Cuentos de Invierno: Historias que susurran al frío

Hombre Lobo

Habían pasado veinte años desde que una pareja con un bebé habían sido atacados por una jauría hambrienta de lobos en el bosque. Los vecinos de los pueblos aledaños habían salido en búsqueda de algún sobreviviente, pero no hallaron rastros de vida. Desde ese día, se recomendó a las personas no frecuentar el centro del bosque en grupos reducidos o desarmados.

Lo que los pobladores no sabían, era que el bebé de esa pareja había sobrevivido al ataque. De hecho, por mero instinto, los lobos no habían atacado a la cría de humano, sino que lo habían protegido de las amenazas del bosque.

Ese niño creció entre lobos, como uno más. Había aprendido a caminar en cuatro patas, a comer carne cruda, a vivir como uno más en la manada. Sus manos y pies estaban cubiertos por una capa de cayos que hacía la vida en el bosque más amena y también, había desarrollado su sentido de la audición y del olfato a extremos casi inhumanos.

Utilizaba sus uñas y dientes para cazar, aun sabiendo que no eran tan efectivos como los del resto de la manada. Pero él tenía otras ventajas. Había aprendido a trepar con sus manos y utilizaba lo poco de su raciocinio para cuidar a la manada de los cazadores que merodeaban por el bosque.

Ningún poblador había visto al chico porque muchos habían desistido de acercarse al bosque luego del ataque, y además el chico estaba tan mimetizado con la naturaleza que cuando detectaba a un intruso, escapaba antes de que ellos se dieran cuenta.

Así, pasaron dos décadas en las cuales él creció creyendo ser un lobo más. Pero fue una mañana de invierno en la que todo cambió.

La nieve cubría los bosques. Los árboles habían perdido casi todas sus hojas y quedaban cubiertos por aquella blancura, petrificados por el frío. Los lagos se solidificaban y las aguas de los ríos se volvían tan frías que era muy difícil consumirla.

Y él, odiaba los inviernos. Además de la escasez de comida y bebida que producía la hibernación de muchas especies, el joven no tenía el pelaje que el resto de la manada para sobrevivir al frío. Su vello corporal no era suficiente para sobrevivir las bajas temperaturas en aquella época del año. Por eso, se pasaba todo el invierno dentro de la cueva que los lobos utilizaban como refugio, aferrado a la piel muerta de animales que los demás habían dado caza.

Pero como todo ser humano, él había aprendido a utilizar esas pieles como prendas que lo protegían del frío del invierno. Y si bien no eran la gran cosa, lo mantenían caliente.

Esa mañana partieron todos los lobos al norte, en busca de alimento. Las lobas habían decidido llevar a sus crías para enseñarles la caza y él se había quedado solo en la cueva.

Como los días eran cortos y las noches frías y largas, decidió aprovechar el poco calor que el sol emitía para ir a por agua. La sed le había secado la garganta y cuando su manada regresara con la comida, sabría que no podría salir de la cueva hasta el otro día.

Caminó en cuatro patas, como él sabía, hasta llegar al río más cercano. La cuenca era lo suficientemente ancha como para no poder cruzarla a pie, y cuando se arrimó al agua, comenzó a tomarla con ayuda de su mano.

Fue en ese momento cuando escuchó las voces.

Se agazapó en la nieve y clavó su mirada del otro lado de la cuenca. Un grupo de siete cazadores caminaba por la ribera del río y se detuvieron casualmente del otro lado de donde estaba él. No estaban seguros de lo que estaban diciendo, pero a juzgar por las carcajadas, parecían divertirse.

Era la primera vez que los veía. Los cazadores, de los que tantas otras veces había huido, eran idénticos a él. No tenían hocico ni orejas hacia arriba. Tampoco tenían pelaje; utilizaban la piel de otros animales para calentar su cuerpo. Y sus patas delanteras eran utilizadas para aferrar cosas, tal y como hacían las ardillas.

Tendría que haberse ido corriendo, pero su curiosidad lo obligó a permanecer escondido en la nieve. Los cazadores comieron algo que obtuvieron de entre sus pieles y continuaron su camino.

Los empezó a seguir desde el otro lado del río. Intentando hacer el menor ruido posible para que ellos no lo detectaran. Él se había vuelto un experto del sigilo y del camuflaje, por lo que los cazadores jamás lo notaron.

Los siguió hasta un pueblo. Del otro lado del río había grandes madrigueras hechas con madera y paja. Los cazadores se mimetizan con otras personas que iban y venían entre los caminos de grava y nieve. Incluso llegó un momento que los perdió en la multitud. Hombres y mujeres vestían extrañas prendas que los protegían del frío. En sus manos llevaban canastos con comida, crías o las armas con las que le daban caza. Emitían diferentes sonidos con sus bocas y parecían entenderse entre ellos.

Fascinado, los contempló por largos minutos, hasta que se dio cuenta de que debía regresar a la cueva porque su manada pronto volvería con la comida. Y si la noche lo encontraba en aquel lugar, tenía pocas chances de sobrevivir.

Sin embargo, al otro día regresó. Pero esa vez, decidió aprovechar un tronco caído sobre el río para cruzar del otro lado y acercarse al pueblo lo más que pudo, camuflado entre los árboles y la nieve. Contempló a la gente mientras iban y venían por largas horas hasta que la oscuridad comenzó a caer, nuevamente, en aquellas tierras.

Aquello, se volvió su nueva rutina. Esperaba a que su manada dejara la cueva en busca de alimentos, él corría hasta el pueblo para pasar todo el día mirándolos. Había aprendido a entender su lenguaje, aunque era imposible para él hablarlo. Durante las noches, pensaba en las diferencias que había entre él y ellos. Para empezar él tenía mucho más pelo en el cuerpo, había visto a los hombres con poco o casi sin vello en la cara. Sus prendas parecían ser mucho más sofisticadas y limpias que las que él utilizaba. También llevaban algo en sus patas traseras que parecía cubrirlos del frío. Pero lo que más le llamaba la atención era que caminaban en dos patas. Era una habilidad que si bien él conocía, le resultaba muy incómoda de practicar.



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En el texto hay: invierno, magia, magia y amor

Editado: 12.06.2025

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