Todos los días camino al trabajo y de vuelta a casa me topo con un mendigo. Siempre me sigue
con la mirada, lo noté porque su mirar se siente pesado. He pasado por su lado y nunca me ha
pedido dinero, lo he estudiado y a nadie más le pide, solo está ahí sentado acechando con la
vista. Una noche de lluvia volvía corriendo a casa, ya que el mal tiempo me pilló por sorpresa,
doblando en una esquina cerca de mi departamento él estaba ahí. Tropecé con sus largas
piernas estiradas en la acera. Caí de cara a un charco de agua, cuando volteé vi su rostro boca
abajo, lo insulté por haberme hecho caer y seguí mi camino.
Enojada y maldiciendo abrí la puerta y mi novio me recibió a carcajadas, había visto todo
desde el cuarto piso donde vivimos. Más enojada le dije que lo encarara en vez de burlarse de
mí. No iré a mojarme, dijo y entró a la habitación aun riéndose. Me asomé por el ventanal y
aún el mendigo estaba ahí, mojado y sentado como si no le importara nada, aún desde esa
altura me identificó, levantó la cabeza y me miró. Sentí el peso de su mirar en mis hombros,
me dio susto y cerré la cortina rápidamente.
Ese día llovió toda la noche y entrada la madrugada me levanté al baño, de curiosa me paré
frente a la ventana y lentamente corrí la cortina para ver si ese tipo raro seguía ahí. Grité tan
fuerte que mi novio dejó de roncar inmediatamente. ¡El mendigo está en el balcón! En un dos
por tres mi novio salió de la cama y revisó por si aún el hombre estaba por ahí. No hay nadie,
dijo molesto, vuelve a la cama, continuó. Más tranquila miré a aquella esquina de la calle y ahí
seguía el tipo ese. Me volví a acostar con una extraña sensación.
Al día siguiente salí de casa y caminé por la vereda del frente para no topármelo, pero para mi
tranquilidad, ya no estaba ahí. Llegando al trabajo lo vi en las afueras del edificio donde debía
entrar, estaba sentado sobre un pequeño muro, lo miré con recelo al pasar, este con una
sonrisa y mirada penetrante me siguió. No pude trabajar tranquila, tanto pánico tenía que me
quedé a almorzar en mi oficina, temía salir. Antes del final de mi jornada llamé a mi novio para
que me viniese a buscar, como justo ese día tenía día descanso le dio pereza salir. Le rogué que
viniera, que no quería volver a ver ese tipo afuera de mi trabajo, tranquila, que el tipo está en
la esquina de siempre, contestó.
Más calmada, pero acompañada del guardia salí del trabajo y efectivamente no estaba.
Mirando para todos lados caminé a casa y tuve precaución de hacerle el quite al mendigo. Pasé
lejos de él y de reojo noté que estaba sentado con la cabeza gacha. Entré al departamento, las
luces estaban apagadas y mi novio no contestaba mi saludo. Pensé que podría estar en el
baño, pero la puerta estaba abierta, entré al cuarto y acostado con los brazos tras la nuca
estaba este tipo bañado en la sangre de mi novio. Lo dejé sentado en la esquina, ahora serás
solo mía, dijo.