Mi abuela era blanca de piel, su familia tenía negocios, era gente con cierta posición económica que le permitía tener un estatus social en la ciudad. Mi abuelo se vanagloriaba de ancestro que eran aristócratas en el periodo colonial, aunado a esto, era orgullosamente blanca y por demás esta decir que era racista y clasista. Mi abuelo y mi abuela eran muy parecidos, sus hijos fueron criados con ese espíritu de clases, estudiaron en colegios para caballeros los varones, para señoritas las niñas. Iban a la catedral a misa los domingos y tenían sus puestos exclusivos en las primeras filas del recinto, junto a las familias de alcurnia
En cierto momento, el dinero fue decayendo, pero no así el orgullo, ni la discriminación a los demás. Los colegios de los muchachos ahora eran los liceos públicos regentados por el Estado, los viajes a la isla fueron cambiados por visitas al balneario del rio en la ciudad, las visitas al campo a montar caballo cesaron y solo se limitaron a salir a la plaza mayor a escuchar la retreta los sábados y domingos a las 6 de la tarde.
Mi madre que era la última de los hijos de este, a su manera, feliz matrimonio, vivió poco la bonanza económica. Ella, de tez muy blanca, vivió una niñez y adolescencia sin derroche de dinero, diría más bien con lo justo, eso le permitió estar más cerca de personas de menor posición social qué ellos. Sus amigos eran muchachos y muchachas del barrio, hijos de trabajadores de hacienda, de simples pescadores, de comerciantes itinerantes. Ella era muy sensible ante las calamidades económicas de sus amigos y en ella era nulo ese aire orgulloso y prepotente que si compartían padres y hermanos.
Al salir del liceo, ya cumplidos los dieciocho años y contra la voluntad de la abuela, ella se enamoró de un muchacho de muy buen corazón, mi abuelo, a quien realmente la adoraba; pero había un serio problema, mi abuelo era de tez oscura y peor aún, era pobre. su padre era un peón de hacienda, su madre lavaba y planchaba, incluso, hace un tiempo atrás, cuando el dinero abundaba, lavó en casa de mi madre. Ese fue un horror para mi abuela materna. La familia trató de separarlos por todos los medios. Mis tíos amenazaron a mi padre con matarlo si no se alejaba; pero mi padre era como quien dice, muy zalamero y, entre tantas discusiones se hizo amigo de sus futuros cuñados, quienes vieron en él a un tipo bien intencionado, alegre y que amaba a mi madre.
Con reticencias de mis abuelos, ambos pudieron casarse. Mis padres eran muy felices y era público y notorio esa felicidad. Mis abuelos los toleraron, los prejuicios no desaparecen de un día para otro. Con el matrimonio llegaron los hijos y con eso el escrutinio familiar. Primero nació mi hermana, entonces mi abuela, con su característica prepotencia y misoginia se limitó a decir: “blanca, pero niña”. Luego vino mi hermano y dijo: “varón, pero negro”. Menos mal que murió porque luego nací yo y resulta ser que sali negra y hembra