Cuentos de terror de mi tio Tankhun (tankhun/venice)

3

—¿Más té, Venice? —preguntó mi tío, echándose hacia delante de una forma bastante alarmante.
. —Sí, por favor Sentía la garganta una tanto reseca.
Me estaba costando mucho trabajo sacudirme de la cabeza la idea de estar atrapado en la cima de ese inmenso árbol, con un horror sin nombre trepando inexorablemente cada vez más cerca. Mi imaginación había resultado horriblemente eficaz en la representación de aquellas garra asesinas. tío Tankhun llenó de nuevo mi taza y la suya. Puso el plato sobre su rodilla con una mano y con la otra levantó la taza hasta sus labios. Cuando terminó de beber un sorbo, dejó la taza y el plato sobre la bandeja y se puso de pie.
—Quizás no debería estar contándote estas historias, Venice —dijo, caminando hacia la ventana y mirando hacia fuera.—. No quisiera causarte pesadillas.
—No hay ningún problema, tío — dije—. Le puedo asegurar que no me asusté tanto.
—¿De verdad? —dijo tío Tankhun, dándose la vuelta con una sonrisita de medio lado— ¿Mi historia no resultó lo suficientemente aterradora para ti?
—No, tío —dije, poniendo la taza con un golpeteo—. Mejor dicho, quiero decir…
—Cálmate, Venice —dijo tío Tankhun, y se dio la vuelta de nuevo hacia la ventana—. Te estaba tomando un poco del pelo. Perdóname.
—Claro que sí —dije con una sonrisa—. Me doy cuenta.
No agregó nada más. Parecía perdido en una especie de remembranza, mirando hacia el jardín por la ventana. Miré a mi alrededor. Las danzantes llamas producían una ilusión nada agradable de animación entre los objetos en el cuarto y las sombras que proyectaban. La sombra bajo la silla de mi tío en particular parecía tener vida propia y transmitía la perturbadora impresión de que algo se agazapaba debajo, retorciéndose y lista a echar a correr a través del cuarto como una gigantesca araña. Aunque, por supuesto, yo sabía que no podía ser, las imágenes y pinturas enmarcadas, los objetos sobre el mantel y en los armarios, los libros y los muebles, parecían todos temblar expectantes, como si tuvieran vida. Tío Tankhun se dio la vuelta y agarró algo que estaba encima de un armario a su lado. El «movimiento» de las cosas en el estudio pareció quedar en una súbita interrupción. Cuando volteó a verme de nuevo pude darme cuenta de que se trataba de una pequeña muñeca con cabeza de porcelana y cuerpo de tela.
Mi tío se acercó y me entregó la muñeca con un grado de seriedad completamente inapropiado para el objeto, aunque pude ver que estaba hecho con un esmero inusual. Aun así, parecía una cosa extraña para que la tuviera mi tío en su casa. Me sentí un poco tonto sosteniéndola y pensé en las bromas que me harían en el colegio si alguno pudiera verme.
—¿Alguna vez has asistido a una sesión de espiritismo, Venice? — preguntó mi tío;
una divergencia aparentemente insensata frente a la muñeca que con tanta seriedad había puesto en mis manos. Se acomodó lentamente en la silla.
—No, señor —contesté.
—Pero ¿sabes de qué se trata?
—Sí, señor —dije—. La gente trata de ponerse en contacto con los seres queridos que se han marchado. Existen, creo, algunos que alegan ser capaces de permitir que los espíritus hablen por intermedio de ellos
. —Mediums —dijo tío Tankhun, acomodándose de nuevo.
—Mediums, sí —agregué. —Dijiste «alegan» Venice —comentó tío Tankhun—. ¿Eres escéptico, entonces?
—He escuchado decir que existen unos que aseguran tener tales poderes, pero que son farsantes e ilusionistas, tío. No creo que sea posible hablar con los muertos.
Tío Tankhun sonrió y asintió, juntando las puntas de los dedos y sumergiéndose una vez más bajo las sombras.
—Hubo una época en la que habría compartido tu punto de vista —dijo, mirando de nuevo hacia la ventana.
Seguí su mirada y pensé haber escuchado pasos rápidos afuera, por el sendero de grava al borde de la ventana. Con seguridad, pensé, los muchachos del pueblo no se atreverían a entrar al jardín de mi tío. Mi tío o no escuchó el ruido o no lo intranquilizó, pues se inclinó hacia mí, sonriendo.
—Tengo una historia en ese tema que quizás te interese, Venice —dijo—. Talvez te hará cambiar de opinión.
—¿De verdad, tío? —pregunté, sintiéndome todavía un poco incómodo sosteniendo la pequeña muñeca.
—. Por favor cuéntela entonces, señor.
—Muy bien, Venice —dijo—. Muy bien.



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En el texto hay: #biblebuild, #vegaspete

Editado: 01.10.2024

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