Un profundo silencio siguió al final de la historia de tío Tankhun, interrumpido sólo por el tictac del reloj. Estiré mis manos pegajosas y las restregué contra las piernas del pantalón mientras mi tío se echaba hacia delante saliendo de las sombras, la rosada luz de la chimenea encendiendo su rostro.
—Confío en que no te haya asustado todavía, Venice —dijo, levantando una ceja.
—No, tío —dije, la voz sorpresivamente empequeñecida—. Claro que no. Tío Tankhun caminó despacio hacia la ventana y corrió la cortina, la lechosa luz invernal transformándolo en una silueta. Me dirigí hacia la pintura y miré con atención hacia las tenebrosas profundidades por detrás de la casa. ¿Había algo allí? ¿Un niño? Parecía haber algo, pero no podía decir con seguridad de qué se trataba.
—Parece como si se estuviera acercando la niebla, Venice —dijo mi tío.
—¿De verdad? —pregunté, juntándome a su lado en la ventana. En efecto, el bosque y el prado habían desaparecido por completo y el jardín también estaba siendo borrado por la niebla en remolinos como de encaje, enrollándose alrededor de los arbustos podados y de las estatuas. Resultaba extraño ver lo repentino de su llegada, pues a mi llegada no había la menor señal de un tiempo semejante.
Entonces algo pareció moverse por entre los arbustos podados.
—¿Qué fue eso? —pregunté, señalando hacia el lugar donde lo vi.
—¿Qué crees que haya sido? —dijo tío Tankhun.
—No podría decirlo —contesté—. Se movió tan rápido.
—La niebla está llena de esos fantasmas —dijo mi tío como si eso fuera el final de todo el asunto. No era claro si se refería a la niebla en general, o a esta niebla en particular. En todo caso, no tenía deseos de ahondar más en ello
— Espero que se despeje antes de irme a casa —dije.
—
— Sí —dijo tío Tankhun—. No quisiéramos que te perdieras.
—
— Eso nunca sucedería, tío —dije. Estaba seguro de seguir el camino con los ojos vendados.
—¿De verdad? —dijo, con tono sorprendido—. Hay muchas maneras de perderse, Venice —de repente la cara pareció rozarla la tristeza y me dio unos golpecitos en el hombro.
— Regresemos a la chimenea. Este aire húmedo se mete en los huesos. Me di cuenta de sentir también un repentino escalofrío subiéndome por el cuerpo y me eché hacia delante para calentarme las manos frente al bienvenido calor.
—¿Sientes frío, Venice? —preguntó mi tío.
—Sí —contesté—. Un poco.
—La niebla se habrá metido adentro, supongo —dijo tío Tankhun.— Y no
hay nada como la niebla para enfriar el alma. Llamaré a Arm para que nos traiga una tetera. Una bebida caliente te reanimará.
Arm fue debidamente llamado y nos llegó una nueva tetera con otro plato de galletas y una taza de azúcar. Tío Tankhun puso de nuevo la bandeja sobre la mesa entre los dos y sirvió una taza para cada uno.
—Esto no es entretenimiento para un muchacho enérgico como tú, Venice. Te aseguro que preferirías estar trepando árboles o jugando futbol.
—Para nada —dije. Después de la historia de tío Tankhun sobre el olmo pensaba que tal vez no volvería a trepar un árbol jamás. En cuanto al futbol, era un deporte que siempre había detestado.
—Entonces, ¿no tienes amigos entre los chicos de aquí? —preguntó—. ¿No te gustaría mejor estar haciendo travesuras en alguna otra parte?
—¿Travesuras? —pregunté—. No soy muy bueno en travesuras y, además, los muchachos de por aquí son bastante infantiles. Prefiero estar aquí, señor.
Tío Tankhun sonrió.
—Muy bien, entonces —dijo.—¿Eras travieso, tío? —pregunté, viendo una oportunidad para recoger información sobre mi enigmático pariente—. ¿Cuando eras niño? Tío Tankhun levantó una ceja.
—¿Cuando era niño? —preguntó—. Espero no ser demasiado viejo para hacer travesuras. Tío Tankhun se echó hacia delante, sonriendo.
—Vamos —dijo—. ¿Es tu vida tan angélica, Venice? Le imprimió a la palabra angélica» tal énfasis de desaprobación que estuve tentado a inventar algún tipo de mal comportamiento simplemente para complacerlo. Mi tío vio mis esfuerzos.
—No te preocupes, muchacho. No hay nada vergonzoso en ser un muchacho bueno —dijo con muy poca convicción.—No, tío —dije, sin haber pensado nunca por un instante que pudiera haberlo.
—Quizás te gustaría oír una aleccionadora historia sobre un muchacho cuyo comportamiento no era tan encomiable como el tuyo, Venice — dijo finalmente tío Tankhun.
—Sí, tío. Me gustaría oírla. —Excelente —flexionó sus largos dedos huesudos, el ostro se convirtió de nuevo en una máscara de seriedad—. Excelente…
Editado: 01.10.2024