Cuentos de la vida misma

Contrabando

Contrabando

La situación social, política y económica del país no invitaba al optimismo, todo lo contrario, la desesperanza, el hambre y la tristeza era lo que imperaba en la sociedad, todo esto provocado por los salarios de miseria, los pocos puestos de trabajo disponibles, la escasez de productos básicos, aunado a una crisis energética inconcebible para esta nación, otrora potencia energética en el mundo; además de esto, la hiperinflación, que tenía más de un año desatada, hacía que el dinero se depreciara muy rápidamente. Ante esta situación crítica, el sentimiento generalizado de la población era de absoluta impotencia por no tener los medios para garantizar, al menos, la comida diaria.

Bajo este espectro pesimista se encontraba Luis, un ingeniero mecánico, con 10 años de graduado, trabajador de la hidrológica del estado, con un puesto digno a sus conocimientos y a su experiencia que, sin embargo, tenía que hacer milagros para mantener a su esposa y tres hijos pequeños, ya que su sueldo no compensaba el esfuerzo que realizaba. Era imposible que Luis mantuviese cierta estabilidad económica, ya que apenas cobraba su paupérrima quincena, lo único que podía hacer con ella era comprar dos harinas de maíz, 2 arroz, una pasta y pudiese ser que uno o dos pollos enteros, Luis no podía hacer más nada con su dinero.

Tenía deudas en el colegio de sus hijos, el carro lo tenía a medio andar, pero tampoco lo sacaba porque no tenía como surtir combustible, no tenía para la merienda de sus hijos en la escuela, debía el alquiler de la casa, la luz, el agua, el internet, hasta le debía a la señora de la bodega que antes le daba algunas cosas fiadas; sin contar que ya varios amigos no le dirigían la palabra porque no les había pagado dinero prestado.

Luis no podía darse el lujo de comprar absolutamente nada, mucho menos de ahorrar. Tampoco contaba con el sueldo de su esposa, esta era maestra y lo que ganaba era incluso más bajo que lo de su marido, tanto era así, que ella solo podía comprar, cinco panes canilla, jamón y queso, para comer algo distinto durante el mes, pero esto solo podía hacerlo el día en que cobraba.

Ante esta situación a Luis se le ocurrió, como medida desesperada, ir a comprar algunos productos en el país vecino, cuya economía estaba mucho mejor y podría conseguir las cosas que en su propio país no encontraba. Él vivía a unas ocho horas de la frontera, pero valía la pena el sacrificio si de esa manera lograba llevar la comida a la casa y quizás pagar alguna deuda. Pero era realmente un sacrificio lo que tenía que hacer ya que, para comenzar, necesitaba que sus padres le prestaran dinero para cambiar los cauchos, hacer servicio al carro y arreglar cualquier desperfecto que le impidiera hacer el viaje. Además de eso, tenía que pedir el adelanto de prestaciones de la empresa y el pago de las vacaciones para poder reunir algo de dinero con lo que comprar las mercancías. Sin embargo, Luis sentía que el dinero no le iba a alcanza; por lo que le pidió prestado a su compadre, uno de los muy poco amigos a los que aún no le debía dinero.

Con la ilusión a millón salió Luis con rumbo a La Línea, la ciudad fronteriza. Se fue solo, esperanzado en comprar lo suficiente para poder tener ingresos con los que mantener a los suyos, esperanzado en que fuese el primero de muchos viajes que le permitieran estabilizar su situación económica, esperanzado en que ese viaje significaría la luz que le permitiera salir de ese túnel oscuro en el que involuntariamente estaba metido.

Porque él creía que todo lo había hecho bien, el repaso de su vida le arrojaba que las cosas las había hecho como se debía, él estudió, se graduó, se dedicó a trabajar, fue responsable con sus funciones, no tenía vicios, no cometía actos de corrupción como otros compañeros que, cuando eran llamados a atender las reparaciones de alguna comunidad, exigían un pago aparte para atenderlos de forma expedita.

Sin embargo, pese a hacer todo como se debía, Luis sentía que había tocado fondo, las cosas no salieron como él pensaba que le saldrían. La rectitud y el buen proceder, con que había llevado su vida hasta ahora, no le habían dado fruto, por el contrario, él observaba que los deshonestos, que los aduladores, que los que se preocupaban únicamente en agradar a los jefes, lograban el éxito económico que a los bien portados se les negaba. Además de esto, Luis sentía que ya no tenía amigos porque con todos estaba endeudado, tampoco le quedaban medios honestos para obtener dinero, por todo esto, este viaje se convirtió en su último recurso.

El viaje de ida fue rápido, Luis solo se detuvo a echar combustible. Al llegar a su destino fue directo a comprar lo que creía que se vendería más rápido. Compró comida, mucha comida, compró refrescos, entre otras bebidas, también se llevó 10 cajas grandes de cigarrillos, que era uno de los productos que más se buscaba. Las cuentas que sacó le indicaron que vendiendo todo esto a un precio razonable, podría devolver lo que le prestaron para el carro y le quedaría lo equivalente a 12 meses de sueldo. Calculaba que con la mitad de lo recaudado haría un buen mercado y con la otra mitad volvería a hacer un viaje ahora para pagar las deudas viejas.

Esa noche durmió en la frontera, al lado de un puesto policial, dentro del carro, ya que no podía darse el lujo de dormir en un hotel y descuidar la mercancía. Ese momento, al lado del puesto policial, lo aprovechó para preguntarle a los policías si había algún problema en llevar todo lo que compró. Estos le dijeron que no, que muchas personas venían a La Línea a comprar productos y se llevaban mucho más de lo que él tenía en el carro.



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En el texto hay: microrrelatos, aventura, vida cotidiana

Editado: 31.01.2025

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