Desde que interrumpí mi embarazo me han sucedido cosas paranormales, mi esposo nunca lo
supo, es mi más grande secreto. Los primeros meses siempre soñaba con un bebé al que
amamantaba, el dolor en mis pechos se sentía muy real y al despertar, sangre era lo que
brotaba de mis pezones. En otras ocasiones soñaba que lo lanzaba al aire y luego lo atrapaba
como un simple juego, luego cuando tenía que atraparlo se me resbalaba de las manos y se
estrellaba en el suelo. Mi esposo con el sueño pesado nunca se percató de mis pesadillas.
Ya era demasiado, pasaba el día con sueño, así que le dije a mi esposo que quería cambiarme
de casa, cosa que aceptó sin reclamos. Pasaron unos años en la casa nueva donde ya no tenía
esas horribles pesadillas. Mis familiares nos preguntaban cuando seríamos padres, mis padres
querían ser abuelos. Mi esposo también quería, pero la decisión final la tenía yo. No me sentía
preparada aún decía yo.
Cuando ya me estaba acostumbrando a una vida normal y tranquila apareció un niño en el
ventanal principal de la casa. Me miraba con odio y fijamente, cuando pedí ayuda a mi marido
este desapareció. Le comenté lo sucedido, pero al revisar la casa no encontró a nadie. En otras
ocasiones corría la cortina de baño mientras me bañaba o tiraba de las sábanas mientras
estaba acostada. Todo esto me generaba odio y repulsión hacia los niños y no me imaginaba
siendo madre.
Nuevamente pedí a mi esposo cambiarnos de casa, pero no quiso, así que decidí irme por mi
cuenta hasta que aceptara. En el lugar donde me hospedaba volví a sentir paz y comodidad. Mi
marido a regañadientes aceptó irnos a una casa nueva, pero con la condición de que le diera
un hijo. Le mentí y le dije que sí, ya que me había operado para no tener hijos, sin que él
supiera.
Los meses pasaron y sentí los síntomas de un embarazo, pero era imposible. Mi familia estaba
muy feliz y mi marido también, pero no los dejaría ser felices mucho tiempo, debía acabar con
este engendro dentro de mí. Partí al médico abortista, pero antes debía pasar por la antigua
casa a firmar unos papeleos de la venta. Y ahí estaba otra vez ese niño mirándome desde
dentro de la casa, firmé rápido y salí de ahí para jamás volver. Aceleré y me fui, pero el niño
venía sentado en la parte trasera y me dice:
Niño: No te desharás de mí tan fácilmente otra vez.
Espantada, perdí el control del vehículo y me estrellé contra un árbol. Al despertar estaba en el
hospital y con una barriga muy grande, había estado en coma por unos meses y ya no podía
deshacerme de ella.
Nuestro bebé está sano y salvo y ahora tú también, decía mi esposo.
Me quería morir cuando me dieron el alta y debía volver a casa, ya que, sabía que aquel niño
estaría allí. Por las noches el vientre se movía de manera brusca y me dolía todo por dentro.
Las pesadillas habían vuelto y en ellas veía de una u otra forma que un niño mataba a otro de
diferentes maneras. Con el pasar de los días fui a hacerme una ecografía y para mi sorpresa
tendría gemelos. El mundo se me vino abajo. Odiaba tanto a esos fetos que me golpeaba el
vientre cada vez que podía, con tal de perderlos, no pasaba nada así que, me armé de valor y
me lancé por las escaleras.
Volví a despertar en el hospital, adolorida entera y aún con el vientre abultado. Los médicos
me dijeron que lamentablemente había perdido a uno de los gemelos. Sabía que aquel niño
estaba detrás de todo esto. Al volver a casa los dolores eran espantosos y la sangre entre mis
piernas brotaba después de cada pesadilla, donde el feto me rasgaba desde dentro con sus
uñas filosas. Tomé cuanta pastillas encontré en la casa, no quería más guerra, no quería ser
madre. Me intoxiqué y desmayé. En ese trance el niño me decía que él era el aborto que tuve
en un principio y que había crecido mientras me encontraba después de cambiarme de casa.
También dijo que él había matado a su gemelo ya que era su turno de poder nacer finalmente.
Al volver en mí estaba en el suelo de mi habitación, bajé a la cocina a enterrarme un cuchillo
directamente al vientre y acabar con este feto endemoniado, pero las contracciones se
hicieron presentes, se me rompió la fuente y empecé a sangrar profusamente. Mi esposo no
estaba en casa quise llamarlo por teléfono, pero me resbalé con mi propia sangre, caí y me
desmayé nuevamente. Un dolor inimaginable me trajo de vuelta a la realidad, al levantar la
vista veo al feto salir arrastrándose de entre mis piernas, como pude estiré mis brazos y lo jalé
del cordón umbilical. El feto agarró el cuchillo que estaba en el suelo y de un golpe lo cortó. No
podía creer lo que veía, luego con cuchillo en mano se abalanzó sobre mí con intención de
matarme. Tenía gran fuerza a pesar de su tamaño.
¡Morirás, maldita! gritó.
En ese mismo momento mi marido llegó a casa y vio semejante escena, corrió hacia mí y de
una patada el feto salió volando por la cocina. Como pudimos salimos de ahí y le dije que era él
el que hace años me atormentaba.
El feto se levantó y le lanzó el cuchillo a mi esposo justo en la garganta, la cocina se había
vuelto una piscina de sangre, donde mi marido se ahogaba. En shock no podía hacer nada más
que ver como el feto me ahorcaba con el cordón umbilical. Cuando creí que había muerto,
desperté en la sala de operaciones, donde había tenido mi primer aborto.