Cuentos cortos de terror

La advertencia de mamá

Mi mamá ya me tenía aburrido con la misma cantaleta: “Si vas a salir, ten cuidado.” Pero todas las madres dicen lo mismo, ¿verdad?

Con la diferencia que cuando mi viejecita me prevenía con la mencionada frase, no lo hacía refiriéndose a los maleantes o lacras semejantes que atestan toda sociedad. Ella lo hacía para prevenirme de la “Mujer fantasma”. Era ésta, según mi madre, una silueta blanca que ocasionalmente pasaba frente a nuestra casa, llorando y gritando, como si hubiese perdido algo y fuese en pos de ello.

 ―Ten cuidado con encontrártela ―me amonestaba, ante mi falta de interés en la cuestión―. No sabemos qué busca, ni lo que podría hacerte de encontrarte fuera.

Por supuesto, nunca le hice caso. ¿Una mujer fantasma? ¿Quién cree en esas cosas? Desde luego que yo no.

Hasta que una vez, mientras regresaba de una fiesta, me topé con ella. Mi terror fue tal que me quedé paralizado. Distraído como iba, no me percaté de la presencia del fantasma hasta que lo tuve a no más de diez metros.

Era una mujer vestida de blanco, con el cabello tan desaliñado que se asemejaba a la paja. Los ojos los llevaba anegados en lágrimas, que se secaba con los nudillos cada tanto. De su garganta brotaban ruidos y gemidos de una mujer sumida en la desesperación. Cuando pasó a mi lado, juro que me sentí tan desolado como ella. Cuando por fin se fue, afortunadamente sin reparar en mí, descubrí que yo también estaba llorando.

El miedo que sentí me caló hasta los huesos.

Regresé a casa corriendo y me prometí que jamás iba a reírme de las advertencias de mi madre, por más descabelladas que parecieran. Aquella vez la mujer fantasma no me hizo nada, pero quién sabe lo que podría ocurrir si había un segundo encuentro.




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