Siendo el segundo de cinco hijos de un matrimonio de profesionales, el aprendió de pequeño que tenía que buscarse su lugar y ganarse el afecto de la familia. Los ojos de su padre estaban concentrados en el hijo mayor, que a él le llevaba un año, su madre lidiaba con los dos más pequeños, por lo que él, y el hermano que lo seguía fueron prácticamente criados por la abuela, quien al morir, cuando el tenía 10 años los dejó huérfanos de afecto.
Nuestro protagonista fue quien más sintió esa pérdida, el resto de su vida buscó por todos los medios llamar la atención y ganarse el afecto y la aceptación de los demás, su vida estuvo signada por esta carencia. Era un buen jugador de beisbol, animaba y cantaba en fiestas, declamaba en actos de la escuela, no era muy inteligente ni aplicado en los estudios, pero era atento con los maestros, echador de vaina con sus compañeros, siempre dispuesto a meterse en todas las actividades del colegio y del barrio en donde vivía, siempre tenía algo que hacer en las actividades culturales y deportivas.
Sin embargo, ni así llamo la atención del padre, quien estaba muy orgulloso de su hijo mayor quien cada año ganaba premios como el mejor alumno del colegio. y a quien todos decían que tenía un futuro promisorio. Él se la llevaba bien con su hermano, pero le envidiaba la atención que este tenía.
Cuando le tocó ingresar a la universidad, sabiendo que su padre era admirador de los militares, quiso ingresar en la escuela de la marina. Su otra opción fue intentar ser jugador de beisbol profesional, pero no tenía los condiciones deportivas suficientes para ello. El padre, inmerso en la política local, habló con un diputado amigo y logró que lo aceptaran, pese a que no quedó en las pruebas de admisión.
Ya dentro de la milicia mantuvo la misma actitud de procurar ganar la aceptación de los demás, de hacerse notar. En ese entorno esa actitud le resultó exitosa, porque compensó sus deficiencias profesionales con la atención a superiores y subalternos. Por fin encontró un sitio ideal para él, un sitio donde su actitud lo hizo destacar y donde fue aceptado. Su ascenso en este medio, donde más que meritocracia, se premia la disposición del oficial, le procuro un ascenso meteórico. Su capacidad de hablar, aunque fuesen cosas fantasiosas, le dio una áurea de inteligencia qué en ningún otro sitio hubiese tenido
Su futuro pintaba glorioso, porque en nuestras repúblicas bananeras, vale más el parecer que el ser, vale más la apariencia que la sustancia de las personas; el populista y el carismático esta un escalón por encima que el preparado, que el inteligente. En esas circunstancias, nuestro protagonista tiene como límite el cielo para conseguir lo que quiera; pero ¿hasta donde llegara su suerte? ¿su carisma le bastará para llegar a la cima? y al estar en la cima, ¿esa necesidad de buscar afecto, aceptación y esa falta de aptitudes profesionales no lo harán presa de otras personas o nublarán aún más su juicio?