Cuentos de la vida misma

La fiesta Fantasmal

Joel estaba de guardia en el liceo militar. Una guardia sencilla, pero a unas horas en la que todos están mas dormidos que despiertos, su servicio iba desde las 11 pm hasta la 1 am. El puesto estaba al lado del comedor de oficiales y consistía en vigilar una de las puertas de servicio del instituto. Le correspondió la guardia un día sábado y, como estaba previsto, al asumir la guardia Joel, un niño de 14 años, estaba que se caía de sueño.

Treinta minutos después de estar en su puesto, vio pasar a varios mesoneros frente a él, iban de la cocina al comedor de oficiales. Bandejas de tequeños, empanaditas, pastelitos de queso y carne, galletas con distintos tipos de salsas y bolitas de carne, desfilaron frente a él, que, como todo cadete, más aún a esa hora, tenía un hambre atroz. Decidió Llamar a uno de los mesoneros y le pidió que le diera unos pasa palos, este lo miro de arriba a abajo, como extrañado de que le dirigiera la palabra, no le contestó nada y siguió su camino. Joel se quedó pensando en lo falta de respeto que era ese mesonero, al que siguió viendo después con otras bandejas

No le extrañó la fiesta, siempre habían ese tipo actividades, pero si le extrañó que terminara temprano y que cuando recibió el servicio nadie le advirtió del evento. Normalmente le decían a los cadetes que evitaran estar cerca de ese sitio cuando habían fiestas.

Cuando el cadete observó que efectivamente había terminado todo, apareció el rondín, que era un cadete un año superior a Joel, y que iba a supervisar su servicio. El cadete Joel le comenta, como quien no quiere la cosa, que la fiesta terminó temprano. El rondín, con una expresión entre intrigado y asombrado le respondió: “Nuevo, tu debes estar dormido, aquí no hubo fiesta”.

Esas palabras dejaron pasmado a Joel, quedó en shock. Al terminar el turno, cuando los reúnen para que luego todos se vayan a dormir, preguntó al resto de los cadetes que tenían servicio en su mismo turno, sobre si alguno sabía de la fiesta, o si habían visto a los invitados o a los mesoneros. La respuesta de todos fue negativa, nadie vio nada parecido a una fiesta.

Joel no quería quedarse con esa respuesta. Al día siguiente siguió preguntando. Buscó la manera y logró abordar a todos los oficiales, quienes eran los que normalmente organizaban estas actividades, a todos preguntó si alguno de ellos había organizado o asistido a una fiesta, el sábado en cuestión. De todos obtuvo una respuesta negativa. Necesitado y obsesionado por conseguir alguna información lógica o alguna pista de lo que pasaba, Joel desplegó todo su entusiasmo en averiguar este misterio. El develar la veracidad de la fiesta fantasmas se volvió el centro de su vida en el liceo. Ante tanta evidencia que obtuvo de las conversaciones con profesores, oficiales y cadetes, sospechó que presenció un evento sobrenatural y, a partir de ese momento, empezó a levantarse a diario, a media noche, para pararse frente al comedor de oficiales con el fin de esperar a que pasaran los mesoneros con las bandejas de pasa palos



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En el texto hay: microrrelatos, aventura, vida cotidiana

Editado: 13.11.2024

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