Noche de invierno, capas gruesas de nieve caían del techo en la entrada de la cabaña en el
bosque, vacaciones de invierno normales a la de años anteriores , carreras en trineo , hacer
figuras de ángeles sobre la nieve y la construcción de muñecos en ella eran el pasatiempo
perfecto para la familia de los Leal , el padre con el hijo y la madre con la hija formaban el
equipo en una batalla de bolas de nieve , como era tradicional padre e hijo siempre ganaban
estos encuentros .
Una semana de diversión total para la familia, cada tarde como a eso de las cinco, iban a la
cima de una colina que quedaba cerca de su cabaña para deslizarse en sus esquíes, pasaban
horas sin aburrirse.
La señora Leal cuando veía que se hacía tarde, le avisaba a su familia que era hora de regresar
a la cabaña para tomar un rico chocolate caliente antes de una cena familiar como era
costumbre todos los domingos.
Ya reunidos todos en la mesa oraban y daban gracias a Dios por sus alimentos y por la
diversión sana que les brindaba.
Ya era de noche y era hora de dormir , madre y padre contaban cuentos a sus hijos a vista
forzada por la pequeña luminosidad de las velas , al ver a los niños durmiendo plácidamente
los padres acurrucaban y besaban en la frente a sus hijos diciéndoles que sueñen con los
angelitos .
A media noche en el cuarto de los menores se escuchan quejidos bajos pero llamativos,
el padre oyó unos ruidos, creyendo que debían ser algunos perros o animales salvajes,
pasando por alto los quejidos. La madre como todas las noches antes de acostarse se tomaba
una cápsula para dormir, a los minutos ésta cobraba efecto haciendo caer a la señora Leal en
un profundo sueño.
A la mañana siguiente cuando la madre se dirigía al cuarto de los niños escuchó unos
estrepitosos tosidos, apurando el paso abre la puerta y ve a sus hijos colorados como
camarones, les tomó la temperatura y tal como pensaba ardían en fiebre, de un grito llamó a
su esposo que estaba en la entrada de la cabaña cortando leña para la chimenea. Corriendo
apresuradamente llegó al cuarto antes que su esposa termine de decir su nombre por segunda
vez.
Con lo que se encontró allí fue mucho peor que lo que su mente había imaginado, los pobres
niños ya deliraban y la pobre madre abrazada a sus hijos estaba hecha un mar de lágrimas.
Sin pensarlo un minuto más el padre de un remezón hace reaccionar a su esposa y toman a sus
hijos en brazos y emprenden viaje al hospital más cercano que quedaba a 10 Km. De ese lugar,
suben a los niños al asiento trasero y encienden el auto, por desgracia el motor estaba muy
frío teniendo el padre que buscar agua caliente para vaciarlo sobre el motor y así poder partir.
Perdiendo valiosos minutos, parten rumbo al hospital sobre una pista muy resbaladiza y una
espesa niebla , el parabrisas estaba empañado , la señora Leal ya casi desquiciada gritaba que
pisara el acelerador a fondo pero no había como hacerle entender que una acción como esa
podría costarles la vida. Ya casi a mitad de camino los gritos, la preocupación y la presión
fueron creciendo en el padre, de tal manera que pisó el acelerador al máximo, deslizándose el
auto por la fría carretera, saliéndose de control la situación, el padre no pudo ver por dónde
iba a causa de la neblina, terminando esta desenfrenada carrera por la vida. Volaron por el
cielo dando vueltas como trompo, colisionando contra un espeso bosque de pinos que
desplomaron una gran cantidad de nieve sobre el auto, después de esto nadie podría salir vivo
ya que este estaba muy destruido y los fierros entrelazados.
Un silencio total bañaba las nevadas montañas y el espeso bosque.
Meses después de un largo invierno, la nieve se derritió, permitiendo que el destrozado auto
quedara a la vista de la gente que pasaba por el lugar.