Cuentos de Oz

Sentada a los pies de la cama.

Todas las noches que llego a casa un olor nauseabundo se siente en el ambiente, trabajo todo
el día hasta altas horas de la noche y solo llego a dormir. Sé que tengo algo dejado de lado los
quehaceres del hogar, pero por mi hijo me sacrifico tanto que solo lo veo cuando ya está
dormido. Sentada a los pies de su cama miro como duerme con tanta paz, se parece tanto a su
padre, ojalá cuando crezca no me abandone como él.
Me siento una mala madre al dejarlo todo el día solo con sus cosas, siento que estoy
perdiéndome sus mejores años. Si su padre no nos hubiese abandonado podría ser la madre
ejemplar que él necesita. Me despido con un beso en su frente y me voy a descansar unas
cuantas horas antes de volver al trabajo.
Salgo antes del amanecer, me da pena despertarlo para despedirme, se ve muy a gusto. A lo
que regrese haré aseo y trataré de ver de donde proviene el mal olor, me esmeraré en
regresar temprano hoy. Me parto el lomo trabajando lejos de casa y ni siquiera logro ver la luz
del sol, como odio a mi exesposo, no solo nos dejó a la deriva, sino que también nos dejó en la
miseria.
Solo espero que mi hijo no salga como él, pero se parecen tanto físicamente y cuando habla,
que por eso mismo no deseo despertarlo y su voz me lo recuerde. Al parecer esta noche
tampoco podré verlo despierto, al llegar a casa nuevamente lo encontré dormido como
siempre, me siento a los pies de su cama y le acaricio sus pies sobre la ropa de cama, se ve tan
dulce. Me quedaría más tiempo observándolo, pero me recuerda a su padre. Con el ceño
fruncido me levanté y me fui a hacer aseo, ya no aguantaba ese putrefacto hedor.
Di vuelta la casa buscando el origen del apestoso hedor que desde afuera en la calle se
percibía, pero no lo encontré. Al día siguiente la policía llegó a mi trabajo preguntando por mí.
Me hicieron preguntas sobre el paradero de mi exesposo y del mal olor que provenía desde mi
casa, que a esta altura ya estaba invadiendo la de los vecinos. Les expliqué que fuimos
abandonados y que no sabía de donde salía mal olor. Pidieron que los acompañe hasta mi casa
y probara que todo era cierto. Los policías dudaban de mis palabras, probablemente creían
que había matado a mi exesposo.
Me era extraño volver a casa con luz de día, hacía tiempo que no lo hacía, por fin podría
regalonear con mi hijo, uno de los policías empezó a hacer arcadas al entrar, reconozco que la
pestilencia ahora era más intensa, su compañero revisó el primer piso en busca de pruebas y
yo subí al segundo piso al cuarto de mi hijo, y ahí estaba mi niño, durmiendo como siempre,
me senté en su regazo y acaricié sus piernas, hijo, ya levántate, vamos a jugar, le dije. Ambos
policías estaban detrás de mí con ambas manos en sus caras, tratando de no respirar la peste
que expedía el cuerpo en descomposición de mi hijo. Cuando me levantaron de la cama y
esposaron recordé que al que asfixié mientras dormía fue mi marido, mi hijo fue el que
desapareció en el bosque camino a casa y nunca encontramos.



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En el texto hay: locura, suspenso, terror

Editado: 25.11.2023

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