Cuentos de La Tata

Una esposa ejemplar

"Si bien es cierto que un juramento se debe cumplir, alego a mi favor que fue exactamente lo que hice durante casi 13 años. Eramos muy jóvenes cuando nos presentamos en el altar e hicimos nuestros votos. Y en la medida de lo posible, ambos nos esforzamos por llevar un matrimonio medianamente bueno.

Cuando una se casa, jura amar y respetar en las buenas y en las malas hasta que la muerte decida llevarse a uno de los dos; y eso fue lo que hice hasta que él día en que él partió. Me duele despertar cada mañana y no verlo a mi lado. Teníamos nuestros problemas, y algunas veces discutimos, pero siempre procuramos llevarnos bien por encima de todo.

Nos apoyamos mutuamente cuando cada uno decidió estudiar su carrera de derecho, y trabajamos duro por mantener nuestra relación aflote aún con el poco tiempo que la universidad y nuestros empleos nos lo permitían, porque ustedes saben que los cargos públicos y el mundo de la política absorben demasiado.

Lastimosamente, nunca tuvimos hijos. Después del embarazo y la pérdida de nuestro primer bebé, mi útero quedó inservible. Sin embargo, él se esmeró por cubrir ese vacío y trató de hacerme feliz. Me quería, de eso no había duda. Y yo a él también. Él fue responsable y tierno, y yo por mi parte, fui atenta, leal e incondicional. Fui una esposa ejemplar, y él, un esposo de admirar. Casi siempre.

- Eso no contesta a la pregunta que le hice - dice la fiscal secamente - ¿por qué lo mató?

Me molesta el tono con que me habla, pero respiro hondo y le respondo.

- Descubrí que me engañaba con alguien - respondo tranquilamente.

- ¿Y por eso decidió matarlo y enterrarlo en el patio de su casa? - pregunta ella sorprendida y al mismo tiempo asqueada por la frivolidad con que respondo sus preguntas. 

- No tuve más opción que halar del gatillo - añado sin ninguna muestra de arrepentimiento. 

La fiscal anuncia que no hará más preguntas, ya que mi confesión es más que suficiente. La jueza se muestra más que segura que en una sesión más podrá dar su veredicto. No sólo he confesado, sino que hay infinidades de pruebas de mi culpabilidad. Es una condena segura; sin embargo, pido la palabra una vez más.

- Señora juez, sé con quien me engañaba mi marido, y tengo prueba de ello. 

Todos en el lugar murmuran entre sí extrañados. Seguro creerán que estoy desquiciada por pensar que tal afirmación podría salvarme. Y sí que lo hará. Miro fijamente a su señoría, y poco a poco noto como su semblante cambia de seriedad y firmeza, a uno de total nerviosismo.

- ¿Cómo dice? - pregunta confundida.

Le sonrío, y le hago gestos con mis ojos, cejas y labios diciéndole que sé que me ha escuchado y que no necesita que lo repita. La jueza dice unas cuantas cosas más, y de forma apresurada, da fin a la sesión. Mi abogado me sonríe. Ganamos. Sin duda, me declarará inocente.

Haber movido mis fichas para fuese ella específicamente la que juzgara mi caso fue una de mis mejores estrategias, y el que fuese hoy una sesión a puerta cerrada lo hace aún mejor; pero, la jueza sabe que la próxima sesión no contaremos con tal suerte. Mi mirada cómplice dándole a entender que era su marido quién andaba con el mío, la hizo cambiar de opinión. Ella lo sabe tanto como yo, y no puede arriesgarse. Después de todo, ¿qué candidato presidencial quiere un escándalo en vísperas de elecciones?



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En el texto hay: humor negro, realismo oscuro, terror suspenso y sangre

Editado: 10.04.2024

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