Cuentos de la vida misma

Depresión

Durante los últimos 6 meses su padre se fue deteriorando. Él lo veía poco, vivían en ciudades distintas y su trabajo tampoco le permitía visitarlo más a menudo. Su padre atribuía su propio adelgazamiento a que ahora estaba caminando en las mañanas y que comía más sano. Él quiso creerle, aunque algo dentro de sí mismo, esa conciencia o sexto sentido que todos tenemos, le decía que algo pasaba con su padre. Lo cierto es que muchos celebraban que estaba más flaco y él seguía con ese espíritu vivaz, extrovertido, un tanto dicharachero y esa lucidez mental que lo caracterizó toda la vida; pero por dentro algo si pasaba, la muerte de su hermano, pocos meses atras, el tener que lidiar con la policia para lograr la captura de los asesinos, en la que prácticamente él hizo la investigación, los ubico y hasta llevó a la policía al sitio donde se escondían; el ir a juicio y testificar y todos los problemas que llevan estas situaciones, le estaban carcomiendo el alma, muy lentamente, silenciosamente. Finalmente, el padre enfermó, no parecía nada grave, pero no caminaba bien y decidió utilizar un bastón que tenían en la casa, ya que hacía veinte años atrás, él tuvo un accidente y lo uso durante la rehabilitación. El hijo lo llamó para preguntar como se sentía. El padre, como siempre, le dijo que estaba muy bien, que ya estaba bastante mejor y que solo con reposo y quizás con terapia se resolvería, pero sí le preguntó cuándo vendrías a visitarlo. El hijo respondió que pronto, pero no prestó atención porque creía que estaba bien. El médico examinó al padre y concluyó que no tenía nada grave, terapia y unas pastillas le recetó para que todo volviera a la normalidad. Pasando los días nada mejoraba, ya no era un bastón que usaba, sino que no podía caminar. El médico no encontraba explicación y pidió que lo llevaran a un psicólogo. El padre siempre le decía al hijo que él se sentía bien, que quizás era la vieja herida del accidente la que estaba causando problemas. El psicólogo habló con él; pero, literalmente hablaron, parecía que dos amigos se consiguieron en el banco de la plaza y empezaron a conversar de política, literatura y hasta de deportes. El psicólogo dijo que el padre estaba muy bien, no encontró ningún problema. El hijo tenía mucho trabajo para visitarlo, lo llamaba dos o tres veces por semana y una y otra vez el padre decía que se sentía muy bien física y mentalmente, aunque se estaba desplazando en sillas de ruedas. El psicólogo y el médico siguieron viéndolo periódicamente y mantuvieron cada uno su posición que el padre estaba bien y ciertamente, en determinado momento, parecía que estaba mejorando, se paró de la cama, luego empezó a caminar con bastón. Un amigo terapeuta le recomendó caminar en una piscina y asi empezó a hacerlo. Posteriormente, parecía que mejoraba, caminó sin bastón, incluso empezó a salir manejando su carro. Cuando la mejoría era notoria llamó al hijo y le comentó lo bien que se sentía, también le preguntó al hijo cuando lo visitaría, el hijo por fin dio fecha, le prometió que en una semana iría a verlo. El padre estaba muy contento, siguió con sus ejercicios diarios. Cierta mañana se levantó, tomó su carro y salió a hacer unas compras, faltaban dos días para ver a su hijo. Por casualidad pasó por el hospital donde regularmente lo examinaban, justo enfrente le dio un infarto, no se pudo hacer nada y el padre murió sin ver a su hijo



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En el texto hay: microrrelatos, aventura, vida cotidiana

Editado: 13.11.2024

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