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Suspiro mientras veo el horizonte, observo el cigarrillo que sostengo con la mano izquierda y volteo a ver a Aida, ella contempla la nada, su mirada solo refleja un vacío existencial muy parecido al mío. Aspira su cigarro como si lo hiciera en modo automático, contiene el humo como si estuviera esperando asfixiarse con él para luego botarlo de su cuerpo lentamente mientras colorea el viento de gris.
El viento frío golpea mi rostro, siento como si quisiera rajar mi piel, tal vez desea arrancarme la nariz, pero no me inmuto ante esto, me da igual, en realidad. Veo el mar, luego veo el abismo que se abre a unos pasos de mí del que solo me resguarda un muro lo suficientemente alto para poder usarlo de asiento. Suspiro, aún queda algo de luz en el lugar aunque el sol ya ha desaparecido del horizonte.
Llevo el cigarrillo a mi boca y absorbo todo lo que puedo intentando parecer experimentado en el tema, pero toso con tanta fuerza que siento como si uno de mis pulmones estuviera a punto de salir por boca. Aida se ríe burlándose de mí.
Toso un poco más y respondo sintiendo el humo aun en mi garganta raspando e intoxicando mi saliva, pero calentándome por dentro.
Aida vuelve a reír mientras golpea mi espalda, yo solo me encorvo un poco, agacho la cabeza y contengo las ganas de toser, pero aclaro mi garganta constantemente. Veo el cigarro en mi mano y lo vuelvo a llevar a mi boca, esta vez lo hago lento, pausado, inhalando despacio mientras mi mandíbula tiembla, mis pulmones se llenan de algo pesado y mi garganta pica. Contengo el aliento mientras dejo caer mi mano con el cigarrillo y aprieto mis dientes con fuerza esperando que no se me escape ni un soplido, luego exhalo con desesperación.
Ella cambia de lugar su mirada, como si evitara responder. Está sentada en el muro que nos protege de la caída, sus pies no llegan a tocar el suelo, así que los mueve de lado a lado, la manga de su casaca azul cubre sus manos que reposan en sus muslos, solo puedo ver los dedos con los que sostiene el cigarro. Tiene el cabello largo, lo suficiente para llamar mi atención, aunque no más que el lunar que tiene a un lado de la barbilla. Su tez blanca combina perfecto con el frío del momento y su expresión de saturación le da ese toque de misterio que me encanta.
Ella evita verme, quizá no siente una conexión conmigo como para estar a gusta, pero tampoco sabe cómo escapar de la situación.
Aida voltea a verme, al fin. Su mirada es un poco triste, seria, ida, no lo sé, pero sus ojos son de color negro, al menos eso parece, pues son profundos.
Su actitud cambió drásticamente, siento que tantas palabras me abruman, pero sonrío sin motivo alguno… tal vez me gustó ese arranque de interés que tuvo, hasta sonó un poco tierna. Ella me observa esperando una respuesta, parece impaciente, asustada.
Sonrío. No sé por qué, pero me siento bien. Ella me devuelve la sonrisa y lleva el cigarro a su boca, guiña un ojo y yo la acompaño a fumar una vez más.
Aida suspira mientras deja caer la colilla de su cigarro al piso, la pisa con delicadeza, como si no tuviera ganas de hacerlo y toma el cigarro que yo tengo en mis manos, le da una pitada y me lo pone en la boca obligándome a fumar también. Yo solo la observo sin saber que decir o hacer, pero respiro pausadamente. Toso un poco, ella ríe, pero no dice nada.