Cuentos de Primavera: Historias que florecen

El Caballero de la Legión

Wilberg era uno de los caballeros más reconocidos de las tierras del norte, allí donde el sol apenas calentaba los cultivos, donde el 70% del año había nieve y los veranos eran tibios como una taza de té que se olvida sobre la mesada.

El camino hacia el reconocimiento de Wilberg no había sido sencillo; había tenido que pasar múltiples pruebas de valentía, ingenio, agilidad y confianza para ganarse el noble título de “caballero”, otorgado por el señor feudal.

La familia de Wilberg había estado muy orgullosa del menor de sus hijos, quien había logrado una hazaña nunca antes vista por un simple plebeyo. Wilberg estaba dispuesto a demostrar que incluso una persona sin título podía ganarse la confianza del señor feudal y había trabajado duro para ser nombrado como uno de los hombres de confianza de la familia feudal. Wilberg no solo era consejero, también era el guardia personal de la única hija del señor.

Esa fue la principal razón por la que el señor feudal le encomendó el envío de la propuesta de matrimonio de su hija a Wilberg. El afortunado era un joven del sur que tenía el suficiente dinero y tierras para ser digno de la mano de la joven Dorette. Los feudos se iban a juntar y quizás lograrían formar un poder político, económico y militar lo suficientemente fuerte como para liderar la región.

Fue una mañana, cuando el sol todavía estaba escondido, que Wilberg abandonó el castillo en dirección al sur. Unos pequeños copos de nieve todavía caían en aquellas tierras, por lo que tuvo que ponerse las mejores botas de cuero y cordero, y una capa de piel de oso que mantenía sus hombros templados. Los guantes de cuero de vaca no solo mantenían sus dedos tibios, también ayudaban a que pudiera sostener el lazo de su caballo con fuerza. Dentro de uno de los bolsillos de su vestimenta había un sobre sepia que contenía la carta escrita a mano por el propio señor feudal. La propuesta era simple: la unión matrimonial de dos niños en pos de la conquista de varias tierras. Algo que ningún feudo con sed de poder podía ignorar.

El caballo que Wilberg montaba era negro como la misma noche, algo no recomendado porque destacaba mucho entre la nieve, lo que podía alertar a los enemigos. Pero a Wilberg no le importaba. El animal era robusto y estaba preparado para caminar largas horas en condiciones inhumanas, y él quería hacer su trabajo sin contratiempos.

A medida que avanzaba hacia el sur, la topografía comenzó a cambiar. Las montañas nevadas desaparecieron en el horizonte a las pocas horas del comienzo de su viaje. La brisa gélida que golpeaba sus mejillas y congelaba sus pestañas pronto se volvió suave y cálida. Wilberg tuvo que quitarse los guantes y la capa porque aquellas gruesas prendas se estaban volviendo asfixiantes. La nieve comenzó a derretirse, ya no se acumulaba en el suelo, y el bosque tupido de pinos se convirtió en una llanura verde.

Fue a mitad de camino cuando Wilberg decidió detenerse en una pequeña posada a la orilla de un delgado río que separaba la pradera de unos extensos cultivos de trigo.

Sus piernas estaban algo entumecidas y, pese a que en el norte estaban acostumbrados a comer una vez al día, pues el clima perjudicaba la producción de alimentos generando escasez, le dolía el estómago.

Amarró el caballo contra un poste de madera e ingresó en la posada. El interior estaba oscuro; las velas apenas alcanzaban para iluminar el ambiente. Las risas del resto de los comensales y el aroma a carne asada invadieron los sentidos de Wilberg, quien tomó una de las mesas más alejadas.

Las miradas curiosas se posaron en él. Era raro ver a un hombre del norte fuera de su “guarida de nieve”. Pero a Wilberg poco le importaban los susurros y cuchicheos.

Una joven camarera se acercó a su mesa. No era muy alta y era tan delgada y huesuda que sus ojos parecían sobresalidos, como a punto de escapar de su rostro. Vestía con unos harapos coloridos y sus despeinados cabellos caían sobre su espalda.

—¿Puedo ayudarle?

—Quiero algo para comer y algo bien frío para beber.

Ella asintió en silencio y desapareció. Junto a la mesa donde estaba Wilberg había una pequeña ventana sucia que apuntaba a un extenso prado donde, al horizonte, había un bosque de nogales.

Allí, sentado, mientras esperaba su almuerzo, a Wilberg le pareció ver alguien entre los árboles. Frunció el ceño y enfocó toda su atención en la persona que parecía bailar entre los nogales. Las partículas de tierra le impedían distinguir con claridad si se trataba de un hombre o una mujer, de un adulto o de un niño.

De repente, un plato de puchero de cerdo tibio apareció delante de su rostro. Wilberg se echó contra el respaldo de la silla. Pero rápidamente volvió a desviar la mirada hacia la ventanilla. La extraña persona ya no estaba allí.

—¿La vio? —Por primera vez, la voz de esa mujer destellaba vida.

—¿Disculpa?

Wilberg se giró hacia la camarera y notó que su rostro estaba serio.

—¿Ha visto a la ninfa del bosque?

Cuando Wilberg escuchó la palabra “ninfa”, se arrimó sobre la mesa y apoyó los brazos sobre la mesada. Contempló a la camarera con el rostro serio. En el norte había muchas historias sobre seres extraños que recorrían las tierras nevadas. Wilberg sabía que los sureños solían reírse de aquellas historias y al principio pensó que ella también se estaba burlando de él. Pero al ver que el rostro seguía reflexivo, volvió a posar sus ojos en la ventana. La copa de los nogales se mecía con suavidad.

—¿Ninfa?

—Debería tener cuidado. Los lugareños ya la conocen; el problema son los extranjeros. Desaparecen y nunca más los vuelven a ver.

La camarera se escabulló rápidamente entre las mesas. Wilberg comenzó a comer con desesperación. El hambre, la sed y el cansancio se apoderaron de él. Pero había algo que no podía sacar de su cabeza: la ninfa.

Se pasó todo el almuerzo contemplando a través de la ventana, esperando volver a ver esa misteriosa deidad. Pero incluso luego de estar varias horas sentado allí, no logró volver a verla.



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En el texto hay: magia, primavera, magia y amor

Editado: 12.06.2025

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