Cuentos de Oz

La despedida.

Cuando llegué a casa después del trabajo me pareció raro ver a mi tía sentada en el sillón, no
sabía que la tendría de visita. Supuse que mi madre la dejó entrar, aunque ella no estaba
cuando llegué. Mi relación con ella no era muy cercana, solo la saludé y le pregunté que si
quería que le pusiera alguna película. Solo vengo de pasadita, respondió. La dejé tranquila y fui
al cuarto a cambiarme de ropa.
Al terminar, pasé a la cocina a prepararme el almuerzo para mañana y decidí ofrecerle un vaso
de jugo. Con vaso en mano me acerqué a la sala de estar y mi tía ya no estaba. Ni se despidió,
pensé. Al rato mi madre llegó y me saludó en la cocina. Estaba algo extraña mi tía, le dije,
siempre ha sido rara, dijo mi madre bromeando.
Quizás deberías llamarla, le aconsejé, ha estado tan extraña últimamente, me respondió. Esa
noche antes de dormir, me pareció oír su voz, me dormí creyendo que hablaba con mi madre
por el altavoz del teléfono. Medio dormido me levanté en la madrugada al baño, sobándome
los ojos me la topé en el pasillo. Somnoliento y bostezando le pregunté qué hacía despierta a
esa hora y cuándo había llegado. Llegué al poco rato que te dormiste, me dijo.
Seguí mi camino al baño y al salir me estaba esperando para despedirse, me abrazó fuerte,
besó y me dijo que siguiera durmiendo. A la mañana siguiente, antes de ir a trabajar, me fui a
despedir de mi madre a su cuarto, golpeé la puerta y entré, la vi durmiendo sola, con media
cama desordenada. ¿Y mi tía? Pensé. La curiosidad fue más grande y la desperté, le pregunté
por mi tía, extrañada y molesta por interrumpir su sueño me dijo que justo estaba soñando
con ella. Pero, ¿Dónde durmió? Le pregunté, en su casa, obviamente, me respondió.
Pero si anoche cuando me levanté al baño ella me dijo que llegó después que me fui a dormir,
se despidió y supuse que estaba contigo, le expliqué. Debes haber estado soñando, nunca vino
tu tía anoche, revisa las cámaras, contestó. Muy extrañado las revisé y efectivamente, solo me
veía yo conversando solo, un frío recorrió mi espalda y recordé que había estado en la tarde
sentada en el sillón. Seguí retrocediendo las imágenes y en el sillón no había nadie. Le grité a
mi mamá explicándole lo sucedido, no me creía nada. Llamó a su casa y nadie contestaba, yo
que estaba vestido y listo para salir, decidí ir a su casa que quedaba muy cerca de la nuestra.
Corrí y al llegar no salía después de los reiterados llamados a viva voz. Una vecina molesta por
mis gritos se asomó por su ventana y me dijo que hace semanas que no se veía a mi tía salir.
Supe que tenía razón cuando vi los recibos de luz y agua tirados en la puerta de la casa. Algo
andaba mal, me salté la pequeña reja y forcejeé con la puerta principal. Luego de varios
intentos y patadas la puerta se abrió. Inmediatamente un nauseabundo aroma golpeó mi cara.
Imaginé lo peor, con recelo subí las escaleras y vi la puerta de su habitación entreabierta, iba a
abrirla y mi madre me llamó desde el primer piso. ¡No entres!, gritó.

Subió la escalera y abrió la puerta del cuarto y ahí pude ver a mi tía acostada con un
almohadón en su cara. Antes de preguntarle cualquier cosa me dijo que ella la había asfixiado
hasta morir. Después de esa confesión caí sentado al piso, no lo podía creer. Lo hice porque
ella me lo pidió, dijo, tu tía sufría de un cáncer terminal diagnosticado no hace mucho, me
suplicaba que le calmara el dolor con la muerte, explicó.



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En el texto hay: locura, suspenso, terror

Editado: 25.11.2023

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