Un estudiante universitario con problemas financieros trabajaba media jornada para costear
sus gastos, pero siempre estaba luchando para llegar a fin de mes, así que decidió usar sus
últimos ahorros para comprarse un set de magia. Desde niño siempre quiso ser un mago
reconocido y respetable, soñando con llegar a los grandes escenarios en Las Vegas.
Recorrió media ciudad buscando un kit de magia que no tuviera esa apariencia de juguete,
hasta que dio con una vieja tienda de antigüedades, esta estaba llena de objetos extraños y
también lo era la anciana que atendía. Le explicó lo que buscaba y la anciana le dio dos
opciones, un set de magia usado por un misterioso hombre que desapareció durante un show
o una varita defectuosa que hacía magia tarde mal y nunca. Revisó ambas cosas y observó con
detenimiento la vara, tenía inscripciones antiguas inentendibles con una piedra verde en su
punta la cual estaba trizada, y esta última llamó su atención y por la cual se decidió. Se veía
cara, temía que sus ahorros no fuesen suficientes, pero para su sorpresa la anciana la ofrecía
en un precio estúpidamente bajo, lo que le hizo pensar que la vara era solo un pedazo de
madera obra de un artesano. Pagó la ganga y se fue a casa. Tenía conocimientos teóricos de
magia después de ver cientos de horas de videos en internet, debía poner todo en práctica y
empezar a ganar dinero rápido.
Tomó las cartas que había en su casa y se puso su gorro de mago que le habían regalado de
niño y que afortunadamente aún era su talla y salió a las calles a ganarse unos cuantos pesos.
Las horas pasaron y la gente se fue reuniendo para ver su espectáculo, entre el tumulto había
un hombre alto vestido de negro con un largo abrigo que sobresalía de entre los demás y que
tomó su atención. Luego de unos cuantos trucos y con el aplauso del público el show terminó,
buscó al misterioso hombre, pero no había rastro de él.
A los meses se encontraba dando pequeños shows en pubs y bares, sus trucos ya eran más
elaborados para un espectador más maduro y difícil. Nuevamente el hombre apareció, este
bebía un trago en la barra y parecía que otra vez no estaría hasta el final. El mago hizo una
rápida jugada antes que el sombrío hombre abandonara el bar, pidió un voluntario y lo señaló
a él. La gente se echó a reír, no entendía el porqué de las risas, ya lo hiciste desaparecer antes
de que subiera al escenario, ahí no hay nadie, dijo una persona del público.
Efectivamente no había nadie, entre risas salió de ese impase y terminó el show. Nervioso
recibió su paga y salió por la puerta de empleados que daba a un oscuro callejón con destino a
su casa. ¿Quién es ese hombre? se preguntaba. Antes de abandonar el callejón él apareció
frente al asustado estudiante, esa es mi vara, le dijo. Yo la compré, respondió. Llevo años
yendo a ver shows de magia por toda la ciudad para encontrarla, por favor devuélvemela, dijo
el hombre con un tono desesperado.
El joven mago pudo sentir un poco de verdad en sus palabras y decidió ayudarlo.
Mago: ¿Quién eres y por qué desapareces cuando te quiero hablar?
Hombre: No importa quién soy, necesito esa varita para poder volver de mi fallido acto de
magia.
Mago: ¿Cómo volver?
Hombre: Mira, fui mago toda mi vida, pero necesitaba algo que me hiciera el mejor, así que
recurrí a una vieja bruja, ella creó esta varita con su magia y cuando en la cima de mi éxito
quise hacer un acto de desaparición y por error la dejé caer, se trizó la piedra verde y ya no
pude volver.
Mago: ¡Espera! ¿Entonces el set que me vendía la anciana en la tienda de antigüedades es
tuya? Mencionó que perteneció a un misterioso hombre que desapareció.
Hombre: Sí, ¿Sabes dónde está? Necesito volver con toda mi indumentaria.
Mago: Sí, pero la anciana era muy extraña.
Hombre: Debe ser la bruja que hizo la varita, no puedo volver donde ella, nunca le pagué por
su trabajo, además para que la varita funcione la piedra debe estar intacta.
Mago: No te preocupes, iré donde ella y compraré tus cosas y le preguntaré cómo arreglar la
piedra.
Hombre: ¿De verdad harías eso por mí? Te lo agradecería enormemente.
Mago: Sí, mañana iré sin falta.
Ya en la tienda de antigüedades el joven mago le pidió el set de magia a la anciana, cuando
esta fue a buscarlo vio que en una vitrina había una piedra muy similar a la trizada en su varita.
Preguntó su valor y era muy costoso, pero le alcanzaba con el dinero que había ganado
últimamente. Finalmente salió de la tienda con set y piedra en su mochila. Llegó a casa y el
misterioso hombre apareció. Puedo sentirme casi completo, dijo.
El mago cambió la piedra y se encendió una luz verde intenso, extrañaba ese destello, dijo el
hombre.
Hombre: Muchas gracias, cumpliste tu palabra, y en agradecimiento me gustaría hacer un
truco en uno de tus shows que tienes agendado.
Mago: Claro, así podría aprender de un gran mago como usted.
En su próximo show, vestido como un verdadero mago de fama internacional y con varita
renovada, al terminar su presentación quiso culminar con un acto de desaparición, en el
escenario había dos cajas del tamaño de una persona donde él entraría en una y de la otra
saldría el hombre misterioso. Agitó su vara y apuntó hacia las cajas, ahora entraré y
desapareceré, dijo.
Y efectivamente la vara arrojó un destello verde que hizo que apareciera el hombre en el
escenario, vestido con su traje original y varita en mano. La gente se asombró al punto que le
pidieron abrir ambas cajas y en ninguna apareció el joven mago.
Le aplaudieron de pie en una gran ovación y luego se marchó, sin antes percatarse que el joven
mago lo veía entre el público, enojado, invisible a los demás y traicionado.