Cuentos de la vida misma

Embrujado

El Capitán Quintero llegó al puesto fronterizo, tenía estar estipulado estar ahí por 45 días. Era la primera vez que salía de la ciudad y tenía mucha expectativa por esta, que el consideraba, nueva aventura. Su nuevo destino quedaba en plena selva a 16 horas de la capital. Quintero tenía mucha experiencia, pero en trabajos burocráticos, en cambio, en este tipo de situaciones su experiencia era nula. En lo que llegó lo primero que hizo fue poner orden, el estaba obsesionado con el control y uno de los puntos que más afectó era lo relativo al contacto entre soldados y la población. El Capitán quería cortar esa relación, aunque la Base estaba en medio del pueblo y era parte del pueblo. A regañadientes se cumplieron sus disposiciones; pero una viejita acostumbrada a comer en el puesto con los soldados y a ayudarlos en diversas tareas domésticas, no se había enterado de esos cambios y siguió asistiendo como de costumbre, con la complicidad de los soldados que la querían mucho. Quintero, en lo que la vio la corrió del puesto a empujones ante el asombro de todos, la opinión general es que se excedió con el mal trato a esa pobre señora. La viejita al salir, furiosa por el atropello al que había sido víctima, lo maldijo en su lengua indígena y en castellano, además le hizo unas señas un tanto extrañas con la mano, que dejaron a todos desconcertados. El Capitán no le prestó atención y se hizo el duro ante las advertencias de algunos transeúntes quienes le dijeron que esa señora era una bruja de las poderosas. Sin embargo el temor se sembró un poco dentro de él. Ese día le costó conciliar el sueño. Aunque no lo quiso admitir, estaba preocupado por la situación con la viejita.

La siguiente noche vio una silueta, que parecía ser de una mujer. Esta mujer estaba arrojando algo en la entrada del puesto, él pensó que seria sal; pero, cuando fue corriendo a la entrada la silueta se desapareció, los soldados le dijeron que no vieron a nadie, pero cuando él revisó en el piso habían rastros de sal. La siguiente noche observó, arriba del techo de su habitación, un ave inmensa, que a él le pareció que tenía la silueta de la viejita. Todo el mundo vio el ave, pero más nadie encontró semejanzas entre la viejita y el pájaro. La siguiente noche escuchó voces afuera de su cuarto, cuando salió no vio a nadie, dio una vuelta por todo el puesto y no dio con la persona que pudo estar fuera de su habitación; sin embargo al entrar a su cuarto revisó por todos lados y debajo de la cama estaban dos machetes cruzados. Salió como loco de la habitación, sacó a todos los saldados de sus dormitorios y empezó a sancionar a todos por permitir que alguien estuviese empeñado en asustarlo. Además de eso, estaba convencido que la viejita tenía un cómplice adentro para hostigarlo a él.

Ahí comenzó la verdadera paranoia. No durmió en siete días, no entraba a su habitación, se hizo acompañar por una escolta de 3 personas que lo acompañaban hasta para el baño. Incrementó las guardias y nadie durmió más. Llevó un cura a santiguar el puesto, trajo un pastor evangélico para leer la biblia y, no conforme con eso, llevó un brujo para contrarrestar cualquier maleficio. Todo esto llegó a oídos de sus superiores, quienes al comprobar el comportamiento errático de Quintero, decidieron relevarlo y se lo llevaron a la capital, donde fue internado en un sanatorio para tratar problemas mentales . Él se fue feliz, pensó que la distancia le quitaría el embrujo y podría volver a dormir.



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En el texto hay: microrrelatos, aventura, vida cotidiana

Editado: 13.11.2024

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