lo que nos puedan hacer. Por eso cuando un niño nos dice que tiene miedo del monstruo de debajo su cama nos parece ridículo: porque nosotros sabemos que no puede haber uno.
Es por eso que me gustan tanto las películas basadas en hechos reales: porque despiertan en nosotros sentimientos que solo tenemos cuando realmente sentimos que algo puede pasar.
Editado: 16.02.2024