Llevaba un par de años mochileando por el país, ya estaba acostumbrado a caminar por
carreteras y pedir aventón y que me llevaran lo más próximo a mi destino. Había veces que me
tocaba dormir en casas de personas que me invitaban y muchas otras en mi carpa.
El aventón más extraño que me tocó presenciar en todo este tiempo fue a una pareja de
extranjeros, no sé de dónde serían porque su idioma era extraño, no era uno que pudiese
distinguir. Recuerdo que manejaban una furgoneta negra, se detuvieron y la mujer por la
ventana me llamaba con su brazo, corrí y me subí. La mujer volteó sobre el respaldar de su
asiento, se levantó los lentes de sol mientras masticaba chicle con la boca abierta y me dijo
algo que no entendí. Se miró con el chofer que supuse era su esposo y se rieron en un tono
burlesco, en ese momento no supe qué hacer, quería bajarme, quise decirles, pero no me
entenderían y además ya estaba oscureciendo. Les dije que iba a la ciudad más cercana, el tipo
me miró por el espejo retrovisor y se rio nuevamente, la mujer sacó un mapa de la guantera y
me mostró una ubicación en él, les dije que no iba para ese lugar, le apunté a donde quería ir
yo y una risa escandalosa salió de su boca. Tuve miedo en ese momento, ya había anochecido
cuando giraron hacia un camino de tierra entremedio del bosque. Con la voz quebrada les dije
que quería bajarme, no me dijeron nada por cerca de media hora, hasta que llegamos a una
pequeña cabaña que parecía abandonada. Se bajaron, abrieron la puerta de la cabaña y
encendieron velas, en todo ese momento intenté bajarme del vehículo, pero las puertas no
abrían. La mujer caminó hacia la furgoneta y abrió la puerta lateral, me tomó la mano y sonrió,
creo que quiso calmarme con eso, entramos a la cabaña y me senté en el sofá, el tipo estaba
sacando algunas herramientas de un bolso mientras tarareaba una canción.
La mujer empezó a bailar mientras caminaba hacia uno de los cuartos de la cabaña, al rato
volvió con una mujer joven que estaba amordazada y vendada y muerta de miedo. Me espanté
y al querer arrancar el tipo me hundió contra el sofá por mis hombros. A la joven la sentaron
en una silla y la amarraron a esta, debía estar bajo estupefacientes al parecer ya que no ponía
resistencia. El hombre se sentó a mi lado y con la cabeza me dijo que mirara a la chica.
La mujer empezó a tararear la misma canción que el hombre hace un rato y agarró una de las
herramientas fuera del bolso y empezó a golpear a la joven, cada vez con más violencia, estaba
congelado, quería tapar mis ojos o voltear mi cabeza, pero no podía, solo temblaba, el hombre
a mi lado aplaudía y reía jocosamente. Unos minutos después la joven cayó con silla y todo al
suelo, había muerto, ya no se movía ni emitía ruido alguno. La mujer se secó el sudor y sangre
en la frente y vino a besarse con su esposo, se tomaron de las manos y se fueron a otro cuarto.
Algo en mí me dominaba y no me permitía hacer movimientos, estaba petrificado viendo como
la sangre escurría hasta mis pies, al pasar de las horas solo atiné a untar mi dedo índice en la
sangre, la miré de cerca, la olí y tenía un olor que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda,
se sintió rico, como una cosquilla. Antes del amanecer por fin me pude levantar e ir al baño a
limpiarme, ya que me había orinado encima. Al salir del baño la mujer estaba en la sala con
mis cosas en sus manos y me señaló la salida, antes de salir me tomó una foto y dijo con un
acento español raro, si hablas, tú serás el próximo.
Salí y sin mirar atrás caminé hasta la carretera, aún no digería todo lo vivido, no tuve ni que
pedir aventón y un auto se detuvo. ¿Vas por aquí cerca?, me preguntó el chofer. A la segunda
vez le respondí que iba lo más lejos posible, necesitaba alejarme lo más posible de esos
sujetos. Permanecí callado casi todo el viaje hasta que me dormí como un tronco. Tuve un
sueño muy vívido donde caminaba por la orilla de la playa, el mar me mojaba los pies, los
muslos y luego la cintura, el cual se tornaba en sangre. El olor era igual al real tanto así que
podía saborearla. Desperté sobresaltado y grité: ¡Me bajo aquí!, del susto el conductor frenó
bruscamente y me golpeé la frente con el parabrisas. Me bajé rápidamente, corrí sin decir
nada hasta que la sangre en mi frente llegó a mi boca, era el mismo sabor que en mi sueño,
esto provocó un escalofrío en mi espalda. Cuando volví en mí me fijé que estaba en una playa,
con un pañuelo limpié mi herida y armé mi carpa. Ya dentro, me acosté y saqué el pañuelo
para olerlo profundamente. Esto me daba unas cosquillas que llegaban casi al orgasmo.
Un poco más allá se oían risas y música, me asomé y se veía una pareja sentada frente a una
fogata, me vieron y me llamaron, fui con dudas y miedo de que fueran la pareja de extranjeros.
Me invitaron unas cervezas y algo de comer, estaba hambriento y ellos borrachos. La comida
estaba deliciosa, pero le faltaba algo, agarré una de las rocas que rodeaban la fogata y se las
partí en sus cabezas. La sangre que brotaba emanaba un aroma hipnotizante en la que unté la
comida, ese era el sabor que le faltaba. Con ambas manos junté sangre y me la pasé por la
cara, junté un poco más y la aspiré, caí al suelo mientras tenía un orgasmo, el más placentero
de mi vida. Entré al mar para limpiarme y solo ahí me di cuenta de lo que acababa de hacer,
me daba asco, me había convertido en un monstruo asesino. Tomé mis cosas y hui del lugar.
A los días posteriores mientras me daban un aventón la radio comenzó a dar noticias sobre
asesinatos en varios lugares del país. Me andan buscando, pensé, anda un monstruo suelto,
dijo el conductor. Creí que se trataba de mí, pero luego dijeron que habían encontrado el
cuerpo de la joven en la cabaña del bosque y otros cuerpos, no hablaron de la pareja en la
playa. Me sentí aliviado hasta que pasamos cerca de un matadero de animales y un olor a
sangre en el aire me hiso agua la boca.
En la noche este chofer bajó a orinar en una solitaria parada de camiones, en ese entonces el
deseo había vuelto, tomé una herramienta que había en la cabina del camión y bajé a acabar
con él. Los hechos se repitieron tantas veces que ya había perdido la cuenta, la necesidad de
oler y sentir la sangre en mi paladar era tan placentera que era mucho mejor que estar con
una mujer y ya se había vuelto una adicción. En los momentos que volvía a la realidad ya no
me daba miedo lo que hacía bajo ese trance, lo había normalizado, hubo ocasiones en las que
no necesitaba estar en esa situación, lo hacía por placer.
Al año leí en los periódicos que habían atrapado a los asesinos, era la pareja de extranjeros, los
habían culpado de la mayoría de los asesinatos que yo cometí. Ahora debía tener más cuidado
ya que no tenía a quien culpar.
Llevaba un tiempo repitiendo mis atroces actos hasta que la policía un día me detuvo en un
control en ruta, venía en un aventón, ese día el chofer se salvó de que fuera una víctima más y
yo de que me atraparan. Tenía tantas ganas de sangre que en un cuarto de motel planeé
acabar con el recepcionista, pero había cámaras por todo el lugar, estaba teniendo una crisis
de falta de sangre y que lo único que se me ocurrió en ese momento para saciar mi adicción
fue cortar mis venas, beber droga líquida y bañarme en ella, caí en la cama agitándome
mientras me iba en un orgasmo y de la vida.