Cuentos de terror

La cita

Camilo amaba a su esposa. Se habían casado hacía diez años, cuando ambos eran bastante jóvenes aún. Tenían un hijo de cinco años que era un encanto. Adoraba a su esposa, pero ya no la encontraba sexualmente atractiva. El sexo con ella se había convertido en una monotonía sin remedio. Fue por ello que decidió buscar complacer sus apetitos carnales en otras mujeres.

Al principio buscó la compañía de prostitutas. Pero estas no tenían nada que envidiarle a su esposa. Así que desistió de esta alternativa.

Amigos y compañeros de trabajo le recomendaron una página web (la mayoría, esposos infieles igual que él) en la que podía conseguir citas con mujeres mucho mejores que cualquier prostituta. Al principio sintió temor, ya que lo veía como algo peligroso, pero al final terminó por ceder y consintió con encontrarse en un motel con una de las chicas de la página. La chica era joven, casi una adolescente (justo lo que su voracidad anhelaba), era rubia y tenía un cuerpo de diosa (sus fotografías en ropa interior y jeans, puestas en la página lo demostraban). Así que acordó hora, lugar y día con la aludida y cerró su laptop.

Mientras cerraba la computadora, una de las fotografías de la chica empezó a desfigurarse, como si se derritiera. Camilo no vio nada de aquello.

Llegado el momento, Camilo se despidió de su esposa (dijo que iba a tomar una cerveza con los amigos del trabajo), subió a su coche y condujo hasta el lugar de la cita. Efectivamente se trataba de una chica tan joven y hermosa que de inmediato se encendió su lascivia. Lucía jeans ajustados que exaltaban sus atributos y una blusa apenas digna de llamarse así. ¡Su esposa no era nada comparado con aquella beldad!

—Eres muy hermosa —dijo, saludando a la chica con un beso en la mejilla.

—Gracias —respondió ésta.

—¿Pasamos? —Inquirió.

—¡Pero qué rápido eres! —Exclamó la joven, sonrojándose, consiguiendo con ello que nuestro buen Camilo se encandilara aún más—. Pero si así deseas, que así sea.

Camilo la cogió del brazo y la llevó al recibidor del motel. Pagó al receptor y recibió la llave. Cuando se dio la vuelta para tomar del brazo a su acompañante, ésta no estaba ahí. Sorprendido miró a los lados.

—Aquí —Gritó la chica, sobre el rellano de las escaleras del segundo piso.

—¿Cómo llegaste hasta allí? —Preguntó sorprendido, puesto que no había oído el menor ruido.

—¡Volando! —sonrió la chica.

Camilo le devolvió la sonrisa y subió los peldaños de dos en dos hasta llegar a su lado. Le rodeó la cintura con el brazo y la condujo hasta el número de habitación que le habían asignado.

Ya dentro del cuarto, Camilo le rodeó la estrecha cintura y empezó a besarla apasionadamente… No es necesario explicar lo que sucedió entre ellos. Detalles que quizá sí merezcan mención es el hecho de que la joven parecía tener una lengua más larga de lo normal y bífida. Hubo momentos en los que Camilo sentía la lengua de su joven amante dentro de su garganta. También hubo momentos en que su voz se tornaba áspera y su piel parecía resecarse. Sin embargo, cuando Camilo habría los ojos o prestaba más atención a la voz de la chica, esta parecía del todo normal.

—¡Esto ha sido fantástico! —exclamó cuando el sexo terminó.

—¡Desde luego que sí! —fue la respuesta de su compañera. Pero no era la voz de la joven, sino la voz de un demonio.

Lentamente y con el corazón atenazado por el miedo, Camilo giró la cabeza para ver a la chica. Quien ocupaba el lugar de su amante era un demonio con cara de serpiente y una larga y bífida lengua. Camilo gritó de terror e intentó apartarse de aquel ser horrible, pero la criatura lo cogió por la cabeza y hundió sus largos colmillos en su garganta.

Más noche, la esposa de Camilo recibió una llamada de la policía en la que le comunicaban que habían encontrado a su esposo muerto en un motel de la zona. Las causas: una serpiente venenosa lo había mordido en el cuello, matándolo casi al instante.

El dueño del motel estaba como loco, no comprendía cómo semejante suceso había acontecido en su centro de pernoctación.

Lo más raro es que sucesos similares empezaban a acaecer regularmente en todo el país.




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