Cuentos de la vida misma

El hueco

Iba yo en carretera, manejando, solo, muy contento por ir a mi casa. Salí a las 9 de la noche y calculé que ya a las 12 estaría con mi familia, aunque, de seguro, cuando yo llegara ellos estarían durmiendo. Realmente esa era mi hora ideal para salir de viaje, me gustaba esa hora porque era fresco el ambiente, contrastando con el infernal calor que hacía durante el día, aunado a esto, yo no tenía aire acondicionado lo que hacía que viajar durante el día fuese más sacrificado; pero, además, mi esposa y mis hijos no se esperaban que yo saliera a esa hora, por lo que que al llegar seria sorpresivo para ellos, ese era otro incentivo. Otra ventaja de la noche es que el tráfico era escaso lo que me permitía aumentar la velocidad de mi vehículo, me parecía fascinante correr y ese era el momento ideal para hacerlo.

El viaje iba muy bien, yo estaba concentrado escuchando a Andrea Bocelli; sin embargo, noté algunos huecos en la vía medio extraños, mas que huecos algunos eran troneras o asemejaban cráteres lunares. Parecía que alguien con una pala o un martillo neumático hubiese cavado en el asfalto, justo en el medio del canal de circulación de los carros, cabe destacar que en esa va habían ocurrido recientemente una serie de accidentes y robos, sobre los cuales yo no había pensado hasta ese preciso momento .

De repente, en la soledad del camino, a varios kilómetros de cualquier negocio o vivienda, me conseguí uno de esos inesperados huecos. reconozco que iba yo muy rápido, por lo que no chance de esquivarlo, caí de lleno con uno de los cauchos y este explotó con el impacto. Como pude maniobré y el carro no derrapó, ni se salió del camino, tampoco me paso por la mente detenerme, en ese momento las noticias de los robos en esa carretera estaban fresquitos en mi memoria. La adrenalina se me disparó y el instinto de supervivencia se me activó. Comprendí que esos huecos alguien los hacía para provocar accidentes y robar a los viajeros. A pesar de que no se veía nadie en los alrededores, yo sabía que los malhechores estaban escondidos, agazapados, como los depredadores cuando andan de cacería.

Decidí avanzar cuanto pudiera con el caucho así; pero, mientras seguía en la vía, hice maromas para abrir desde adentro del carro el maletero y sacar gato y llave de tuercas. Cuando tuve eso en mano y después de avanzar unos 7 km del hueco, me detuve y me bajé rápidamente, monté el carro sobre el gato , saque el caucho de repuesto y lo cambié en menos de 2 minutos, parecía un mecánico de formula 1, la adrenalina hizo su trabajo. No me dio chance de montar el caucho malo en el carro, lo deje tirado a un costado de la vía. En lo que arranqué de nuevo la adrenalina fue bajando y el cansancio extremo, el dolor de brazos, piernas y cabeza se apoderó de mi, además de la certeza que me había salvado de la muerte y de que más nunca cometería la locura de viajar de noche



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En el texto hay: microrrelatos, aventura, vida cotidiana

Editado: 13.11.2024

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