Cuando tío Tankhun terminó de contar su historia me di cuenta de que yo había estado sentado sobre mis manos como si en mi imaginación las protegiera contra aquellas perversas tijeras podadoras de la vieja mamá Tallow. Cuando las saqué de debajo de los muslos había perdido por completo la sensación de las mismas. Las sacudí y moví rápido los dedos y tío Tankhun sonrió, sirviendo a cada uno otra taza de té. Me pregunté en voz alta si la niebla aún seguiría igual de densa que antes y mi tío dijo que me dirigiera a la ventana y echará un vistazo. Me sorprendió ver, cuando descorrí la cortina, que afuera todo estaba completamente blanco, como si el mundo entero hubiera sido borrado y la casa de mi tío flotara en el vacío.
Fue una sensación desagradable y extrañamente vertiginosa y cerré de inmediato la cortina para dejar de verla. Mientras mi tío hurgaba con el atizador entre el fuego di una vuelta por el salón. Estaba lleno de una serie tan asombrosa de cosas extraordinarias que no importaba cuántas veces mirara alrededor, nunca sentía que observaba la misma cosa dos veces. Entonces miré una estantería cercana cuando descubrí en uno de los estantes una caja de madera, con una decoración grabada que reconocí inmediatamente como la de la historia que acababa de escuchar.
Estiré la mano para tocarla, pero antes de alcanzarla mi mano pareció echarse para atrás involuntariamente y descubrí que no podía hacerlo. Me pregunté si mi tío tendría una historia para cada cosa en su salón. Mis ojos se posaron en un elaborado marco dorado que colgaba de la pared y me sorprendió ver que estaba vacío. Parecía algo raro para tenerlo colgado en la pared. Mi tío apareció de repente a mi costado.
—Has descubierto el marco dorado —dijo.
—Pero ¿por qué está vacío? — pregunté.
—Ah, sí —contestó mi tío, asintiendo con seriedad—. ¿Por qué, en efecto?
Esperaba que mi tío continuara y contestara mi pregunta, pero como sucedía a menudo, no sintió la necesidad de agregar nada más.
—¿El marco es una herencia de la familia? —pregunté, sondeando amablemente por más información.
—No, no —dijo mi tío—. Como la mayoría de los objetos que ves en este salón, simplemente llegó a mi posesión con los años.
—¿Es usted un coleccionista, tío? — pregunté. Esperaba que finalmente fuera a escuchar algo sobre la historia personal de mi misterioso pariente.
—Más o menos, Venice —dijo. De nuevo mi tío no sintió necesidad de dar más detalles.
—Debe ser un pasatiempo costoso—comenté como un halago. Podía deducir que, a pesar de que sólo unos pocos objetos de los que poseía mi tío eran lo que uno diría hermosos, algunos eran sin duda valiosos.
—No, Venice —contestó—. Me los regalaron.
—¿Todos son regalos? —dije, mirando alrededor y preguntándome por qué mi tío había sido el destinatario de tanta generosidad.
—Más o menos, sí —dijo tío Tankhun, con una extraña sonrisa. Obviamente yo parecía un poco confundido.
—Como ya debes haberte dado cuenta —continuó—, estas cosas a nuestro alrededor están —¿cómo diría? — poseídas por una curiosa energía.
Resuenan con el dolor y el terror a los que han sido asociados. Mi estudio se ha transformado en un depósito de objetos como estos. Soy un coleccionista de lo indeseado, Venice; de lo poseído, de lo condenado… de lo maldito. No estaba del todo feliz con la manera como me observaba mi tío mientras decía todo esto.
Pero, tío —dije—, usted habla como si las cosas que pasan en sus historias hubieran sucedido realmente.
—los ojos de mi tío resplandecieron y subió las cejas. Sentí como si me estuvieran tomando el pelo y pude darme cuenta de que el color me subía a las mejillas.
—. ¿Pero cómo puede ser posible? —pregunté—. Y, ¿cómo puede usted saberlo, señor? Difícilmente pudo haber sido testigo de todos esos hechos y se me ocurre que en la mayoría de los cuentos el protagonista principal se encuentra en una posición en la que difícilmente puede contar su historia. Mi tío sonrió y levantó las manos como rindiéndose.
—Como tú quieras, Venice —dijo tío Tankhun—. Como tú quieras.
Confieso que estaba bastante complacido conmigo mismo por haberme mantenido firme. Mi tío caminó hasta la ventana, levantó la cortina y miró atentamente hacia la niebla. Vi que sus labios se movían, aunque no escuché nada. Era casi como si estuviera vocalizando algo por entre la ventana a alguien afuera. No pude ver a nadie allá, pero la niebla estaba tan compacta por todas partes que igual podría haber toda una multitud de testigos y yo no los hubiera visto. Me inquietaba que mi tío pareciera tan distraído y me volví a preocupar.
—Quizás ya es hora de regreses a casa, Venice —anunció de repente.
El corazón se me vino abajo. La niebla, como he dicho, estaba más compacta y lo menos acogedora que nunca y, además, no quería dejar a mi tío en este estado de ánimo tan extraño. Me pregunté si podía reparar el daño que había causado mi interrogatorio pidiéndole amablemente a mi tío que contara otra de sus historias.
—Me preguntaba, señor —dije.
—¿Sí, Venice?
—Sobre el marco dorado —dije, señalándolo—. Me preguntaba de qué forma quedó «condenado» o «maldito» o lo que haya sido.
—¿De verdad? —dijo, dándose la vuelta para mirarme con una sonrisita.
—.Pero sin duda ya habrás tenido suficiente por un día con los desvaríos de un viejo tonto
.—Para nada, señor —dije—. Mejor dicho… es decir… no pienso que usted sea tonto, señor.
—Me alegra escucharlo, Venice. Sin agregar otra palabra, cruzamos juntos el salón y regresamos a nuestras sillas frente a la chimenea. Tío Tankhun levantó las manos hasta la cara como si rezara y después las bajó hasta el regazo, echándose para atrás bajo las sombras, y empezó su historia
Editado: 01.10.2024