Celosa.

No me encontraba para nada celosa, hasta que él llegó con pelos de otra en su camisa, en ese
momento algo en mí se rompió y desató una ola de inseguridad. Cada vez que volvía “Del
trabajo” y se iba a bañar, le olía la ropa y buscaba pelos de la otra. Sabía que a escondidas se
estaba revolcando con una perra, lo sabía, pues ya no se comportaba de igual manera
conmigo.
A la semana siguiente volví a encontrar pelos, se estaba viendo a mis espaldas con una rubia,
me quería morir, ya no lo soportaba más, debía increparlo, cuando lo hice se alistó y se fue al
trabajo, me dejó hablando sola. Lloré mucho esa tarde, pensé que lo nuestro había llegado a
su fin, que me cambiaría por ella y me echaría a la calle, pero cuando volvió me abrazó, me dio
unos besos y entró al baño. Me dejé querer, ya que hace un tiempo venía sintiéndome
abandonada, lo sé, solo jugó conmigo. Los celos se habían apaciguado después de eso, pero
escuché decirle a alguien más que se vieran mañana en el parque y que ella también iría.
Cuando salió del baño salí corriendo y me fui a dormir al sofá, ¿Estás bien? Preguntó, pero lo
ignoré el resto del día. Mientras sufría a solas ideé un plan, lo seguiría mañana y le arrancaría
los pelos a esa sucia perra que quería quedarse con lo que era mío.
A la mañana siguiente se despidió, pero lo ignoré, cerró la puerta y me levanté rápidamente
para seguirlo y no perderle el rastro. Cuando por fin pude salir de casa lo vi caminar a un par
de calles, debía ser sigilosa y evitar que me descubrieran. El parque ya se veía cerca, así que
apuré el paso, él también lo hizo y solo para abrazarse con ella. Efectivamente era rubia, pero
no lo sería por mucho tiempo, ya que dejaría calva a la desgraciada esa. Cuando me abalancé
sobre ella la cara de él se desfiguró y se metió a separarnos, cuando al fin pudo, su noviecita
nueva le dijo que por favor me llevara a casa y me amarrara, que ella iría al veterinario más
cercano para constatar y tratar las heridas que le había dejado a su “Perrita”.