Cuentos cortos para viajes largos

La niña, los recuerdos y el nirvana

1875 palabras

Inhalo hondo como si fuera la primera vez que respiro en días. Mis párpados pesan, pero mi cuerpo se siente extrañamente liviano. La cama en donde reposo es bastante cómoda, suave, podría dormir un rato más aquí.

  • ¿Al fin despierto?

La voz de una niña me obliga a interrumpir mi intento de conciliar el sueño, pero no me produce ningún tipo de sensación; es más, hasta puedo decir que la siento familiar. Me siento en la cama y la veo sentada en el piso, en efecto, es una niña con un vestido blanco impecable, este tiene pequeños bordados de flores en el centro del pecho y a lo largo de la basta. La niña es muy blanca, pálida, más que la leche, casi pareciera que puedo ver a través de ella, pero su expresión me advierte que ni si quiera lo intente.

  • ¿Te gusta el lugar?
  • ¿Dónde estoy?

No me había detenido a pensar que no tengo idea de dónde me encuentro. Es un cuarto acogedor y me siento como en casa, pero esta no es mi casa.

  • Algunos de los tuyos lo llaman el cielo, el infierno, el purgatorio, el Valhalla y muchos nombres extraños más… el que más me gustó fue el nirvana.
  • ¿Nirvana?
  • Sí, supongo que puedes llamarlo así.
  • ¿Entonces soy libre?
  • ¿A qué llamas libre?

Pienso por un segundo, no me siento como si lo estuviera.

  • ¿Estoy muerto?
  • En efecto.

Respiro profundo. Intento sentirme triste, asustado o de alguna otra forma, pero mi ser es indiferente a esa premisa, quizá se niega a aceptarlo.

  • Tranquilo, tu cuerpo ya lo aceptó, tu alma igual, solo quedas tú como tal.

Me levanto de la cama y me acerco a la niña, puedo ver como el negro de su cabello resalta sobre su piel, brilloso, sedoso… perfecto.

  • ¿Quién eres tú?
  • ¿No es obvio?
  • No.
  • Soy a lo que ustedes llaman muerte.
  • ¿Una niña?
  • Esperabas un esqueleto con capucha, ¿verdad?
  • Supongo.

Ella se levanta. Su forma de hablar es muy brígida, como si no quisiera expresar alguna emoción con sus palabras a excepción del frío que emana de ella. Abre la puerta de la habitación y la abandona, pero pareciera decirme que la siga sin si quiera mirarme, así que lo hago.

  • ¿No deberías solo llevar mi alma a donde sea que depositan las almas e irte?
  • Eso sería trágico. Dejar que un alma se pudra en algún lugar…
  • Pero se supone que mueren miles de personas al mismo tiempo y a cada momento, sería más sencillo que solo las recolectes y ya ¿cómo es que estás aquí?

Es extraño decirlo, pero en este lugar siento que puedo comprender más cosas que antes.

  • Estoy en muchos lugares en este momento y converso con muchas personas al mismo tiempo. No eres especial, nadie lo es… al menos para mí.

Respiro profundo y veo alrededor, sin duda parece el lugar perfecto para vivir. La niña se sienta en el sofá y me invita a sentarme a su lado, otra vez, sin palabras, así que lo hago.

  • ¿Qué se supone que haga aquí?
  • Recordar y olvidar.
  • No lo entiendo.
  • La única forma de renacer es aceptar que moriste.
  • Pero eso ya lo entendí, ya sé que estoy muerto.
  • Morir no se trata de saber que estás muerto.

Me levanto del sofá y respiro hondo intentando mantener la compostura frente a la frialdad con la que ella me habla.

  • ¿Cómo me voy de aquí?
  • La puerta principal se encuentra ahí, puedes cruzarla e intentar irte.

Me dirijo a la dichosa puerta que ella menciona, la abro y cruzo sin dudar por un segundo, pero, al dar un par de pasos adentro, me encuentro en la misma sala. Desde aquí puedo ver a la niña sentada, ni se ha inmutado. Respiro hondo y agito la cabeza intentando entender que acaba de pasar, pero doy media vuelta y vuelvo en mis pasos cruzando la puerta una vez más solo para encontrarme en la misma sala y ver el mismo sofá con esa niña incólume sentada en él. Cierro la puerta y siento como mi ser se rinde ante esto, me dirijo al sofá y me siento al lado de la niña nuevamente.

  • ¿Ya volviste?

A pesar de no denotar alguna expresión, siento como si lo dijera con ironía.

  • Disfrutas esto, ¿verdad?

Ella no dice nada, burlándose aún más de mí. El silencio se expande por la habitación y yo no puedo evitar sentirme ofuscado. Las dudas empiezan, al fin, a inundar mi cabeza. ¿Cómo morí? ¿Por qué morí? ¿Por qué soy tan joven? Tiene que haber un motivo, tiene que haber algo.

  • No hay nada.
  • ¿Qué?
  • Los jóvenes tienden a romantizarlo todo, como si cada cosa que sucede debiera tener un sentido para que no se sientan vacíos.

¿Escuchó mis pensamientos?

  • Los ancianos entienden que algunas cosas solo suceden y ya… como la muerte.

Trago saliva. Siento que hay algo de cierto en sus palabras, pero no puedo aceptarlas del todo.

  • Pero…
  • No sé si es justo, pero confórmate.

Quiero sentir rabia, pero no puedo por algún extraño motivo, es como si algo me prohibiera enojarme con esa pequeña niña… quizá sea eso, que es una niña.

  • ¿Por qué eres una niña?
  • Quién sabe, lo olvidé hace mucho.
  • ¿Por qué?
  • También lo olvidé.
  • ¿Hay algo que no hayas olvidado?
  • Sí, hay algo.

Ella se queda en silencio por un momento, parece pensar aquello que recuerda. No muestra expresión alguna, pero siento algo de nostalgia en el ambiente.

  • Recuerdo a todas las personas que han estado aquí… también te voy a recordar a ti.
  • Pero quieres que yo olvide todo.
  • Nunca dije que yo quiero eso, solo que necesitas olvidar todo para poder atravesar esa puerta.
  • Pero los recuerdos son lo que me hacen ser yo, sin ellos no sabría ni quien soy.
  • Tal vez ese es el problema.
  • ¿Cómo?
  • No saber quién eres sin recordar todo lo que te ha traído hasta aquí. Tal vez por eso son errantes entre la vida y la muerte.



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En el texto hay: cuentos cortos, cuentos variados

Editado: 14.08.2021

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