Cuentos cortos para viajes largos

Niña

2180 palabras

He visto una niña por las calles de Lima, va con uniforme, aunque sea época de vacaciones, y pareciera que nunca crece. Está impecable a pesar de que no está en casa todo el día y camina sin cesar por las calles de esta caótica ciudad, como si el hollín que se mezcla con el oxígeno no afectara su vestimenta, ni su piel. He empezado a pensar que me está siguiendo desde algún tiempo porque siempre aparece en el mismo lugar… o quizá soy yo quien va tras sus pasos. Me pregunto si es su pasatiempo el pasear por la gran ciudad o si no tiene tiempo para jugar, tal vez se la pasa buscando a alguien que perdió o sea ella la perdida; de todas formas, no entiendo porque siempre está tan limpia.

Hay una niña por Lima, de tez clara con pecas en la cara; cabello rojizo, casi anaranjado, y facciones finas… aunque tiene una mirada perdida que la caracteriza, como si no supiera donde está, aunque se mueve con facilidad por las veredas de todos los lugares donde la veo, como si conociera esta ciudad como la palma de su mano. Me pregunto si alguien se pregunta por ella, si tendrá nombre o si alguien más la ve, pues no es normal que una niña esté cerca de los bares que frecuento los sábados por la noche, menos vestida de uniforme y a las tres de la mañana. No encuentro lógica en que una persona tan pequeña se vea tan despierta a las once de la noche cuando divago por algún lugar de esta grandiosa ciudad, como si me estuviera vigilando, como si me impregnara algo con su mirada.

La pequeña viste un jumper a cuadros donde predomina el gris y se ven pequeñas tonalidades de azul, una blusa blanca impecable, zapatos negros brillantes, medias largas de color azul oscuro y un corbatín rojo. Cada vez que ella nota que me he percatado de que está aquí, en el mismo lugar que yo, sonríe como liberándome de la culpa de que estemos en el mismo sitio, pero también siento que me recarga la culpa de todo lo que ella siente, aunque no tengo idea de por qué una niña siente tanta tristeza y desilusión, por qué se oculta tan bien detrás de un uniforme y porque nadie se percata de eso además de mí. También me he percatado que ella se esfuerza para que yo sepa que está ahí, pero no me he atrevido a acercarme, tal vez porque sería extraño que un hombre como yo hable con una niña como ella, como si no tuviera suficientes problemas para que piensen que intentaré secuestrarla o seducirla.

Hay una niña que recorre las calles de Lima, la he visto en Barranco y en Breña, a las ocho de la mañana y a las once de la noche, en mis mejores y peores momentos como si fuera una constante en mi vida, algo que no va a cambiar porque la he visto fuera de mi hogar, esperando a que empiece mi día, sonriendo como si tratase de volverme loco, pero no lo consigue. Siempre se mantiene a una distancia segura desde donde pueda observarme sin que yo logre alcanzarla si me lo propongo, como si se burlara un poco de mí, pero también me diera ánimos para seguir. Debo admitir que mis días son más llevaderos desde que ella está ahí, viéndome ser yo, analizando mis movimientos y sin juzgarme por ir a los lugares que frecuento. Ella observa mis malos hábitos y la terrible persona en quien me he convertido, mi placer por fumar y mi incontenible necesidad de beber hasta que mi cuerpo me obligue a irme a casa; también ha presenciado las veces que he llorado en el parque y es la única persona que ha tenido el coraje para seguir viéndome después de estar hecho un desastre. Es casi aterrador pensar que una niña puede soportar ver tanta destrucción en una sola persona, pero también es alentador que una pequeña persona se interese en alguien que no entiende porque sigue viviendo, por eso he decidido alcanzarla y entender por qué lo hace, quién es en realidad, si de verdad es una niña o solo le gusta vestirse así.

Empiezo a correr desesperadamente hacia ella, pero es como si fuera más rápida que yo, aunque solo camine. Ella va por los callejones que sabe me provocan pavor, pues he vendido muchas de mis cosas a las personas que habitan ahí solo para poder sobrellevar los días, he pedido dinero prestado a amigos que no he vuelto a ver y me he alejado de quienes alguna vez me ayudaron a superarme solo porque no siento merecer lo que hacen por mí… ella parece conocer todo eso, parece saber más de mí que yo mismo. Ella me observa desde esa distancia segura a la que siempre estuvo, parece burlarse de mí por estar ebrio otra vez en una banca del parque de… de algún lugar de Lima, como si correr todo el día no la hubiera agotado, como si correr todo el día no le hubiera provocado ese desabor que te causa el esforzarte tanto por nada. Ella se ríe como si se tratara de un juego, de una competencia y el ganador ya esté dicho, es casi como si hiciera trampa en el juego que ella mismo creo y no me dejará por ningún motivo, ganar o, aunque sea, acercarme a la victoria e imaginar como sería su sabor. ¿A que olerá está niña? ¿Cómo es el sonido de su voz? ¿Cuál es su nombre? Y… ¿por qué me sigue?

He visto una niña vagando por las calles de Lima, he perdido el interés en saber que la trae aquí y la lleva allá, entendí que la lógica no aplica en ella y que, quizá, solo debo aceptar que le gusta verme sufrir, verme llorar, verme sentir, verme caer, verme levantarme solo para ir a un bar y ver como, nuevamente, me echan de ese establecimiento por no contar con dinero para pagar. Me pregunto dónde duerme, pues siempre está cuando despierto en algún lugar de esta sombría ciudad y siempre está cuando decido cerrar los ojos. Me pregunto si es ella la que llama a los serenazgos para sacarme de la banqueta.

He visto una niña en la estúpida y fría ciudad de Lima, se la pasa el día siguiéndome como si tratara de entender que es la vida, como si mi dolor le provocara cierta satisfacción y entendiera de a pocos que está viva, como si fuera yo el que la mantiene respirando; aún así, es una vieja amiga mía, aunque nunca responde a mis preguntas, tal vez debo gritar más fuerte y así logre escucharme. Me gustaría que se acerque un poco para charlar, pues ya me he dado por vencido a ser yo quien intente alcanzarla, pero estoy seguro que terminaría haciéndole daño, no sé cómo, pero le haré daño si me acerco demasiado; aún así, encontraré la forma de estar a su lado para preguntar si se siente viva, si soy su títere, si solo ella puede verme porque, tal vez, soy parte de su imaginación y ella es el retazo de lo que alguna vez imagino de mí, entonces me proyectaría en ella a pesar de no existir, ella sería mi única ventana para seguir viviendo y por eso no puedo dejar de verla, pues, si quiero seguir respirando, debo seguir viendo la única ventana que me brinda oxígeno, pero no encuentro motivo alguno para seguir así.



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En el texto hay: cuentos cortos, cuentos variados

Editado: 14.08.2021

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