Cuentos de Oz

El puente de los deseos.

Había una leyenda de un puente de los deseos que cumple lo que quieras, en medio de un
frondoso bosque que empezaba al borde de un ancho y extenso abismo.
La leyenda se hizo popular cuando el vago del pueblo de la noche a la mañana se hizo
millonario. Todos se preguntaron durante años como lo había logrado, solo en su lecho de
muerte reveló el secreto.
Este solo podía ser cruzado el 31 de octubre a medianoche y el que llegara al otro lado primero
se le concedería un deseo, luego el puente desaparecía. La gente se volvió loca y esperaron
con ansias esa fecha, en masa el pueblo entero marchó a lo profundo del bosque buscando el
famoso puente de los deseos.
Las antorchas alumbraban el borde del acantilado en busca del puente, la media noche llegó y
el puente apareció. Como una plaga de ratas se abalanzaron sobre este, tratando de ser los
primeros en llegar al otro lado. Algunos más temerosos o incrédulos se quedaron al borde del
abismo viendo desaparecer a las personas entre la penumbra a mitad del puente.
Se oían gritos, las antorchas se apagaban como velas de cumpleaños y el pánico se hiso
protagonista de la noche. Se veía gente caer al vacío entre los tablones al intentar devolverse.
Los incrédulos en la orilla no podían creer lo que pasaba, estaban en shock, no atinaban a
nada.
Algunos se aferraban a las cuerdas y caían lentamente por el vaivén que hacía la
muchedumbre, otros cegados por sus deseos, empujaban a los demás fuera del camino, así
pasó harto rato y se hiso un silencio mortal, el puente aún colgaba, lo que decía que nadie
había llegado al otro lado a pedir su deseo. Hasta ese entonces todos en la orilla habían huido,
menos uno.
Su deseo se paseaba por su mente y jugaba con su cabeza, la oportunidad de convertirlo en
realidad estaba enfrente suyo y como por arte de hipnotismo caminó por el puente,
esquivando agujeros y saltando los tablones faltantes. Cuando reaccionó ya estaba a mitad de
camino, rodeado por la oscuridad y un olor nauseabundo. Se aferró con fuerza a las sogas y
pensó en devolverse, pero su mente le decía: Estás cerca, ¿te arrepentirás ahora?
No lo pensó más y siguió con la codicia por delante, al final se veía algo blanco y brillante, ahí
está el final, pensó y apuró el paso. Cuando pudo divisar mejor el brillo vio que era la sonrisa
burlesca de un duende. Con las ganas de pedir su deseo omitió cualquier miedo y nervios ante
tal criatura.
¡Vengo por mi deseo! – gritó enérgicamente con aires de grandeza.
Duende: ¡Ja, ja, ja, ja! Llegas tarde, pero no te preocupes, te convertirás en mi cena cuando
mueras.
Atónito respondió: ¡Mientes! El puente sigue en pie, soy el primero en llegar al otro lado y
quiero mi deseo.

Duende: Te equivocas, eres el segundo, pero el puente no desaparecerá hasta que el primero
en llegar aquí llegue devuelta al otro extremo y ya está por hacerlo ¡Ja, ja, ja, ja!
Cuando termina de reír estrepitosamente el puente desaparece y el codicioso hombre cae al
vacío pensando en que entremedio de la oscuridad no se percató que alguien pasó devuelta,
mientras era comido por la boca gigante del duende.
 



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En el texto hay: locura, suspenso, terror

Editado: 25.11.2023

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