Cuentos de Invierno: Historias que susurran al frío

La Bruja Blanca

Arán había perdido a su mujer en la última epidemia. Las cosas no iban bien para el pueblo de Lumi, ubicado estratégicamente al norte de los bosques nórdicos. Los inviernos eran cada vez más crudos y la expansión de la viruela había espantado a muchos comerciantes que llegaban a Lumi para intercambiar bienes.

Arán, quien era un joven productor de zanahorias, había trabajado toda la temporada de verano para comprar una carreta de dos ruedas con el objetivo de expandir su negocio a los pueblos cercanos. Sin embargo, la peste había saboteado sus planes. En solo tres meses, Arán se había quedado sin clientes, sin ahorros y sin su esposa.

Una mañana de invierno, mientras Arán se dirigía a la pequeña tienda de pescado que había en el centro de Lumi, no pudo evitar oír a dos ancianas hablar sobre la Bruja Blanca. Un nombre como ese llamaría la atención de cualquiera, y Arán no era la excepción. Mientras contemplaba los salmones expuestos en la densa nieve, Arán se acercó a las mujeres y les preguntó acerca de esa bruja. La más anciana, que había vivido en Lumi desde su nacimiento, hacía ochenta y ocho años, le dijo que existía una vieja leyenda acerca de una bruja, la cual vivía en el bosque y que podía cumplir cualquier deseo.

Esa noche Arán se fue a dormir con la idea de que, con la Bruja Blanca, podría traer a su esposa de regreso.

Durmió mal. Estaba inquieto. Volver a ver a la única mujer que había amado le hacía ilusión. Desde que ella había muerto, Arán había caído en una depresión insostenible y la única razón por la que no había tomado el camino fácil era por sus padres, quienes vivían en un pueblo no muy alejado de Lumi. Soñó con el rostro de su mujer y se despertó con sus propios gritos diciéndole que haría lo imposible por traerla de regreso.

Al día siguiente, luego de que Arán cultivara las últimas zanahorias que habían quedado en la pequeña huerta, se dirigió al centro de Lumi en busca de la anciana que le había contado la historia sobre la bruja blanca.

Margareta era una mujer pequeña y arrugada, que daba la impresión de parecerse a un gnomo. Tenía el cabello blanco como la misma nieve y sus ojos eran tan grandes y oscuros que resaltaban sobre su pálida piel. Era la mujer originaria de Lumi más anciana en el pueblo y conocía muchas historias y leyendas.

Caminó por las delgadas calles del pueblo. Arán sabía donde vivía, de hecho todos en el pueblo de Lumi lo sabían. La nieve de la noche anterior había sido removida por alguien para que el resto de los ciudadanos pudieran circular sin ningún inconveniente. Pero había que tener cuidado porque la escarcha seguía presente, aferrándose al césped y generando una capa de hielo con la que cualquier podía resbalar.

La cabaña de la anciana era pequeña y estaba construida con madera de roble. El techo tenía una cubierta a dos aguas que había sido edificada con vigas de madera y a la que le habían colocado paja. Al pie de la entrada había unos grandes macetones con flores de lavanda que desprendían un agradable aroma. Era increíble como la mujer lograba mantener esas plantas con vida en pleno invierno.

Cuando Arán se encontró frente a la puerta, tuvo la sensación de que estaba cometiendo un error y hasta pensó en regresar a su casa para seguir trabajando. Sin embargo, se obligó a sí mismo a mantenerse allí. Estiró su brazo y agarró el gran aro de bronce que era sostenido por una aldaba con forma de lobo. Golpeó unas tres veces y esperó con impaciencia. Volvían a comenzar a caer pequeños copos de nieve, que se enganchaban en los minúsculos pétalos de las lavandas y se acumulaban en los hombros de Arán.

En el momento que la puerta se abrió, le enseñó a la mujer una canasta de zanahorias que había llevado como muestra de gratitud. Ella las aceptó y le preparó un poco de chocolate caliente para que las extremidades de Arán volvieran a recuperar el color rojizo que las caracterizaba.

Cuando Arán le preguntó acerca de la Bruja Blanca, la anciana se sentó en una mecedora que tenía cerca de la hoguera, y le contó que había oído muchas historias, pero jamás había conocido a alguien que la hubiese encontrado.

Según lo que su madre le habría dicho años atrás, que a su vez lo había escuchado de su abuela, no era tan fácil de encontrar a la Bruja Blanca. Las leyendas decían que ella solo se presentaba ante personas que realmente la necesitaban, aquellas personas que ella consideraba adecuadas para brindar sus servicios. Individuos cuya desesperación era tal, que harían lo que sea con tal de cumplir sus objetivos. También mencionó el hecho de que la Bruja Blanca solía hacer peticiones extrañas que pocos podían cumplir como ojos de sapos naranjas, huevos de serpiente violeta y amapolas doradas.

Esa tarde, cuando Arán regresó a su casa, ya había tomado la decisión de salir en busca de la bruja. La anciana le había dicho que solía utilizar los bosques del norte como refugio, pero nada garantizaba que Arán la fuese a encontrar.

De todas maneras Arán preparó un pequeño bolso con comida y dinero. Dejó su abrigo de lana sobre una silla y se fue a dormir con la idea de que pronto se enfrentaría con la crudeza del invierno.

El gallo del vecino lo despertó con su cacareo matutino cuando el sol comenzaba a salir por el este. No tardó mucho en dejar la cama, lavarse el rostro y vestirse para afrontar el frío. El tapado de lana de oveja, que le había tejido su madre, cubría casi todo su cuerpo. Las gruesas botas de cuero eran lo suficientemente altas como para que Arán pudiera caminar en la nieve sin congelarse las piernas, y los guantes estaban diseñados para que fuese sencillo agarrar objetos. Arán abrigó su garganta con una bufanda y, luego de verificar que todo estuviera en su lugar, emprendió su búsqueda.

Tal y como Margereta le había indicado, decidió comenzar su aventura en los bosques del norte, allí donde la Bruja Blanca solía aparecer, o al menos eso decían. Y como los trineos eran utilizados por los médicos para trasladar pacientes con viruela de un lado a otro, Arán tuvo que conformarse con caminar.



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En el texto hay: invierno, magia, magia y amor

Editado: 12.06.2025

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