Cuentos cortos para el café

La fórmula del amor

Ricardito caminaba por un sendero estrecho y casi abandonado. Buscando la casa del señor Pedro Stemberg, quien, según los rumores, había creado la fórmula del amor.

La pequeña casa era de madera, estaba vieja y no había alguna señal de vida. Pero Ricardito, que tenía diez años, entró valientemente esperando encontrar a Stemberg vivo. La puerta hizo un estruendo al abrirse como si de un rayo se tratara y Ricardito juntó la misma con algo de miedo. Al voltearse, vio a un hombre grande con barba blanca, parado a tres metros de distancia y observándolo. El niño reaccionó diciendo un "hola" con un tono casi mudo, y el viejo hizo una mueca vaga con su cabeza en respuesta. 

Después de unos segundos de silencio, el hombre hizo la pregunta más obvia del momento:

—¿Qué quieres niño?

—Yo... yo quiero —tartamudeó—, que diga, ¿usted es Pedro Stemberg, quien descubrió la fórmula del amor?

—Sí, soy yo. Espero no vengas a robármela —dijo riendo en un tono burlón. 

—¡Oiga! —el niño mostró una cara de enfado, pues no quería que lo trataran como a un bicho—. Mire, mi nombre es Ricardito y vengo a comprarle la fórmula, debo enamorar a la chica de mi clase llamada Cristal.

—La fórmula no se vende, lo lamento por tu chica, ahora lárgate.

Al pobre niño se le pusieron los ojos aguados, no estaba acostumbrado a que lo trataran de esa forma. Pero su determinación era más fuerte que el miedo, así que decidió plantarse en ese lugar hasta que el viejo decidiera venderle la pócima. 

Pasaron varias horas en las que Pedro Stemberg se había metido en el sótano de la casa e ignorado al niño. Cuando se hizo de noche y el viejo salió, vio a Ricardito aún ahí, sentado en el mueble y temblando de frío. 

El señor Stemberg se estremeció al ver al niño en ese lugar y, por recompensa a su esfuerzo, decidió premiarlo con lo que pensó que era lo indicado en ese momento. Primero hizo un té caliente y se lo brindó. Cuando ambos estaban relajados en la mesa del comedor, el hombre le dio un consejo:

—Si quieres conquistar a la chica, primero debes ser decidido, la pócima no funcionará si el corazón que la entrega no tiene la valentía necesaria.

—Entonces —se sobresaltó el niño—, ¿me venderás la pócima?

—¡No! —negó Stemberg rotundamente  y esperó unos segundos—. No te la venderé, te la regalaré.

Al decir eso, la sorpresa se manifestó en la cara de Ricardito, y con la caracterizada energía de un niño dio un brinco lleno de alegría.

Acto seguido el anciano fue al sótano nuevamente y en sólo cinco minutos subió con un jarro de cristal que contenía un líquido color rosa. El asombrado Ricardito se emocionó y le agradeció con el alma al señor. 

El niño durmió en el mueble y al otro día temprano se dirigió directo hacia la casa de la chica. Stemberg vio con cara de tristeza al ingenuo muchacho alejarse por el camino. Pues la pócima era falsa, la mezcla sólo contenía un té helado con colorante rosa y saborizantes. Nadie podía saber que todos los experimentos habían fallado. 

En la siguiente mañana, temprano. El señor Stemberg escuchó la puerta abrirse nuevamente. Al ver, se percató de que era Ricardito. Pedro echó un suspiro y lo saludó en forma gruñona,  esperando que el niño le reclamara de haberle regalado una poción inservible.

—Cuéntame —dijo Pedro Stemberg—, ¿qué sucedió?

—Pues, hice lo que usted me dijo. Fui y le di la pócima a Cristal, mi chica, y luego de que se la bebió, le pedí con toda mi alma que fuéramos novios. ¿Y que crees? Ella aceptó con una resplandeciente sonrisa —dijo alegremente el muchacho

Al oír esto algo en la mente de Stemberg hizo vueltas, y comprendió lo que le había dado dolores de cabeza desde hacía meses. A partir de ese momento, decidió cambiar el modo en el que hacía las cosas. Y primero debía empezar con unas palabras:

—Oye, Ricardito. Quiero decirte que la pócima realmente no tenía la fórmula del amor, sólo era un té helado.

—¿¡Qué!? —preguntó el niño confuso.

—En otras palabras, mi té helado no le hizo ningún efecto a tu chica, quien lo hizo fuiste tú con el amor que le demostraste a ella. Felicidades.

Con este hecho, Pedro Stemberg abandonó los experimentos y comenzó a vender té helado, fue así como creó otro tipo de "fórmula" para enamorados.



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En el texto hay: cuento corto, drama, relatocorto

Editado: 02.12.2022

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