En una pequeña ciudad cubierta de nieve, una atmósfera de alegría y celebración se respiraba en cada esquina. Sin embargo, en la casa de los Morelli , el joven Lucase estaba sentado junto al árbol de Navidad, con lágrimas en los ojos. Este año era diferente; su abuelo había fallecido recientemente, y el vacío que sentía en su corazón era más grande que nunca.
Lucas, con solo ocho años, no podía comprender del todo la pérdida. Recordaba con cariño los cuentos que su abuelo solía contarle, las risas compartidas y los abrazos cálidos. Mientras miraba las luces parpadeantes del árbol, cerró los ojos con fuerza y, con todo el fervor de su pequeño corazón, pidió un deseo. "Quisiera poder ver a mi abuelo una vez más," susurró.
De repente, el árbol de Navidad comenzó a brillar con una intensidad deslumbrante. Lucas abrió los ojos, sorprendido por la luz. En medio de ese resplandor, una figura se materializó lentamente. Era un joven apuesto, con ojos amables y una sonrisa cálida. Lucas lo miró con asombro; aunque era mucho más joven, no cabía duda de que era su abuelo.
El joven, confuso y desorientado, miró a su alrededor. "¿Dónde estoy?" preguntó, con una voz que a Lucas le resultó extrañamente familiar.
"Abuelo, eres tú," dijo Lucas con un hilo de voz.
El joven se agachó para estar a la altura del niño. "Soy Remigio , pero... ¿cómo me conoces?"
"Soy Lucas, tu nieto. Deseé poder verte una vez más, y el árbol de Navidad te trajo aquí," explicó Lucas.
Rubén, todavía desconcertado, decidió confiar en las palabras del pequeño. "Está bien, Lucas. Si esto es un sueño o algún tipo de magia, entonces debemos aprovecharlo."
Juntos, se aventuraron fuera de la casa, explorando el vecindario iluminado por luces navideñas. A pesar de la confusión inicial, Remigio y Lucas se entendieron como si no hubiera pasado el tiempo. Caminaron por las calles, admirando los adornos y las figuras de nieve. La magia de la Navidad parecía acompañarlos a cada paso.
Durante su paseo, encontraron una plaza donde se celebraba un baile navideño. La música llenaba el aire, y las parejas se movían al ritmo de villancicos. Remigio, siendo un amante del baile, sonrió y tomó la mano de Lucas. "Vamos a bailar, pequeño."
Lucas, un poco inseguro al principio, se dejó guiar por su abuelo. Remigio demostró ser un bailarín excepcional, sorprendiendo a todos con sus movimientos gráciles y enérgicos. Lucas se llenó de alegría, y juntos giraron y rieron bajo las luces de la plaza.
Pero el reloj no se detenía, y la medianoche se acercaba. Sabían que el tiempo de Remigio en ese mundo era limitado. Regresaron a casa, donde el árbol de Navidad seguía brillando intensamente. Remigio miró a Lucas con tristeza. "Lucas, debo regresar. No sé cómo, pero parece que este es el momento de despedirnos."
Lucas, con lágrimas en los ojos, abrazó a su abuelo con fuerza. "No quiero que te vayas, abuelo."
El árbol, como comprendiendo la situación, brilló aún más y otorgó veinte minutos adicionales a Remigio. "Tenemos un poco más de tiempo," dijo Remigio con una sonrisa.
Lucas corrió a buscar un pequeño paquete que había preparado. "Abuelo, esto es para ti," dijo mientras le entregaba el regalo.
Remigio lo abrió con cuidado y encontró un reloj antiguo, uno que había pertenecido a su abuelo. "Gracias, Lucas. Este reloj significa mucho para mí."
"Quería que lo tuvieras, para que siempre recuerdes este momento," dijo Lucas.
Remigio asintió y sacó un pequeño cuaderno y un lápiz de su bolsillo. "Tengo algo para ti también," dijo mientras comenzaba a escribir una carta.
Cuando el tiempo se agotó, el árbol comenzó a brillar nuevamente, indicando que Remigio debía regresar a su época. Con un último abrazo, Lucas y Remigio se despidieron. "Te extrañaré, abuelo," dijo Lucas.
"Y yo a ti, pequeño," respondió Remigio antes de desvanecerse en la luz del árbol.
Lucas despertó al día siguiente, dudando si todo había sido un sueño. Pero al lado del árbol encontró el cuaderno que Remigio había dejado. Abrió la primera página y leyó la carta que su abuelo le había escrito:
"Querido Lucas, este momento siempre estará en mi corazón. Aunque estamos separados por el tiempo, nuestro vínculo es eterno. Sigue siendo valiente y nunca dejes de soñar. Con amor, tu abuelo Remigio."
Lucas sonrió con lágrimas de felicidad. Sabía que, aunque su abuelo ya no estaba físicamente con él, su amor y sus recuerdos vivirían para siempre en su corazón. Esa Navidad, Lucas comprendió que la magia de la Navidad no solo está en los regalos y las luces, sino en los momentos compartidos y en el amor que perdura más allá del tiempo.
Desde ese día, Lucas atesoró el cuaderno y el reloj, símbolos de una noche mágica que siempre recordaría. Y cada Navidad, mientras miraba el árbol iluminado, se llenaba de gratitud y amor, sabiendo que su abuelo siempre estaría con él, en espíritu y en memoria.
Y así, la historia de Lucas y su abuelo se convirtió en una leyenda familiar, contada generación tras generación, recordando a todos que la verdadera magia de la Navidad reside en los corazones de aquellos que amamos.