Mis abuelos se hicieron cargo de mí cuando mis padres me abandonaron, para ellos no fue
problema ya que vivían de la casa de huéspedes. Crecí rodeado de muñecas, pues mi abuela
era coleccionista. Nunca me dijeron el porqué de su repentina huida, creo que quedaré con
esa duda para siempre, ya que ellos murieron y me heredaron todo.
Paseando por la casa, me fijé que había un cuarto que nunca se había rentado, la puerta
estaba cerrada con llave, me dirigí al mostrador en recepción y no estaban las llaves. Me fui al
cuarto de mis abuelos, abrí cómodas, closet y veladores y en este último las encontré.
Volví a aquel dormitorio misterioso y al entrar encontré un tocador con un enorme espejo y
una banquita en el medio del cuarto. Encendí la luz ya que este no tenía ventanas, para mi
sorpresa, las paredes estaban con repisas llenas con muñecas. Mi abuela estaba loca, pensé,
en eso una inquilina se asoma por la puerta y me dice:
Inquilina: Hola, que bueno que te encuentro aquí.
Yo: Hola, sí, dime.
Inquilina: Quería decirte que de este cuarto se escuchan ruidos extraños en las noches y ahora
que voy viendo toda esta colección creo que me equivoco. Pensé que alguien alquilaba este
cuarto, perdón.
Yo: No te preocupes, esta es la primera vez que noto que este cuarto no se renta, debió ser
una bodega de muñecas.
Inquilina: Que lindo tocador, ¿Puedo verlo?
Yo: Claro, adelante.
Inquilina: Se ve muy antiguo, debe valer una fortuna.
Yo: ¿Tú crees? Pensaba que quizás mi abuela lo usaba para vestir a sus muñecas.
Inquilina: Puede ser, que fea colección, digo, sin ofender. Es solo que muchas muñecas dan
miedo, es como de locos juntarlas a este nivel, además que está toda la casa decorada con
ellas.
Yo: ¿Realmente crees que ella estaba loca?
Inquilina: Para serte sincera, sí.
En ese momento el espejo del tocador lanzó un rayo de luz a la inquilina y cayó al suelo
convertida en una muñeca, vestida con la misma ropa. Ahí comprendí todo, no eran muñecas,
eran personas y lo que escuchaba la inquilina era a ellos.
Tomé a la inquilina y la dejé en una de las repisas. No sabía qué hacer, se oían pequeños
murmullos, me volteé y las muñequitas se movían un poquito, me acerqué a ellas para
escucharlas mejor pero no distinguía nada. Recordé el equipo de karaoke que usaban en las
fiestas y lo traje. Acerqué el micrófono y con todo el volumen pude escuchar gritos de ayuda,
que mi abuela era malvada, mirando estupefacto reconocí algunas vestimentas clásicas de
inquilinos que se habían ido hace mucho tiempo, que en realidad nunca se habían ido.
Inmediatamente pensé en mis padres, revisé minuciosamente cada muñeca, pero no estaban,
salí de aquel cuarto corriendo a revisar las que estaban repartidas por la casa, miré en la
cocina, baños, cuartos y la sala, y ahí fue donde los encontré. Los tomé con mucho cuidado y
lloré como un bebé abrazado a ellos. Corrí nuevamente al cuarto del espejo, me encerré, puse
el micrófono y no los podía oír, las otras muñecas ahí se movían y murmullaban muy alto. A
todo pulmón me decían que los muñecos de decoración ya estaban muertos, entendí por qué
no se movían ni decían nada. Devastado me senté en la banca y apoyé mis codos en el tocador
mientras sostenía mi cabeza y dije entre sollozos: ‘’Realmente estabas loca, abuela’’.
Lo último que vi fue el rayo golpearme y lo último que oí eran las muñecas decir: ‘’No debes
hablar mal de tu abuela frente al espejo’’.