Cuentos cortos para volver a casa

Susurros

6306 palabras

  • Buenos días.

Quizá saludar a ese hombre aquel primer día fue el peor error de mi vida, pero siempre me enseñaron a ser cortés… y yo no tenía idea de lo que iba a pasar. Él respondió con una sonrisa amigable, parecía alguien de confianza a primera vista, así que yo también sonreí. Me dirigí a mi cubículo y esperé a que el chico que me recibió termine de darme las indicaciones sobre lo que iba a realizar en mi nuevo trabajo. Me percaté de que la oficina era pequeña, pues solo entraban tres escritorios: uno al lado del mío y otro al frente de mí, donde estaba este hombre.

  • Ahora que sabes todo eso, el que está ahí al frente es Anderson, espero que se lleven bien porque es tu compañero a partir de ahora.

El hombre al que saludé al entrar alzó el brazo para llamar mi atención. Sonreí al verlo de nuevo y cambié de lugar mi mirada. Vi el cubículo de al lado un poco extrañada.

  • ¿Y ese?
  • El presupuesto no contempla a un tercer miembro para el equipo de retenciones, así que serán ustedes dos, por lo menos, hasta el próximo año que quizá si contemplen a alguien más.

Sonreí con confianza. Estaba segura de que sería alguien muy importante para la empresa, que mi trabajo sería el mejor de todos. Anderson no dejaba de observarme, pero pensé que era porque quería grabarme en su memoria, después de todo, íbamos a vernos las caras casi todos los días. Al principio hasta fue caballeroso conmigo, pero después de rechazar su primer intento de cortejarme…

  • ¿Hunt?

Escuchar mi apellido me sacó del trance en el que estaba, así que busqué con la mirada a quien me estaba llamando.

  • ¿Sí?
  • El señor Olivares la espera.

Respiro hondo y me quedo sentada mientras contengo la respiración, cierro mis ojos con fuerza y me lleno de decisión, aunque siento que mis piernas tiemblan un poco. Me levanto de golpe obligando a mi cuerpo a hacer lo que mi cabeza dice y me dirijo a la oficina de mi jefe. Toco la puerta un par de veces hasta escuchar que el mandamás asiente mi ingreso, así que entro con la cabeza agachada, pero la alzo para saludarlo.

  • Buenos días, señor.

Él me observa como si no quisiera atenderme, no parece estar de buen humor.

  • Cuéntame Martha, ¿qué sucede?
  • Verá…

Trago saliva y veo la silla delante de su escritorio, siento como una enorme bola de inseguridad cae encima de mí y empieza a aplastarme. Me siento diminuta frente a la eventual mirada de mi jefe, aunque ve más la pantalla de su ordenador que a mí. Algo quema en mi interior, algo que pareciera consumir mis palabras y la poca decisión que tenía, pero respiro y exhalo violentamente intentando deshacerme de todo eso.

  • ¿Y bien?
  • Sí, disculpe.

Parece que he llamado su atención, no sé cómo.

  • Tengo una queja.
  • ¿Sobre?
  • Mi compañero de oficina, Anderson, no ha dejado de amedrentarme desde que llegué a la empresa.
  • ¿Tabares?
  • Sí.
  • ¿Estás segura de lo que dices?

¿Cómo podría no estarlo?

  • Su mirada lasciva, sus comentarios, su insistencia y lo cerca que se pone de mí… simplemente no me siento cómoda con él cerca.
  • ¿Tienes pruebas?

¿Qué?

  • ¿Cómo?
  • Que si tienes pruebas, no puedo actuar sin pruebas, podría ser una acusación falsa. Ya ha habido muchas en esta oficina.
  • ¿Está hablando en serio?

Respiro profundo, cierta rabia se apodera de mí, pero, por algún motivo, deja de ser rabia y empiezo a sentir miedo. El hombre juega con un clip de su escritorio, ya no me observa, pero se ve indiferente frente a lo que le he dicho. Me quedo en silencio esperando una respuesta de él, pero solo deja el clip a un lado, suspira y me vuelve a ver con dejadez.

  • ¿Entonces?

Siento que las cosas se me van de las manos.

  • Puede ver los videos de las cámaras que están en la oficina, también debe de poder escucharse el audio o algo.

Estoy nerviosa, hablo más rápido de lo que pienso. Siento deseos de abandonar este lugar corriendo, pero algo me lo impide, no sé si es cortesía o temor a que algo peor ocurra.

  • Ve y pídelos entonces, con eso vienes a mí y ya veré yo que hago.

Sus palabras no me dan seguridad alguna, siento que si hago todo lo que me dice solo perderé el tiempo, pues no hará nada, al fin y al cabo.

  • ¿No puede hacer algo hasta que consiga las grabaciones?
  • No tengo una motivación objetiva que sustente mis acciones.
  • ¿Entonces seguiré soportando todo lo que ese tipo quiera hacer?
  • Siempre puedes renunciar.

Me siento intimidada, indignada, reducida… me siento… no me siento como una persona igual a las demás.

  • Te exoneraré de los días establecidos en ley si así lo deseas.

Respiro hondo, no digo nada, trago saliva y veo a mi jefe a los ojos mientras contengo mis ganas de llorar. Doy media vuelta y me retiro de la oficina, a Olivares pareciera no importarle. Voy al baño y lavo mi rostro constantemente, el sonido del agua corriendo me tranquiliza un poco, pero aun siento una presión en mi pecho, sé que debo volver a mi escritorio. Camino lentamente hasta la oficina y suspiro antes de entrar. Ahí está Anderson, observándome con una sonrisa llena de lujuria.

  • ¿Problemas con el gato gordo, linda? Podría hablar con él y evitártelos, pero tiene un costo…

No lo observo mientras voy a mi asiento, pero siento su mirada encima de mí… pesa.

Llego a mi centro de labores y observo de arriba abajo detenidamente, suspiro y trago saliva. No tengo otra alternativa, a pesar de postularme para otros puestos en otras compañías, ninguna me ha aceptado. Ingreso con pesadez, aunque ya es habitual, algunas personas me saludan, pero a veces no les devuelvo el saludo, no quiero que mis problemas se agranden. Un poco antes de llegar a mi oficina, veo que Anderson conversa con un compañero en la puerta de ella, cierro los ojos y sigo caminando.

  • Martha, buenos días.



#13581 en Otros

En el texto hay: cuentos cortos

Editado: 05.11.2021

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