Cuentos de terror

La fuga

Mariana estaba decididamente enamorada de Francisco. Francisco era guapo, alto, de hermoso cabello y muy galante. Su único defecto discurría en su pobreza. Pero eso a Mariana no le importaba, ella lo amaba, era lo único que contaba. Sus padres no estaban de acuerdo con tal noviazgo. ¿Y cómo estarlo? En opinión de doña Esther, la madre de Mariana, Francisco era un don nadie, un pandillero, un muchacho sin presente ni futuro, y hasta era feo. No entendía que le veía su hija a ese bueno para nada. Además, su hija apenas tenía quince años, a esa edad las mujeres no deberían pensar en tales tonterías, cosa que siempre le recordaba ella.

Puesto que ambos jóvenes querían estar juntos, decidieron fugarse. Hicieron planes y concluyeron que les iría bien. Él seguiría trabajando en el taller de don Gonzalo y ella estudiaría. Así que ¿qué podría salir mal? Definitivamente la perspectiva del fracaso no aparecía ni en el más lejano horizonte. Se pusieron de acuerdo, marcaron el día en el calendario y esperaron pacientes la llegada de la gran fecha, el día que por fin estarían juntos, cosa que nada ni nadie podría evitar.

Por fin llegó el día esperado. Mariana estaba nerviosa, muy nerviosa, pero ya le había dado su palabra a Francisco, no le quedaría mal. Esperó a que todos estuviesen dormidos para salir a hurtadillas de la casa. En una mano una linterna para alumbrar las escaleras y en la otra, la maleta con algo de ropa.

Era noche cerrada cuando salió al patio de la casa. En la esquina de la cuadra vislumbró el coche que Francisco le prestó a don Gonzalo para llevar a cabo tal empresa. Mariana casi corrió hacia el coche.

—Hola —saludó en un susurro, la voz y las manos le temblaban a causa de los nervios.

—Anda, sube, tenemos que darnos prisa —dijo Francisco.

Mientras Francisco le ayudaba con la maleta, Mariana creyó ver un fugaz destello rojo en los ojos de su novio. Sintió un escalofrío. Pero agitó la cabeza y pensó que debían ser imaginaciones suyas. Cuando lo beso en los labios habría jurado que su lengua rozó un colmillo enorme.

«Son los nervios, nada más», se dijo.

Se subió al viejo automóvil con su novio y se alejaron del lugar. De antemano habían acordado que se irían con una tía de Francisco, a un pueblo vecino. Sabían que los padres de Mariana se pondrían furiosos cuando se dieran cuenta de su desaparición, no querrían estar a su alcance cuando eso sucediera.

Media hora después, el celular de Mariana empezó a vibrar.

—Dame eso acá —dijo su novio y le arrebató el teléfono de las manos—. No es momento para responder llamadas.

Dariana sintió una punzada de temor ¿tan rápido se habían percatado de su ausencia? Y lo más curioso, de reojo vio que el nombre que aparecía en el identificador de llamadas era el de su novio. Eso no podía ser, su novio estaba allí con ella.

A mitad de camino el coche se detuvo.

—¿Qué pasa? —preguntó— ¿Por qué nos detenemos?

—Son tus padres —dijo Francisco—. Anda contesta.

Mariana cogió el teléfono. Sus manos temblaban. El teléfono no había dejado de vibrar desde la primera llamada.

—Mamá —dijo, temerosa— ¿eres tú?

—Mariana —dijo la severa voz de su madre al otro lado de la línea— ¿Dónde te has metido? Nos tienes a todos preocupados.

—Lo siento, mamá —se disculpó—. Me estoy fugando con mi novio.

—¿Cómo es eso posible?  —dijo su madre—. Creí que amabas a Francisco, creí que él era tú novio. El pobre muchacho está destrozado.

—¿Francisco? —un escalofrío gélido descendió por la columna vertebral de Mariana—. ¿A qué te refieres?

—Francisco está acá con nosotros, al ver que no acudías a la cita vino y nos contó todo, está muy preocupado…

Mariana ya no escuchó más.

—¿Qué sucede? —inquirió el demonio de ojos rojos y alargados colmillos que estaba al volante—. ¿No era esto lo que querías?

El motor del coche se puso nuevamente en marcha.

Mariana gritó, pataleó, arañó, golpeó el vidrio con todo lo que pudo, pero este no cedió. Estaba atrapada en el coche con aquel demonio. Sin que los gritos cesaran, el coche se deslizó por la carretera hasta desaparecer en la oscuridad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.