Mi perro era blanco como la nieve, de pelo esponjoso y orejas cortas y puntiagudas. De inmediato me pareció que era similar a Fantasma, el lobo de Jon Nieve. Fue por ese parecido que lo nombré Fantasma. Era un perro bromista, juguetón y un tenaz guardián de la casa. Mis amistades se sorprendían del extraño nombre, pero era mi perro, no el de ellos, de modo que no importaba.
Cierto día desapareció. O más bien me atrevo a asegurar que me lo robaron, o lo mataron y tiraron su cuerpo blanquecino en algún basurero. Simplemente me eché a dormir una noche y a la mañana siguiente, cuando fui por él al patio, ya no estaba. Vagamente recuerdo que tuve sueños agitados, y que a lo lejos oía ladridos y gemidos caninos; ahora me doy cuenta de que no fueron sueños, en realidad oía lo que le ocurría a Fantasma.
Lo cierto es que desapareció, y por más que lo busqué no di con él. Puse afiches en tiendas y postes de luz ofreciendo recompensa, pero en vano pasé atento a mi celular; nadie llamó. Hoy es el tercer día desde su desaparición, y sé que no va a volver. En serio que estoy muy triste, no creía que fuera posible sentir tanto apego por una mascota.
Me acuesto a dormir aún acongojado. Como todo, sé que mi pena va a remitir, pero mientras dura, duele como lo que más.
Estoy teniendo algún sueño inquieto, cuando de repente escucho ladridos afuera. Me levanto en vilo, entusiasmado, y sin querer, derramo una lágrima de gratitud. ¡Es Fantasma! ¡Juro que lo es! Reconocería ese ladrido aún en el mismísimo infierno. El perro ladra una y otra vez, como llamándome. Me pongo pantalones con prisa y salgo pitando en su busca.
Estaba cerca de la puerta, al abrirla yo, corre hacia la calle.
―¡Fantasma! ―Le llamo.
Mi perro se vuelve, me ladra, como invitándome y echa a correr por la calle. ¡No! No pienso dejar que se vaya, quiero demasiado a ese perro. Y de inmediato me echó a correr tras él, sin dejar de llamarle por su atípico nombre. Debo parecer un loco, gritando “Fantasma” por todas las calles a mitad de la noche.
De pronto me empiezo a dar cuenta de lo absurdo de la situación, y empiezo a sentir un extraño miedo. Con todo, no dejo de correr. Hasta que Fantasma se detiene, ¡y vaya lugar que ha elegido! ¡El cementerio! ¡Me ha guiado hasta el cementerio! Un escalofrío recorre mi columna. Fantasma ladra otra vez, hace un ruido compungido, menea la cola y se mete por un boquete abierto en el muro que rodea el camposanto. ¡Quiere que le siga! Allí no entro, ni loco.
Me quedo afuera, convencido de que lo mejor que puedo hacer es darme la vuelta y regresar por donde llegué. Caigo en la cuenta de que estoy solo, a mitad de la noche, frente al cementerio, el miedo que siento es indescriptible. ¿Qué se metió a hacer Fantasma allí dentro? Y como si oyera mis pensamientos, Fantasma asoma su rostro por el boquete y gime, casi llorando. Quiere que vaya. Allí dentro hay algo que quiere mostrarme.
Es increíble que lo vaya a hacer, pero tras un momento de lucha interna, decido que quiero ver lo que sea que Fantasma quiere mostrarme. Tres días desaparecido, por algo debe haber sido ¿no? Me agacho y entro gateando por el boquete en el muro.
Hay un muerto a pocos metros del boquete.
Ahogo un grito de miedo, y de pronto tengo la impresión de que todos los muertos del cementerio se van a levantar para torturarme. Pero transcurre un minuto y todo sigue en calma. El muerto frente a mí está inmóvil, Fantasma está sentado sobre sus cuartos traseros junto a él, también inmóvil. Me acerco cauteloso.
―De modo que era esto lo que me querías enseñar ―le digo.
Me pongo en cuclillas para ver mejor al cadáver. ¡Qué mala pinta tiene! Parece llevar varios días en descomposición. Está descarnado, algunos fragmentos de piel se le están cayendo. Le estoy examinando el rostro cuando abre los ojos. ¡Oh, horror! Me pongo de pie para alejarme, pero con sus manos me toma por los tobillos, me apresa, me inmoviliza.
Escucho a Fantasma gruñir. Al principio creo que me va a ayudar. Pero entonces lo miro. La piel cubierta de pelo blanco y esponjoso se le está cayendo, resbala y debajo veo un espectro oscuro, aterrador, sin forma.
Empiezo a gritar. El muerto a mis pies clava los dientes en mis piernas. El espectro que llevaba la piel de mi Fantasma se me echa encima.
Es el principio del fin. Empieza el dolor. Empiezo a gritar.