Cuentos de la vida misma

Héroe

Cuando llegaron al club, Arturo estaba eufórico. Había recibido una condecoración por el rescate de los rehenes. Él era un policía de acción, estaba hecho para eso, tenía esa áurea de héroe; pero, además, él buscaba esas acciones. En el club se hizo famoso porque, mientras estaba franco de servicio, cenando con su familia, evitó un robo enfrentándose a tiros con los ladrones y abatiendo a dos de ellos. Ahora, mientras celebraba con sus compañeros, pasadas las 12 de la noche y con poca gente en el local, ingresó un oficial del ejército, vistiendo de civil, con la pistola en mano, en evidente estado etílico y vociferando: "tengo ganas de echar plomo". Arturo fijó la vista en él. Lo siguió con la mirada cuando fue a la barra a tomar una cerveza. Lo siguió viendo cuando se dirigió a la puerta de salida. Cuando este se detuvo un rato en la puerta viendo hacia afuera, Arturo, el policía, el héroe, se colocó rápidamente detrás de él y le apuntó con su pistola pidiéndole qué bajara su arma; el militar reaccionó rápidamente por instinto y con su mano empistolada se apartó la pistola de la nuca y al mismo tiempo disparó atravesando la bala de hombro a hombro en la humanidad de Arturo, quien cayó al instante y murió minutos después ante la perplejidad de los presentes y del propio militar, que simplemente era un fanfarrón. Arturo vivió como héroe, pero murió muy temprano, precisamente por siempre por buscar esa heroicidad



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En el texto hay: microrrelatos, aventura, vida cotidiana

Editado: 26.11.2024

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