Una vez me tocó cubrir a un compañero de turno de noche, pues se había quedado dormido, a
eso de las 03:00 am llegó y me fui a casa, el trabajo me quedaba a unos 30 minutos a pie, el
lugar era tranquilo y solo yo deambulaba las calles o eso creía.
Vi a mi vecina embarazada cruzar a un pequeño bosque frente a la casa con un bulto entre sus
brazos, me detuve por un momento para asimilar las cosas, terminé de fumar mi cigarrillo, lo
apagué en el suelo, levanté la cabeza y mi vecina entró velozmente a su casa, al parecer no me
vio. Me pareció extraño que saliera a esa hora y que se moviera tan rápido, así que fui a ver
que había llevado al bosque, cuando llegaba, vi a una sombra tomar el bulto del piso y
desaparecer entre los árboles.
Era falta de sueño y cansancio, pensé. Al mediodía desperté y al asomarme por la ventana de
mi cuarto vi caminando a mi vecina y ya no traía esa enorme barriga. De puro chismoso esa
misma tarde pasé a su casa a pedirle prestado unas herramientas y así ver a su bebé. Para mi
sorpresa y preocupación, me dijo que unos días antes había perdido al bebé. Lamenté lo
sucedido, tomé las herramientas y me fui. Ya en mi casa recordé que hace unos años ella ya
había perdido a un par de bebés, luego mi mente hizo clic y recordé la noche anterior. Pensé
en ir al pequeño bosque, pero de día la vecina podría verme. Ya de noche nadie andaba por las
calles, silenciosamente y bien tapado me adentré en él, había una niebla espesa y la luz de luna
llena proyectaba muchas sombras, hasta que una de ellas me habló:
Sombra: El bebé de anoche estuvo delicioso, ¿Me trajiste otro tan rápido?
Yo: Literalmente, me oriné encima, no sabía qué decir ni de dónde venía esa voz, lo que sí
escuche fue a mi vecina decir:
Vecina: No te traje un bebé, pero si un chismoso, provecho.