Los conflictos políticos hacía mucho tiempo atrás habían polarizado a la población, pero ahora, era toda la sociedad la que estaba enardecida, la crispación política era tal que se esperaba un estallido social inminente, la sociedad estaba en la calle. En ese estado, la represión estatal es el pan de cada día, esta es brutal, no se distinguen rasgos, raza, genero, ni siquiera filiación política, todo el mundo es sospechoso de querer tumbar al gobierno y, por lo tanto, todos son posibles víctimas de la represión estatal.
Sin embargo, la vida debe continuar, la población debe buscar su sustento. El pueblo no puede olvidarse del trabajo y de la escuela, las necesidades del hogar no paran y esta realidad frena un poco esa efervescencia que estaba en el ambiente. No queriendo decir esto que ya la situación está en paz, en calma o que el conflicto se solucionó, todo lo contrario, mientras el pueblo espera esa chispa que vuelva a encender todo, el gobierno afina sus métodos para que el temor venza a la insurrección.
Pero una de estas personas que continúa su vida, que esta en pos de su sueño es Carlos. Este joven de 16 años, sin filiación política, solo está preocupado por sus estudios y por hacer deportes. Él, ajeno a los acontecimientos a su alrededor, cuando observa todo más tranquilo, habla con sus padres para retomar a sus practicas de béisbol. Asiste a clases en la mañana, de ahí va en las tardes a su practica de beisbol y regresa a casa a las siete de la noche. Carlos sabe lo que pasa en el país, pero se siente seguro porque el es menor de edad, es un adolescente, además es estudiante y deportista y, lo más importante, no está haciendo nada malo.
Después de tres días retomando su rutina, esa tercera noche Carlos no regresó a casa. El mundo de la familia empezó a tambalearse. Desde esa misma noche sus padres y hermanos salieron a buscarlo por las rutas por las que él transitada. Recorrieron muchas veces escuela y el estadio, fueron a casa de amigos y familiares. En la mañana sus padres lo buscaron infructuosamente en hospitales, policía y hasta en la morgue, fue un día de sufrimiento ante la desaparición de un ser querido. La incertidumbre de de no saber donde se encontraba Carlos estaba acabando con su familia.
Al día siguiente aparece la noticia en radio, prensa y televisión que Carlos esta apresado acusado de terrorista. Lo capturaron en la noche portando un arma contundente, lo que fue suficiente para comprobar que era parte del grupo terrorista que protestaba contra el gobierno. Sus padres buscaron información del sitio de detención y del porqué de la acusación. Nadie les decía nada, recorrieron muchas estaciones policiales sin recibir respuesta hasta que llegaron a la sede de la policía política. Lo primero que hicieron ahí fue acusarlos a ellos de ser malos padres, de criar a un traidor a la patria y los amenazaron con apresarlos. Cuando por fin le dijeron el motivo del arresto, quedaron perplejos. La acusación se debía a que unos policías lo agarraron con un bate de beisbol.
Carlos no se libró de la cárcel, porque la fiscalía no aceptó que este era solo un deportista y el bate su implemento para la practica. Pese a ser menor será juzgado como adulto. No le permiten visitas, no le permiten contratar abogado, nadie sabe cuando es la audiencia, ni cual es la acusación formal. Sus padres están desesperados porque saben que es un niño y que no ha hecho nada, el solo estaba regresando a casa de su practica deportiva