Cuando regresé a casa vi la luz encendida, me asusté, porque no debería haber nadie.
Supuestamente mi marido llegaría en una semana más de su viaje de negocios. Despacio y
silenciosamente abrí la puerta, todo parecía estar en orden, pero unos gemidos que provenían
de mi cuarto me hicieron pensar lo peor. Y efectivamente, mi marido había vuelto antes y lo
encontré acostado con su secretaria. Me escondí y lloré hacia adentro, cómo era posible que
me engañara con ella y en mi propia casa, me quería morir. Fui a la cocina por un vaso de agua
y a mojarme la cara, debía ser un sueño, creí, pero no, aún se oían ruidos de placer.
No sabía qué hacer, hasta que vi los cuchillos, tomé uno y sin pensarlo dos veces, me dirigí a
acabar con ambos. Cuando me asomé al pasillo, ella había entrado al baño, así que, corrí hacia
el cuarto para apuñalarlo por la espalda, pero justo se levantó de la cama y se acercó a la
puerta del baño.
No podemos seguir haciendo esto aquí, dijo.
Quedé helada detrás de él, mientras que del baño salía ella, diciendo: Amor, ella ya no está
aquí, ya deberías haber superado su muerte.