Cuentos de La Tata

Sobrepensamientos

Él está a la distancia. Una gran distancia. Siempre lo está. Siempre lo ha estado. Siempre lo estará... Y yo le miro de lejos. Le admiro de lejos. Le admiro en silencio. Y suspiro por él. Pero es mejor así. Si se acercara tendría que hablarme. Y luego yo tendría que hablarle. Y hablar no es mi mejor habilidad. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. Como nunca será que él pueda admirarme. Que él me pueda mirar. Que siquiera pueda notarme... Soy invisible a sus ojos. A esos ojos que me fascinan. Ojos que me derriten. Ojos que me hipnotizan. ¿Ojos que ahora me miran? ¡No puede ser! Sus ojos me miran. Sus ojos me escudriñan. Sus ojos buscan algo… en mí. Y sus cejas se arquean. Me ha pillado mirándole. ¡No puede ser! Esto es vergonzoso. Esto está mal. Creerá que lo critico. Creerá que soy una desvergonzada acosadora. Que no tengo escrúpulos para quedarme viéndole. Esto está mal. Y se poner peor. Porque ahora ha emprendido el paso. Viene en dirección hacia mí. ¡Viene hacia mí! ¡Oh! Si viene me hablará. Y yo deberé hablarle. Y hablar no es mi mejor habilidad. ¡Y voy a arruinarlo! Arruinaré mi única oportunidad. La oportunidad de conectar con él. De acortar la distancia. De romper este silencio. ¡Este maldito silencio! O quizá… viene a reclamarme... Reclamar por qué le miro tanto. El por qué le admiro tanto. ¡Y se dará cuenta de lo que siento! Y me hallará patética. Me hallará tonta. Y se reirá de mi. Se reirá de mis sentimientos. Me llamará absurda. Me dirá que no tengo el derecho. Y será mi fin...

No debo permitirlo. No debe saberlo. No debo responder sus preguntas. No debo hablarle. Ni permitir que me hable. No debo dejar que se acerque. No debo estar cerca de él. Me iré de aquí. Me iré lejos. O quizá sólo al baño. O a la barra. Le avisaré a Margarita. Pero mis pies no se mueven. Mi boca tampoco. No salen las palabras. Tampoco los pasos. Y él ya está aquí…

- ¿Bailarías conmigo? – me pregunta directamente.

No fluye mi respuesta. No salen mis palabras. Sólo le miro estupefacta. Sólo le observo anonadada. Y él lo nota. Me mira extrañado. Y frunce el ceño. Me mira. Pero no como yo le miro a él. Como siempre le he mirado a él. Y quisiera decírselo. Quisiera confesárselo. Pero no me salen las palabras. Porque hablar no es mi mejor habilidad. Y él se da cuenta. Porque la respuesta a su pregunta no llega. Y él sonríe. Y yo agacho mi cabeza. Lo he arruinado. Soy absurda. Soy patética. Soy ridícula. Es mi fin. Y lo confirmo. Porque ahora invita a mi amiga. Y ella acepta encantada. Y se va con él a la pista. Y yo le miro partir con ella. Le miro desde mi distancia. La distancia a la que siempre he estado. La distancia que siempre estaré.




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