Cuentos de Primavera: Historias que florecen

El Hada de las Alas Negras

Marcos había nacido en el seno de una familia acomodada que se dedicaba a la agricultura y a la exportación. Él era el único hijo de un destacado empresario conservador y su agradable esposa, hija del político de turno.

Marcos no solo era el único nieto, también era el único sobrino y eso había traído como consecuencia que toda la atención de la familia se centrara en él. Cada cumpleaños, Marcos recibía todos los juguetes que quería. En las navidades, solo se dejaban regalos para él bajo el árbol. Los dulces que sus abuelas solían comprar iban a parar únicamente a su habitación, puesto que no había nadie más con quién compartir. En un principio esto había sido como estar en el paraíso. Como niño malcriado, Marcos había aprendido a manipular a su familia para obtener todo lo que quería. Pero al cabo de unos años, cayó en la cuenta de que no tenía a nadie con quién jugar, ni con quién compartir sus chistes, ni con quién leer un libro, ni con quién comer golosinas. Marcos no tenía a nadie.

Ninguno de sus tíos había tenido hijos, por lo que no tenía un primo o una prima con quien pasar el tiempo. Al vivir en el medio del campo, no iba a la escuela. Sus padres habían contratado a los mejores profesionales para que acudieran a su casa y le enseñaran todo lo que él necesita: matemáticas, inglés, biología, piano y literatura. Tampoco tenía vecinos; la casa de Marcos era la única en un radio de 10 kilómetros y sus padres no lo dejaban abandonar los terrenos familiares por miedo a que alguien lo secuestrara para pedir rescate. Los criados de la casa tampoco tenían hijos; cada vez que alguna mujer o algún hombre llegaba con la noticia de que iba a tener un bebé, sus padres lo invitaban amablemente a dejar su puesto porque creían que un niño solamente interfería con su trabajo.

La primera vez que Marcos fue consciente de esta soledad fue cuando cumplió 9 años. Su abuelo le había regalado una pelota y juntos habían jugado por horas. Sin embargo, cuando el sol comenzó a esconderse, su abuelo decidió que era hora de regresar a su casa. Marcos le insistió para que se quedara con él, pues quería seguir jugando. Pero su abuelo debía regresar antes de que anocheciera y, pese a las protestas de su nieto, se marchó.

Fue en ese momento que Marcos se encontró solo, y por primera vez, no se sentía a gusto. Pateó la pelota contra una pared varias veces. Pero faltaban los chistes y las risas. Además, la pelota salía disparada hacia cualquier lado y eso lo volvía aburrido.

Esa noche, cuando Marcos se acostó en su cama, posó sus ojos en el techo y apretó los labios con fuerza. No solo no lo dejaban salir a jugar con otros niños, sino que las pocas personas que pasaban tiempo con él no tenían ni la paciencia, ni las ganas, ni el tiempo para estar a su lado la cantidad de horas que Marcos quería. Sus padres tenían que trabajar. Sus abuelos tenían sus vidas en la gran ciudad, que se encontraba muy lejos de su casa. Sus tíos no frecuentaban mucho el campo; solo aparecían cuando Marcos o alguno de sus padres cumplía años o en las fiestas de fin de año.

Fue entonces cuando Marcos comenzó a revelarse. Empezó con el mal comportamiento durante sus estudios académicos. El desempeño de Marcos comenzó a decrecer notablemente y sus actitudes se tornaron frías y distantes. Sus profesores, quienes lo habían considerado como un niño simpático e inteligente, empezaron a quejarse por las actitudes vulgares del chico. Pero sus padres no parecían preocupados y eso enfurecía aún más a Marcos.

Marcos ya no se sentaba a comer con sus padres. Simplemente, se quedaba en su cuarto, contemplando el campo a través del gran ventanal que había junto a su cama. A veces oía voces provenientes del pasillo; sus padres solían discutir a diario sobre la manera de educarlo. Pero la mayoría de las veces esos murmullos eran de los criados que chismoseaban sobre él y su familia.

Durante sus primeros años de adolescencia, Marcos se comenzó a sentir realmente solo. No tenía amigos. Su familia tomó distancia; él ya no era un niño pequeño necesitado de cuidado, y los adultos comenzaron a dejarlo de lado. Sus tíos ya no lo llamaban, sus abuelos ya no lo visitaban y sus padres estaban más enfocados en sus problemas individuales que en la crianza de su propio hijo.

Fue por esa razón que Marcos comenzó a frecuentar el campo de sus padres. Solía abandonar su casa luego del desayuno y caminar largas horas hasta un descampado con un césped tan verde y suave que acariciaba sus tobillos. Siempre hacía el mismo recorrido, tomaba una larga siesta debajo de un árbol y luego, cuando el sol comenzaba a caer, regresaba para cenar y acurrucarse en su cama.

Una tarde, mientras descansaba bajo la sombra de una de las ramas de su árbol favorito, sintió una ligera cosquilla en su nariz. Abrió sus ojos y casi suelta un grito cuando vio una pequeña mujer volando delante de su rostro. Sus alas eran negras y se agitaban rápidamente para mantenerse en el aire. Sus mejillas eran rosadas y resaltaban sobre su blanca tez.

En un principio, Marcos pensó que era una polilla. Pero luego de pestañear varias veces, creyó estar alucinando. Había escuchado muchas historias sobre criaturas fantásticas que daban vueltas en aquellas tierras, pero cada vez que le preguntaba a su padre al respecto, él lo negaba rotundamente y le decía que dejara de escuchar ese tipo de historias. Y por varios meses, Marcos evitó todo contacto con esos relatos fantásticos que, curiosamente, eran contados por el personal que trabaja para sus padres.

Pero ahora que Marcos tenía un hada delante de sus ojos, Marcos salió corriendo en dirección a su casa. Atravesó el campo de su padre en cuestión de minutos, ingresó en su vivienda atropellando a uno de los empleados que cargaba con un cajón de madera repleto de verduras y subió los peldaños hasta encontrarse frente a la puerta de la oficina de su padre. La golpeó con frenesí, esperando que su padre escuchara lo que acababa de ver en su campo. Cuando la puerta se abrió, el ceño fruncido de su padre apareció del otro lado del umbral.



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En el texto hay: magia, primavera, magia y amor

Editado: 12.06.2025

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