Veníamos de regreso de nuestras vacaciones con mi esposo, el reloj marcaba las 22 horas con
58 minutos, la carretera estaba despejada e íbamos con las luces altas del vehículo, al
acercarnos a una curva vimos que una luz brillante venía en sentido contrario, mi esposo bajó
las luces, pero el otro vehículo no, cuando terminamos de girarla nos encontramos con una luz
muy fuerte sobre la carretera, ésta hizo que nos cegara por un momento, perdimos el control y
terminamos chocando contra un árbol al costado de la carretera.
El punzante dolor de cabeza y cuello me trajo de vuelta a la realidad, el reloj marcaba las 23
horas, pregunté a mi esposo si estaba bien en medio de una espesa oscuridad, pero no obtuve
respuesta, las luces del vehículo se habían apagado y el destello en el cielo desapareció.
Encendí la linterna de mi celular para revisar a mi esposo, pero no estaba en el vehículo,
tampoco había salido eyectado y mucho menos había bajado del auto, ya que las puertas
estaban todas cerradas. Me bajé a buscarlo, grité su nombre y nada, quise pedir ayuda y solo
mi alma vagaba por el lugar.
Llamé por teléfono a mi esposo y su celular sonó dentro del auto, todo era muy extraño
¿Dónde se había ido y qué había sido esa luz sobre la carretera? Después de haber llamado a
emergencias me atendieron y dieron los primeros auxilios mientras la policía me pedía
declaraciones de lo sucedido, uno de ellos incrédulo de lo que decía dijo: ¿No habrá huido?
Para mis adentros lo pensé, pero ¿En qué momento? No alcancé a desmayarme ni nada. A los
días siguientes se inició una exhaustiva búsqueda por el lugar del accidente donde también
participé, al cabo de una semana la búsqueda y rastreo se dio por terminada y cerraron el caso
como abandono en vez de desaparición. Estaba completamente indignada y triste por todo lo
acontecido.
Los meses pasaron y mis suegros dejaron de hablarme, pensaban que le había hecho algo malo
con una tercera persona que se llevó su cuerpo. Me dolía que pensaran eso de mí, así que
tomé distancia de ellos. Mi desempeño en el trabajo había bajado considerablemente, pues
claro, mi esposo desapareció y yo tenía que seguir con mi vida como si nada hubiese pasado.
Los años fueron pasando y mi historia se había convertido en una leyenda urbana, se
acercaban muchos medios de comunicación a entrevistarme, pero no a ayudarme, solo era
meter el dedo en la herida y recordarme aquella trágica noche. A veces tenía mensajes con
falsas noticias sobre su paradero, muchas veces viajé a varias ciudades para verificar si era
cierto o no, no podía dejar ningún mensaje pasar, aunque fueran bromas de gente
inescrupulosa, uno de ellos podría ser verdad.
Muchos años más habían pasado desde aquella extraña noche y justo hoy se cumplían 30 años
de su desaparición, en conmemoración decidí viajar a aquella carretera y dar por terminado
este capítulo de mi vida que me dejó literalmente sin ella. Llegué y me estacioné frente al
árbol donde habíamos chocado, era curioso, eran las 22 horas con 58 minutos como esa
noche.
Me bajé a gritarle al cielo lo infeliz que me había vuelto al haberme quitado lo que más amaba,
no alcancé a terminar de maldecir y la misma incandescente luz de hace 30 años me cegó
nuevamente. Cuando se oscureció a los segundos después el reloj del auto marcaba las 23
horas en punto. Desesperado y con dolor en la frente quise preguntarle a mi esposa si se
encontraba bien, pero no estaba en el vehículo, la llamé por teléfono ya que no la encontré
por los alrededores y este sonó al interior del auto, cuando llamé a la policía y llegaron a mi
ubicación rápidamente me reconocieron como el hombre que desapareció hace 30 años, luego
de un accidente provocado por una luz en el cielo.