Autor: Raúl Murguía.
Hola, mi nombre es Raúl, soy un chico normal, mi familia también, mis abuelos de parte materna viven a media hora de mi casa y los de parte de mi padre, a 1 hora en carro. Mi abuelo paterno es algo especial: todos lo juzgan de loco ya que desde que tengo memoria ha contado historias espeluznantes sobre fantasmas que el ve, de hecho, yo igual llegué a creerlo loco, pero desde hace 2 días, eso no pasa por mi cabeza.
Como cada fin de mes, yo, mi padre y mi madre, fuimos a visitar a mis abuelos, mi abuela y mi abuelo me saludaron por separado, siguen viviendo juntos, pero hace años que no se hablan, todos fuimos hacia el comedor que estaba junto a la cocina, y como siempre, mi padre y el suyo empezaron a consumir alcohol, y mi abuelo comenzó con sus historias:
-Te lo juro hijo, mientras trabajaba, sentí que me tocaron el hombro, y yo dije: "hay cabr*n", me voltee y no había nada, pero en el oído escuche perfectamente: "Sacalo".
En esa casa había un pozo de unos 15 metros, lo había hecho mi abuelo creyendo que había mucho dinero enterrado, por los sucesos que según él le acontecían; decidí salir a la tienda con el poco dinero que tenía solo para escaparme de las "terroríficas" historias de mi abuelo, cuando regresé, había una señora parada en la puerta, "¿Qué necesita?", le pregunto amablemente.
-¿Se encuentra Ester?- me respondió con la misma amabilidad que yo, Ester es mi abuela.
-Claro que sí, siéntese y espere, le diré que venga- aconsejé cerrando la puerta. Avisé a mi abue sobre la visita, fue hacia la sala, regresó y me dijo extrañada:
-No hay nadie.- eché un vistazo y era cierto: no había nadie, era imposible que hubiera salido de la casa, ya que no había transcurrido ni siquiera 5 segundos, sentí un pequeño miedo, siempre pensé que las historias de mi abuelo eran mentiras, pero siempre con un poco de verdad. Mi abuela dejó la sala y fue a la cocina, yo me quedé pensando, como el pozo que se había construido a petición de mi abuelo estaba cerca, eché un vistazo, no lo recordaba ya que hacía años que no lo veía a través de la cortina que lo ocultaba, de repente sentí que algo helado me empujaba, trate de aferrarme al cuerpo que tenia detrás, pero me fue imposible, lo único que podía hacer era voltear la cabeza para ver quien lo había hecho, al principio creí que había sido la mujer que preguntaba por mi abuela, pero no: mi abue, mi querido abuelito, me había empujado mientras sostenía un cerveza.
Perdí el conocimiento, al parecer, era otro día, ya que estaba todo más claro, desperté en el borde del pozo, me acerqué al cuarto donde trabajaba mi abuelo, me acerqué a él y le toqué el hombro, pero no se percató, me dí cuenta de que no podía sentirme.
-¿Hola?- le dije asustado, giró la cabeza, al parecer si podía oírme, salí y busqué por toda la casa, tal vez era parte de su locura y todos los demás sí podían verme, llegué a donde se encontraba mi madre y mi padre, los dos se encontraban muy tristes, demasiado tristes.
-¿Hola?- saludé ansioso, pero ellos no podían verme, ni siquiera oírme, me puse muy triste, pero debía hacer algo, me acerqué a mi abuelo, sabía que no era mi cuerpo, no sabía porqué lo sabía, pero sabía que mi cuerpo aún estaba en el fondo de aquél pozo, acudí a mi abuelo porque era el único que podía oírme, quería siquiera saber si mi cuerpo seguía ahí o simplemente me había vuelto invisible e inaudible, llegué junto a mi abuelo y le dije refiriéndome a mi cadáver:
-Sacalo.
Editado: 23.07.2019