Cuentos de Primavera: Historias que florecen

La Lluvia de Colores

Collombelle era un pequeño pueblo en la región de Occitania, Francia, famoso por una lluvia de colores que sucedía una vez por año y teñía todas las casas de sus pobladores con diferentes tonos brillantes.

La ceremonia se esperaba cada año, atrayendo cientos de curiosos turistas que querían ser testigos del mágico evento. Todos sabían que la lluvia sucedía en el mes de mayo, pero nadie podía saber exactamente qué día. Muchas personas se alojaban en hoteles de los pueblos y ciudades cercanas, y visitaban con frecuencia las calles de Collombelle, esperando que las grandes gotas coloridas cayeran de los cielos.

A medida que el mes de mayo pasaba, los rumores comenzaban a surgir. Algunos se reunían alrededor de una fuente que había en la plaza principal para escuchar a un hombre de mediana edad argumentar por qué él sabía exactamente cuándo llegaría la tormenta. Otros visitaban la casa de Madame Claudine, la señora más anciana que habitaba Collombelle. Se decía que ella tenía un sexto sentido para sentir la lluvia y decenas de personas se sentaban en los adoquines que estaban frente a su casa, a la espera de que apareciera con noticias. También había personas que se agrupaban tras una mujer que decía ser meteoróloga y cargaba en sus brazos un extraño aparato que predecía el tiempo. Ella caminaba sin rumbo por el pueblo con un séquito de seguidores detrás. Y por supuesto nunca faltaban las apuestas. En la casa más antigua del pueblo funcionaba un sitio clandestino donde todos aquellos amantes del juego podían apostar el día que caería la lluvia. Mayo era un mes largo, por lo que había que ser muy cuidadoso con el día que se apostaba. Se solía decir que los martes y viernes las posibilidades de lluvia eran más altas y muchos arriesgaban todos sus ahorros con tal de tener una mínima chance de hacerse millonario sin esfuerzo alguno.

Los días comenzaron a pasar sin señales de lluvia. Había algunos turistas que podían quedarse todo el mes, pero muchos debían volver a sus compromisos, por lo que el público se renovaba todas las semanas. Familias con niños pequeños, parejas en su cuarta luna de miel, grupos de ancianos que querían ver aquel hermoso fenómeno una vez más antes de partir. Los diminutos restaurantes locales estaban siempre llenos y las cafeterías tenían filas de personas esperando una mesa para poder tomar algo fresco. El negocio de obsequios y recuerdos de la familia Blanc trabajaba a toda máquina mientras los días pasaban.

Cuando la segunda semana de mayo comenzó, las apuestas incrementaron. Un joven de Collombelle comenzó a vender paraguas grises en la plaza principal, bajo el concepto de que se volverían un paraguas único y colorido cuando la tormenta llegara. Al cabo de media hora, se había quedado sin productos y tuvo que regresar a su casa para buscar más paraguas.

Los turistas novatos comenzaban a impacientarse, pero aquellos que solían visitar Collombelle con frecuencia estaban tranquilos. Se sabía que era cuestión de tiempo y que, cuando el fenómeno sucediera, valdría la pena cada segundo y cada centavo.

La tercera semana de mayo empezó con la decepción de muchos, aquellos que habían perdido sus días de vacaciones y aquellos que habían arruinado sus ahorros en las apuestas. Pero para aquellos que todavía seguían en pie, la motivación estaba en su pico más alto. Quedaban solo dos semanas y las posibilidades de atinarle al día de la lluvia habían incrementado considerablemente.

Sin embargo, cuando el último día del tercer de mayo terminó, muchos abandonaron Collombelle con rostros serios y hasta se vieron algunas lágrimas.

Cuando la cuarta y última semana del mes comenzó, muchos hombres y mujeres se restregaron sus manos mientras imaginaban ganar el gran premio y los niños saltaron, cantaron y bailaron más que nunca. La lluvia de colores era inminente.

El lunes comenzó con entusiasmo y emoción; una gran nube gris pasó por encima de Collombelle e ilusionó a todos los presentes. Sin embargo, cuando el viento del sur sopló, el cielo azul volvió a aparecer sobre el pueblo.

El martes amaneció con una espesa niebla y un agradable olor a humedad que aumentó la esperanza de los pobladores y visitantes. Quienes se hospedaban en otros pueblos, condujeron a toda velocidad para poder presenciar la lluvia de colores. Sin embargo, cuando el mediodía llegó, el sol se hizo presente y barrió cada una de las banquinas de niebla.

El miércoles, las expectativas eran altas. La impaciencia de la gente era palpable; cada vez había más perdedores y un grupo reducido de esperanzados. El sol iluminó Collombelle todo el día y las temperaturas alcanzaron el mayor valor en los últimos meses.

El jueves, el clima comenzó a deteriorarse, lo que encendió la emoción en todos los pueblerinos. Sin embargo, el viernes pasó sin señales de la tormenta. El nerviosismo se hizo presente entre los turistas y habitantes de Collombelle. ¿Cómo era posible que todavía no hubiese caído una sola gota de color? Quienes habían apostado por los últimos dos días de mayo comenzaron a entusiasmarse. Eventualmente la lluvia caería; solo había que definir cuál de los dos últimos días sería.

El comienzo del sábado se vivió con un ambiente tenso. Las familias se agolparon en la plaza principal del Collombelle a esperar. Había tanta gente que tuvieron que ocupar las calles aledañas para que todos tuvieran un lugar en el cual sentarse a esperar. Algunos habían llevado comida, otros tuvieron que salir corriendo a comprar algo para mantener las energías mientras esperaban que la tormenta se desatara.

Las horas pasaron y, a medida que el final del día llegaba, las voces se fueron apagando y un intenso silencio invadió a todos los presentes. Cerca de la tarde, una nube negra comenzó a acercarse por el norte, revitalizando a los turistas y pueblerinos, que habían esperado treinta días para que ese momento sucediera.

Pero cuando todos esperaban que la lluvia comenzara, la nube siguió su camino hasta las playas del sur. Cuando la noche llegó, todos decidieron quedarse sentados. Nadie iba a dar el brazo a torcer y quedaban menos de 48 horas para que la tormenta llegara. Turistas y ciudadanos de Collombelle se quedaron en la plaza y las calles, impidiendo la circulación de todos los vehículos del pueblo.



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En el texto hay: magia, primavera, magia y amor

Editado: 12.06.2025

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