Cuentos de terror

La venganza del demonio

Brandon jugaba a las canicas con sus amiguitos en el callejón junto a su casa cuando vio la sombra negra. Era una sombra etérea, desigual. El infante alzó la vista al cielo para descubrir al causante de la silueta, debía de ser un ave muy grande y rara, pero en el cielo no había nada, ni siquiera nubes. No obstante, la sombra seguía allí, al pie del muro que rodeaba la propiedad de su padre. Dos ojillos de pupilas rojas sobresalieron de la sombra y le devolvieron la mirada. Brandon dio un respingo. La sombra atravesó el muro y se perdió de vista.

Ninguno de sus amigos la había visto, de eso estaba seguro. De manera que ignoró el episodio y siguió jugando.

El juego terminó cuando sus amigos así lo quisieron, alegando que ya era tarde y que sus madres los estaban esperando. Pero Brandon sabía que se iban porque ya les había ganado demasiado ese día, tenía los bolsillos repletos de canicas. Una tarde inusualmente fructífera aquella.

Sus amigos se marcharon mientras él recogía las últimas ganancias. Y allí estaba la sombra, negra, sin forma lógica.

—Hola, Brandon —saludó la cabeza que empezó a emerger de la sombra. Era una cabeza inhumana, amarillenta, rugosa y de ojillos rojos sangre. Su voz era un susurro gélido.

Brandon gritó, o al menos lo intentó.

El monstruo que había sustituido a la sombra se cernió sobre él.

 

٭٭٭٭٭٭٭

La melodía del teléfono le arrancó un susto tremendo. El mismo susto le hizo pisar con fuerza el freno, el auto derrapó un instante y por poco se sale de la carretera.

—¿Qué sucede, cariño? —preguntó Jared después de estabilizar el coche y recuperar la compostura.

—¡Nuestro hijo, Jared! ¡Por todos los dioses! ¡Mi querido Brandon! —la voz de Annie sonaba histérica al otro lado de la línea.

—¿Qué sucede con Brandon? —preguntó Jared.

—¡Está muerto!

Esta vez sí que salió de la carretera y poco faltó para que se estrellara contra un árbol.

—¿Pero qué demo…? ¿Cómo sucedió? —preguntó tomándose la cabeza.

—No lo sé. Tienes que venir. La policía ya está aquí y se lo quieren llevar.

—Regreso ahora mismo.

La entrevista con el Diputado tendría que esperar.

Volvió a la carretera y llevó al límite el coche.

Había salido esa misma tarde de la ciudad. El periódico para el que trabajaba le había pedido que acudiera a una entrevista con el diputado Marcio Muralles, que se rumoreaba sería candidato presidencial. Normalmente su campo no era ese, pero al no haber nadie más disponible había aceptado. ¿Y ahora eso? ¿cómo era posible?

 

٭٭٭٭٭٭٭

Esto es sólo el comienzo

Las palabras marcadas en el pecho de su hijo lo dejaron sin respiración. Se las habían hecho con algo filoso y venenoso. Pero eso sólo era uno de los tantos detalles escalofriantes que adornaban el diminuto cuerpo de Jared. Los ojos saltados y extrañamente grandes harían pensar que había muerto ahorcado. Pero también pudo haber muerto por la herida en el vientre, por donde le salían las vísceras; o por la mandíbula rota; o por el agujero que tenía donde había estado su nariz…

—Sólo un psicópata podría hacer algo así a un niño —comentó uno de los policías presentes en la escena del crimen.

—Un monstruo —acotó otro.

Aquella última palabra trasladó a Jared en el tiempo, seis meses atrás, cuando investigaba la leyenda del asesinato del duque Mason Monroy. Historia que jamás se había atrevido a publicar y por la cual había estado dos meses bajo arresto domiciliario mientras se hacían las respectivas averiguaciones. La policía sólo había encontrado el cuerpo de su fotógrafo, Alexander, nada más. El único sospechoso del asesinato había sido él. Pero como no encontraron pruebas de que fueron sus dientes los que le habían cercenado la garganta a su compañero, se retiró el juicio en su contra y quedó libre. El asesinato había quedado sin resolver. Sólo a su jefe y a su esposa se había atrevido a contarle lo que realmente había ocurrido, aunque no estaba seguro si le habían creído.

Hacía seis meses había creído que el demonio saldría de la mansión para cobrar venganza, pero como transcurrieron los días y las semanas, y nada fuera de lo común sucedía, se sintió a salvo. A lo mejor el monstruo no podía abandonar sus dominios. Si así era, lo único que tenía que hacer era mantenerse alejado de aquella maldita villa y de la terrorífica mansión. Y así lo había hecho, llegándose a olvidar casi por completo del extraño suceso.




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