Cuentos de terror de mi tio Tankhun (tankhun/venice)

10

PODA INVERNAL Era una mañana de octubre, fresca y reluciente

PODA INVERNAL
Era una mañana de octubre, fresca y reluciente. Hojas amarillas y marrones caían lentamente por entre el aire frío. La escarcha brillaba en las sombras. Un muchacho llamado Nodt se recostaba sobre la pared fría y húmeda, observando a la vieja mujer en el jardín al otro lado. Aunque Nodt podía verla ella no podía verlo a él, pues la vieja mamá Tallow era ciega. Los niños en el pueblo consideraban a la vieja mamá Tallow una bruja, y se desafiaban unos a otros a golpear en su puerta.
Ninguno ni siquiera había juntado el valor suficiente de entrar en su jardín. El día de Halloween le lanzaban huevos a su casa y salían corriendo. Nodt se había quedado por ahí durante un momento de aburrimiento para ver si la vieja mamá Tallow hacía algo emocionante. Pero parecía poco probable. La mujer llevaba puesto un abrigo gris y un grueso chal encima. Tenía un vestido pesado que le bajaba hasta los pies, cuyo borde estaba empapado por la humedad de la hierba. Tenía unas botas negras y guantes con los dedos cortados. Tenía un sombrero de lana en la cabeza y el rostro estaba rojo por el frío.
La mujer examinaba uno de los cuatro viejos manzanos frente a la casa. Nodt la observaba con la misma clase de fascinación con la que la habría observado de ser ella una abeja o una hormiga ocupada en sus asuntos. La mujer pasaba sus vigorosos dedos de una mano sobre el tronco y las ramas mientras abría y cerraba un par de tijeras podadoras con la otra. Alcanzó un punto al extremo de una rama y levantó las tijeras, cerrando las hojas de acero sobre una ramita y cortándola. Mientras cortaba, una bandada de tordos levantó vuelo desde un acebo cercano.
—¿Quién está ahí? —dijo de pronto la mujer, haciendo saltar a Nodt. Habló con voz baja y susurrada pero aun así pareció restallar como un látigo en el silencio del jardín. Nodt no contestó.
—Vamos —dijo la mujer, sin mirar alrededor—. Puede que sea ciega, pero no soy sorda… o estúpida. Si has venido a asustar a una mujer vieja, entonces te debería dar vergüenza.
—Me llamo… Tai —dijo Nodt.
— Tai, ¿dijiste? —dijo la mujer con un tono que a Nodt le sonó como si hubiera duda en su voz. ¿Pero cómo podía dudar? ¿Cómo podía saber la diferencia?
— ¿Y qué es lo que quieres, Tae?—¿Qué está haciendo? —preguntó Nodt,
—Estoy podando —contestó la mujer—. Estoy podando mis manzanos. Si no los podo no me darían unas manzanas tan deliciosas. Gastarían toda su energía haciendo crecer nuevas ramas y hojas. Necesitan ser domesticados — cuando pronunció la palabra «domesticados», las tijeras se abrieron y se cerraron con un golpe seco.
—Te pregunto entonces de nuevo: ¿qué es lo que quieres?
—Nada —dijo Nodt a la defensiva.
—Nada, ¿entonces? —dijo ella—.Yo los conozco a ustedes niños y a sus glotones deditos rateros. A Nodt lo cogió por sorpresa el repentino odio en la voz de la mujer.
—No estoy haciendo nada —dijo. —Entonces vete. Nodt no se movió.
—Anda, vete —repitió la mujer.
—¿Por qué me tengo que ir? —dijo Nodt —. No estoy haciendo nada malo. Ni Siquiera estoy en su jardín. No le tengo miedo— fue una bravuconada a la que no le ayudó el temblor en la voz. La mujer se dio la vuelta y empezó a caminar en su Dirección. Lo ojos se veían tan helados como la hierba por donde avanzaba. Había algo tan horrible en la mirada de esos — nublados ojos como de mármol que Nodt Sintió que no podía soportarla. Se retiró de la pared y empezó a correr loma abajo hacia el pueblo, riendo con nerviosismo cuando se sintió fuera de peligro.
Nodt estaba aburrido. Él y su mamá se acababan de trasladar al pueblo desde la ciudad y a la casa que había sido el hogar de infancia de su mamá. El abuelo de Nodt —el papá de su mamá — había muerto, dejándoles la casa y la ferretería que venía con la misma. El papa de Nodt había muerto en un trágico accidente automovilístico cuando Nodt era un bebe y desde esa época sus vidas no habían sido fáciles, su mamá pensaba que el traslado quizás les ofreciera a los dos un nuevo impulso.
—¿Sabes algo de la vieja mamá Tallow? —le preguntó Nodt a su mamá mientras Almorzaban.
—¿La vieja mamá Tallow? —preguntó la mamá de Nodt con sorpresa.
—Sí —dijo Nodt—. Ese viejo murciélago ciego arriba en la loma.
—Nodt, por favor —dijo su mamá—. ¿Quieres decir arriba en la montaña? Pero no puede estar viva todavía. Pues tendría unos cien años cuando yo era niña. Por favor, no pudo haber sido ella, porque mi mamá podía recordar haberla molestado cuando ella era también una niña —su mamá dejó de hablar y miró hacia el frente—. Espera un momento. Eso no puede ser, ¿verdad?
—Bueno, allá hay una mujer vieja —dijo Nodt—. Y es ciega y así es como todo el mundo la llama.
—Quizás sea una hija —dijo su mamá—. Qué raro. Solían decir que era bruja, sabes.— Aún lo dicen —dijo Nodt con una sonrisita.
—Le teníamos terror —dijo su mamá—. Solíamos decirle cosas y salir corriendo — Sacudió la cabeza con el recuerdo y se sonrojó un poco—. Pobre mujer. Qué crueles pueden ser los niños.
—Habla por ti misma —dijo Nodt, agarrando una manzana de la bandeja y dándole un mordisco.
—. ¿Por qué le tenían miedo? —Porque era una bruja, por supuesto —dijo su mamá, riéndose—. Honestamente, ¡los disparates que se nos ocurrían! Decían que era inmensamente rica, y si lo era, el cielo sabe por qué vivía sola en esa diminuta cabaña; y que capturaba a los niños que entraban a su jardín y se los comía.
—¿Se los comía? —preguntó Nodt, atragantándose.
—Sí —contestó su mamá, fingiendo un gruñido—. ¡Se los comía o los lanzaba por un pozo o algo terrible! ¡Estábamos aterrorizados! Sabes, aún la puedo ver de pie en el jardín del frente entre esos dos horripilantes manzanos viejos a cada lado. Decían que esas manzanas eran deliciosas, pero cómo podían saberlo no lo sé, pues también decían que una vez dabas un paso dentro del prado ella se lanzaba sobre ti como un cuervo y te arrancaba el corazón. Nodt se rio y su mamá no pudo evitar imitarlo.
—Es en serio —dijo ella—. Le tenía mucho miedo. La manera como parecía atravesarte con la mirada con esos horribles ojos suyos.
—Pero si es ciega —dijo Nodt.
—Lo sé —contestó su mamá con un estremecimiento—. No tiene sentido, pero ahí lo tienes. Tenía pesadillas con ella.
—Ya, ya —dijo Nodt—. Yo te protegeré.
—No irás a ir por allá, ¿cierto? — dijo su mamá. —¿Tienes miedo a que me coman?
—Claro que no —dijo ella, dándole una palmada en el brazo—. Pero no lo harás, ¿verdad?
—No, mamá —dijo Nodt con un suspiro—. No lo haré. Te lo prometo. Nodt, sin Embargo, no era exactamente el muchacho que su mamá pensaba que era y esta promesa, como tantas otras promesas que había hecho, no significaba mucho. Los oídos de Nodt se habían abierto al escuchar que la mujer podría ser rica. Estaba harto de robar centavos de la cartera de su mamá. Esta cansado de escuchar cuán poco dinero su papá les había dejado.
Al día siguiente se dirigió de nuevo hacia Baekdu. Se subió al muro y se sentó con las piernas colgando al otro lado. Se sentó ahí a observar la cabaña con su desvencijado techo y las tejas cubiertas de liquen, con sus diminutas ventanas asomándose por entre los rosales y la madreselva y el descuidado prado con sus retorcidos y artríticos manzanos viejos, torcidos y deformados por los años de poda. Nodt sonrió al pensar en su mamá y sus pesadillas con esta casita deteriorada y la vieja gruñona que vivía ahí. Estiró un pie hacia el prado y lo dejó descansar ahí. De pronto, un mirlo pasó revoloteando y Nodt recogió el pie. Nodt movió la cabeza burlándose de sus nervios infantiles, tomó un largo aliento y dio un brinco abajo lo más silenciosamente posible.
Tan pronto como sus pies tocaron la hierba, la vieja apareció en la puerta del jardín, como una araña reaccionando a un movimiento en su telaraña.
—i Quién está ahí? —preguntó. Nodt contuvo la respiración. La vieja mamá Tallow salió con cautela por la puerta, inclinando la cabeza hacia un lado para poder oír mejor. Los ojos parecieron brillarle como los de un gato. Entonces se le ocurrió a Nodt que quizás la mujer hacía lo mismo cada vez que salía de la casa, sólo como precaución, y era una coincidencia que él se encontrara allí.
Se trataba de una mujer vieja ciega que vivía sola. Tenía sentido revisar que todo estuviera bien antes de salir de la casa. Después de todo, ¿cómo podía haberlo escuchado desde el interior de la casa? En todo caso, pareció convencida de que no había nadie ahí fuera y empezó a trabajar en uno de sus manzanos. Cuando cortó una ramita los pájaros se desbandaron de nuevo —esta vez eran palomas torcaces—, dando vueltas ruidosamente. La mujer había dejado la puerta abierta y Nodt vio la oportunidad.
La hierba estaba alta y Nodt descubrió que podía caminar en silencio. Su ruta hacia la puerta lo hizo pasar horriblemente cerca de la mujer con ojos de vidrio, pero esta parecía no advertir su presencia mientras apretaba las tijeras en sus huesudas manos para cortar otra ramita. Las hojas de metal brillaron bajo la luz del sol y se deslizaron a través de la corteza de la madera con un fuerte SNIP y había algo horrendo en el placer que parecía sentir la vieja mamá Tallow al hacerlo.
Nodt se dio la vuelta y siguió su camino. Cuando cruzó la puerta de enfrente se sintió aliviado por haber esquivado a la mujer, pero esta sensación quedó de inmediato reemplazada por una de creciente inquietud.
Se encontraba ahora en una casa pequeña de la que ignoraba su distribución. ¿Qué pasaría si la mujer regresaba adentro? ¿Y si trataba de atacarlo? Pensó en las tijeras de podar y sus hojas afiladas. ¿Y si de verdad era tan loca como decía todo el mundo? Nodt se sorprendió por la tranquilidad con la que agarró el bastón, pero se aseguró a sí mismo que golpear a la mujer sería el último recurso. Un arma lo hizo sentir un poco más relajado y empezó a mirar alrededor. Lo que encontró resultaba decepcionante. Si la vieja mamá Tallow era rica, no parecía gastar el dinero. Los muebles estaban viejos y desgastados. Una capa de polvo y telarañas cubrían todas las cosas a la vista.
La cabaña podía parecer la casa de una bruja de cuentos de hadas desde el exterior, pero adentro su aspecto era vulgarmente pobre. Había un olor a humedad y aunque había un fuego encendido en la chimenea de la sala parecía mucho más frío que afuera. Nodt pudo ver el vapor de su respiración y se frotó las manos para recuperar algo de calor en sus dedos. Dio una vuelta por los pequeños dormitorios el primer piso con la sensación creciente de que no iba a encontrar nada de valor. Levantó los cojines de las sillas y buscó entre las jarras y debajo de los adornos, pero no había ninguna señal de dinero en efectivo ni de objetos de valor.
La cocina resultó igual de decepcionante. Se deslizó silenciosamente escaleras arriba. Había oído hablar de viejas que ocultaban la plata debajo de los colchones, pero no en el caso de vieja mamá Tallow. La pesquisa por debajo de su pandeado colchón solo sacó a la luz una hebilla de pelo y dos cochinillas muertas. Ni los roperos, ni las cómodas, ni las cestas de ropa blanca ofrecieron algo de valor. incluso un prometedor joyero guardaba sólo un diminuto broche viejo. Nodt se vio a sí mismo en el espejo del tocador mientras escarbaba entre las cosas de la mujer y por un segundo lo asaltó una leve punzada de culpa, pero la desechó con una sonrisa.
Nodt se deslizó de nuevo escaleras abajo y estaba a punto de salir cuando descubrió en el pequeño vestíbulo al lado de la puerta una extraña caja de madera puesta sobre una mesita pulida. Le provocó alarma e hizo que se pusiera a buscar y a tratar de oír a vieja mamá Tallow, pues estaba seguro de que la caja no estaba ahí antes. Pero cuando se asomó por la ventana, la mujer seguía en el mismo rincón del jardín, cortando con sus tijeras el árbol. La caja estaba hecha de una madera roja y parecía ser la única cosa en toda la casa que no tenía una capa de polvo, como si la mujer la brillara cada vez que pasara por su lado. Nodt la levantó. Resultaba caliente al tacto. Había algo grabado en la tapa, un grabado que mostraba la fachada de la casa en la que él se encontraba, con el prado y los manzanos. Se dio cuenta de que cuando se hizo el grabado en la caja había cinco manzanos y no los cuatro que había afuera. Había incluso un grabado de la propia vieja mamá Tallow, podando los árboles justo como lo hacía en el jardín afuera. Se trataba de una cosa curiosa. La escena estaba toscamente representada y al mismo tiempo era de un realismo asombroso. Al moverla en su mano, la luz se deslizó sobre la superficie brillante y dio la extraña sensación de movimiento, como si los movimientos de vieja mamá Tallow en el jardín estuvieran siendo reflejados en la cajita de madera.
Nodt la abrió y emitió un callado silbido. La caja estaba llena de billetes nuevos de 100 baith. Parecían recién fabricados, como si nunca los hubieran tocado. Entonces era cierto. La vieja bruja de verdad tenía un tesoro escondido. Nodt soltó una risita aguda. Sacó el dinero y se lo guardó en los bolsillos de adentro de la chaqueta y cerró la cremallera. Puso la cajita en su sitio y se dispuso a salir.
Creyó haber visto por el rabillo del ojo un movimiento en el grabado sobre la caja. Nodt salió de la casa y le alivió ver que la vieja mamá Tallow seguía trabajando en los árboles. Sonrió y partió hacia el muro del jardín, acomodando cuidadosamente los fajos de billetes dentro del abrigo. No había dado dos pasos a través del prado cuando un resplandor enceguecedor iluminó el jardín como si un inmenso aunque mudo fuego artificial hubiera detonado a su lado. El mundo se volvió blanco y sintió que se desmayaba. Cuando recuperó el sentido aún se encontraba en el jardín de la vieja mamá Tallow. Pareció haber despertado de pie, pero fuera lo que fuera lo que lo golpeó había provocado algo en su visión. Podía ver, pero de una manera distinta a la de antes. Lo acosó el pánico de haber sido terriblemente lastimado de alguna forma. No podía ni sentir ni mover la cara.
Quiso echar a correr, pero cuando intentó moverse descubrió que no podía hacerlo.
Era como si hubiera echado raíces en el sitio. De hecho, Nodt no sólo no podía
mover los pies, parecía también incapaz de mover cualquier parte del cuerpo. Pudo ver a través del prado hacia donde había estado sentado anteriormente y tuvo la confusa conciencia de que había ramas a su izquierda y a su derecha. Parecía estar atado a uno de los manzanos. Nodt también estaba frío. La brisa helada parecía pasar directamente a través suyo. ¿Lo había desnudado la mujer loca? ¿Qué le había hecho? ¿Qué estaba sucediendo? Deseaba luchar pero no podía moverse en absoluto.
Se dio cuenta de que un pájaro se posaba en una de las ramas cercanas, pero sintió como si se hubiera posado sobre su brazo desnudo. Pudo sentir con una aguda sensibilidad la punzada de sus minúsculas garras mientras se deslizaba de lado, después dio un salto y corrió hasta el borde de la rama. Sintió el agarre de sus pies como si estuviera sobre sus propios dedos, apretando y aflojando mientras equilibraba el peso antes de salir volando cuando apareció la vieja mamá Tallow. Fue entonces cuando Nodt comprendió la verdad de lo que había sucedido, aunque su mente luchaba por aceptarlo. No estaba atado a un manzano. El era un manzano.
—Entonces —dijo la vieja mamá Tallow, abriendo y cerrando las curvadas hojas metálicas de las tijeras podadoras con una mano, mientras pasaba la otra sobre su brazo-tronco hasta sus dedos-ramas,
—. Creo que necesitaremos hacer mucho trabajo contigo. Mucho trabajo. Nodt soltó un grito; un prolongado y doloroso grito que sólo pudieron oír los pájaros y una bandada de canarios echó a volar, aleteando violentamente sobre la mujer, la cabaña y los cinco manzanos retorcidos.



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Editado: 01.10.2024

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