Cuentos de Invierno: Historias que susurran al frío

La Maldición del Lago Valtameri

Estaba prohibido acercarse al lago Valtameri. ¿La razón? Todos los hombres y mujeres que se habían acercado a menos de dos metros, habían desaparecido. Las personas que se atrevían a pasar el bosque de nogales, perdían la cabeza. Quienes lo habían visto con sus propios ojos, juraban haberlos escuchado decir incoherencias. Comenzaban a caminar en dirección al lago sin que nadie pudiera detenerlos y, lentamente, se sumergían en las aguas hasta desaparecer.

Habían sido muy pocos los que se habían atrevido a cruzar el grueso hilo rojo que marcaba el límite de los dos metros frente al lago, muchos de ellos lo habían hecho con la intención de convencer a un amigo de regresar y algunos otros habían intentado ir a por los cadáveres de sus familiares que yacían en las profundidades del lago. También había habido algunos casos de hombres y mujeres curiosos, que querían averiguar qué era lo que había más allá de aquel hilo rojo. Y nunca faltaba algún supersticioso que intentara desafiar la irracionalidad de la leyenda.

Pero no importaba la intención con la que esas personas se acercaban al lago. El final siempre era el mismo, para todos.

Una vez que un ser humano cruzaba el hilo rojo que delimitaba el área segura, comenzaba a caminar al lago cual hipnotizado y no se detenía hasta que su cabeza se encontraba bajo el agua.

Lo curioso era que los cadáveres tampoco aparecían flotando en el lago. Era como si alguna bestia se los tragara o se desintegraran apenas tocaban fondo.

Mark era uno de los guardias que custodiaban los perímetros del lago. Su rol era sencillo, vaguear por el bosque en busca de algún desprevenido que quisiera cruzar la senda roja para ir al lago.

Fue por su trabajo que Mark se encontraba en el bosque aquel invierno. La mejor época para trabajar era esa porque la gente no se animaba a merodear por el bosque debido al frío y además, la nieve volvía más fácil detectar a los curiosos.

Pero Mark no sabía que ese día su vida iba a cambiar para siempre.

Como todas las mañana, se levantó de la cama y tomó una taza de café. Su esposa, Margot, le preparó unas tostadas con mermelada antes de que Mark se colocara su abrigo y saliera a trabajar. Cada vez que tenía que trabajar en el bosque, cerca del lago, Mark llevaba una gruesa bufanda de lana, unas orejeras negras y un cinturón donde destacaban un cuchillo de monte y un revólver.

Antes de abandonar su casa saludó a sus hijos, Herb y Lila, quienes estaban sentados alrededor de la mesa discutiendo acerca del próximo partido de hockey sobre hielo.

El punto de reunión era a las afueras del poblado, cerca de una vieja cabaña en reparación. Allí, los guardias se encontraban y juntos partían a reemplazar a los hombres que habían pasado la noche en el bosque.

Tal y como siempre, caminaron por la nieve, siguiendo el sendero de madera. Cuando llegaron a la casa que los guardias utilizaban como base, cambiaron su calzado por botas de nieve, y agregaron unos chalecos a sus cuerpos.

Guiados por su capitán, el grupo de hombres se dirigió hacia los alrededores del bosque. Entre ellos, estaba Mark.

Los guardias que habían pasado toda la noche custodiando los perímetros del lago, se despidieron de ellos con cansancio. Mark tomó su lugar en el sector oeste y pasó horas de pie. De vez en cuando, deslizaba la mano en su bolsillo para sacar alguna almendra para comer.

Parecía ser un día normal, de esos que se vuelven largos y aburridos. Pero fue mientras Mark bebía un poco de agua, que escuchó las voces de tres jóvenes en el bosque. No estaba seguro de lo que estaban hablando, pero sabía que no podía significar nada bueno.

Giró en todas direcciones, intentando averiguar de dónde provenían aquellas voces. Pero no lograba descifrarlo.

—Te reto a que lo hagas.

—¿Acaso tienes miedo?

Mark comenzó a caminar alrededor del hilo rojo con la intención de dar con los jóvenes. La tranquilidad del bosque hacía que las voces se escucharán en eco. Por eso, Mark no sabía de qué lado provenían.

Se dirigió a la derecha, dando pasos seguros sobre la nieve. Y no tardó mucho en encontrar las huellas. A juzgar por el tamaño, parecían ser chicos jóvenes. Siguió el camino, los chicos parecían estar rodeando la cinta roja, como esperando el momento perfecto para atravesarla.

Sus voces se volvían más fuertes y Mark tomó eso como una buena señal. Los jóvenes no estaban muy lejos. Comenzó a preparar el discurso en su cabeza. Les diría que eran unos inconscientes, que no debían estar allí, que sus padres estarían preocupados de saber que estaban cerca del lago Valtameri.

Pero cuando Mark logró divisar sus figuras, ya era demasiado tarde. Uno de los jóvenes había pasado por debajo de la senda roja y caminaba hacia el lago mientras los otros dos silbaban y gritaban cosas.

Mark solo los reconoció cuando estuvo al lado. Eran Joss y Walter, los hijos de los vecinos que vivían en las casas contiguas a las de Mark.

—¿Qué están haciendo aquí?—preguntó él mientras clavaba su vista en el tercer joven.

El corazón de Mark dio un vuelco cuando reconoció al chico que atravesaba los nogales en busca del lago.

Era Herb.

Su hijo apenas había cumplido catorce años, todavía no había pegado el estirón típico de los adolescentes y tenía la voz de un niño. Sus cabellos eran cortos y oscuros, pero llevaba un gorro de lana que los cubría. Mark lo distinguió porque llevaba un abrigo con una cruz en la espalda, obra de su esposa.

Escuchó las voces lejanas de sus compañeros que se acercaban corriendo en la nieve, pero él no les hizo caso.

Mark salió corriendo hacia su hijo y atravesó la cinta roja. Herb no estaba demasiado lejos y Mark no tardó mucho en alcanzarlo. Lo aferró del brazo y, con todas sus fuerzas, lo empujó fuera de la marca roja.

Cuando se giró hacia sus compañeros, vio que lo habían agarrado de ambos brazos y lo sostenían con eficacia. Herb no podía moverse y por más que luchara con todas sus fuerzas por liberarse para continuar con su camino al lago, no pudo hacer nada. Mark les gritó a sus compañeros que no lo soltaran bajo ninguna circunstancia.



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En el texto hay: invierno, magia, magia y amor

Editado: 12.06.2025

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