Cuentos cortos para el café

La casa embrujada

Yo soy Ángel, un pequeñito niño de ocho años que nunca había sido separado de mis padres... hasta ese día.

En la gran casa de dos niveles, a la que nos habíamos mudado hacía 2 meses, yo brincaba y jugaba con mis padres por todos lados, ya que había allí mucho espacio. Así que reía, comía bastante, hablaba como una cotorra y en general, me encontraba feliz.

Lo que no pensaba en esos momentos era que ellos me iban a dejar abandonado en esa gigante casa, según porque tenían que trabajar; al principio no entendí bien que pasaría, y cuando se fueron luego de amorosas despedidas, me sentí en la libertad de hacer ciertas cosas prohibidas en lo que ellos volvían, pues seguro no tardarían en regresar.

Estaba en el baño desenrrollando el papel higiénico, cuando miré cómo una mosca quedó atrapada en una telaraña. Me sentí un poco mal por ella e intenté ayudarla, pero no alcanzaba la esquina del techo, así que decidí ir a buscar un palo para soltarla. En lo que llegué a la cocina, encontré la escoba, me las arreglé para llegar al baño y miré hacia la esquina, ya estaba una malvada araña rasgando al insecto con sus patas, la pobre mosca iba a ser comida.

Me enfurecí tanto que empecé a darle escobazos a la esquina esperando que todo se arregle, que la mosca se salve y la araña desaparezca. Cuando al fin paré de ser tan salvaje, en la esquina no quedaba ni la telaraña, y cuando bajé la escoba, pensando que la había matado, el espantoso arácnido de ocho patas estaba en el palo, aún vivo, ¡y me saltó en la cara!

Yo del susto me sacudí y salí corriendo del baño, no se en qué momento la araña se me quitó del rostro y no tengo idea de como salí de la casa, pero estaba allí, las lágrimas me comenzaron a salir por montones y grité a mamá y papá en busca de ayuda, creyendo que llegarían si los seguía llamando, pero no lo hicieron.

Del cielo cayó una gota de agua en mi cabeza, tras esa le siguió otra, luego varias más y en un instante comenzó una lluvia bastante fuerte. Yo di media vuelta y entré a la casa con paso lento, estaba destruido psicológicamente y todas las esperanzas se me habían ido, pues mis padres me habían abandonado en esa horrenda casa.

Cerré con seguro por el miedo, subí a mi habitación y me senté en la cama; estaba empapado, así que mojé el colchón también. Entonces cambié mi ropa y me sequé, volví con una nueva sábana y me cubrí para calentarme y dormir en la parte seca de la cama, esperando que todo eso haya sido un mal sueño.

Pero lo que no sabía, era que mi pesadilla apenas estaba por empezar. De un momento a otro la energía se fue y me quedé a oscuras, solo y con lluvia, así que no podía dormir. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y sentía las palpitaciones de mis venas y el sonido de mi barriga tronar, mi piel se puso de gallina y estaba temblando como nunca, hasta que un estruendo sonó entre el cielo y la tierra y por el susto salté de la cama y corrí hacia la cocina, acurrucándome debajo de la mesa.

En ese lugar, estaba yo con los ojos rojos; tratando de mirar hacia todos los lados, desconfiando de la Oscuridad y viviendo calamidades mentales. Otros dos relámpagos retumbaron en toda la zona, y yo me volvía cada vez más minúsculo. No podía ser peor, o al menos eso era lo que pensaba, hasta el momento en el que apareció la araña asesina ante mí, y me hizo cambiar de parecer: lo peor de la pesadilla comenzaría en ese instante.

—¡Ahhhhh! —grité.

Intenté levantarme pero un golpe en la cabeza me hizo recordar que estaba debajo de la mesa, así que caí en el suelo rascándome los cabellos del dolor. Hasta que miré hacia el frente y la araña aún se encontraba ahí, mirándome con sus ojos demoniacos. De la desesperación me arrastré en dirección contraria y salí de ese refugio-trampa.

Al pararme al fin, intenté correr, pero un mareo hizo que me apoye a una pared, ¡iba a morir! Tenía que moverme hacia algún lugar, pero la enorme casa del terror poseía una brujería extraña, no tenía escapatoria, y la araña perseguía mis pasos.

Entre tropiezos y saltos llegué al lugar en donde se guardaban los cuchillos, sentía como la araña se hacía gigante y llegaba a mis espaldas, así que al sacar el arma me di la vuelta y fui a clavárselo. Pero entonces descubrí la realidad, aquél arácnido aún seguía siendo más pequeño que yo...

Mi enemigo se movió y yo me quedé quieto, para así en el segundo siguiente, hacer la maniobra y atravesar su cuerpo con mi arma. La escena que observé fue más aterrador de lo que puedo expresar: la araña aún movía sus patas, aún con el cuchillo clavado entre su cabeza. Me eché hacia atrás del terror y me tapé la boca con las manos, las náuseas me llenaron y lo siguiente que recuerdo fue que vomité. Después de eso los demás sucesos se hicieron muy confusos y todo se hizo más oscuro.

Lo que si sé es que al abrir los ojos, me encontraba en una cama acostado, así que me levanté tan rápido como pude exaltado y entonces descubrí que estaba en mi habitación. Era de día, y la lluvia había parado. Acaso... ¿Acaso todo eso había sido una simple pesadilla?

Dudando, salí lentamente e ignoré la parte húmeda de mi cama. Bajé por las escaleras y noté que no había nadie en la casa, así que mis padres aún no habían llegado. Al parecer realmente se habían ido y comencé a pensar que no volverían. Pero lo más importante era ver que todo esté en orden, así que me dirigí a la cocina. 

Grave error, pues todo lo vivido la noche anterior volvió a mi mente de manera repentina. Cuando vislumbré que en el suelo aún estaba mi vómito, y la araña seguía en el mismo lugar, muerta y con el cuchillo clavado.

...

Mi pesadilla comenzó de nuevo en el mismo punto en el que la había dejado y se volvió eterna. Me quedé paralizado en ese lugar hasta que llegaron mis padres unas horas después. Debido a este hecho me quedaría traumado de por vida.

 



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En el texto hay: cuento corto, drama, relatocorto

Editado: 02.12.2022

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