Cuentos de terror de mi tio Tankhun (tankhun/venice)

15

Respiré hondo, dándome cuenta de que haber contenido la respiración por largo rato y me puse de pie con más brusquedad de la habría deseado. Caminé de regreso al dibujo que colgaba en la pared.
—Así que este debe ser… — empecé a decir.
—Sí —dijo mi tío—. Ese es el mismo dibujo que Akkarachotsopon estaba pintando cuando Us salió a encontrar su destino. Fue el último dibujo que realizó Akkarachotsopon, en realidad. Se culpó por la muerte de Us y se impuso el castigo de privarse del único verdadero placer que tuvo en vida.
—Qué triste —comenté.
—En efecto —dijo tío Tankhun.
Cuando volví a examinar el dibujo descubrí algo. De pie al lado de una de las construcciones había una figura; una figura pequeña vestida con harapos. Estaba a punto de llamar a mi tío para señalarle el descubrimiento, cuando sucedió una cosa curiosa. La figura pareció brillar como si la tinta aún estuviera húmeda y después se fundió con el resto del dibujo.
Parpadeé varias veces, sorprendido por esta ilusión creada por el resplandor de la chimenea o por mi imaginación, o por las dos, y me quedé mirando larga y fijamente, con la intención de desafiar al dibujo a cambiar una vez más, pero por supuesto no lo hizo y regresé a mi silla al lado del fuego.
—¿La viste? —preguntó mi tío, mirando hacia la chimenea.
—¿A quién? —pregunté, de regreso hacia el dibujo.
—No importa —dijo tío Tankhun —. ¿Más té?
—Gracias, tío —dije, volviendo a la silla
—. Cuando usted dijo… —¿No te dan deseos de viajar, Venice? —me interrumpió mi tío.
—Claro que sí, señor —contesté—. Me encantaría mucho viajar.
Aunque la verdad era que cualquier deseo que abrigara con anterioridad para visitar la tierra de los turcos se había evaporado por completo. Justo en es momento se escuchó un ruido sobre nuestras cabezas; un ruido semejante a pasos corriendo de un extremo a otro del cuarto.
Miré hacia el techo y tío Tankhun hizo lentamente lo mismo. El ruido se transformó en el de pasos arrastrándose y deslizándose, que parecieron concentrarse en una grieta bastante larga en el yeso.
—Ese ruido, ¿tío? —dije, sin dejar de mirar hacia el techo.
—Es una casa vieja, Venice —dijo mi tío, concentrado en el fuego—. Está llena de ruidos.
—Pero, sin duda hay alguien arriba, o no, tío? —dije—. ¿No siente curiosidad por saber quién puede ser?
—No —contestó tío Tankhun—. No, no me interesa. Sé de quién se trata.
Asumí que con este comentario mi tío se refería a Arm, como sin duda tenía que ser. Es más, yo tenía la clara impresión de que escuchaba a escondidas nuestra conversación. Incluso me pregunté si podía vernos a través de la negra grieta en el yeso. Mi tío no parecía preocupado y no retiró los ojos de la chimenea.
—Me pregunto qué estará haciendo allá arriba —musité.
Tío Tankhun asintió con gesto reflexivo. Parecía absorto mirando algo sobre el mantel. Seguí su mirada y vi una pequeña fotografía. Mi tío se dio cuenta de mi interés y me pasó la foto. Me sorprendió encontrar que se trataba de una fotografía de matrimonio. Parecía un tanto sentimental para el gusto de mi tío y sin duda estaba fuera de lugar frente al resto de objetos en el cuarto. Quizás me ofrecería algún indicio sobre el estado mental de mi tío. Al mirarla con mayor atención, vi
que la pareja de casados la formaban un hombre de aspecto bastante desagradable con enormes patilla y una mujer pálida como la muerte que parecía demasiado enferma para sostenerse de pie y que sentada sonreía débilmente.
Había una extraña marca a un lado, una especie de mancha en la fotografía. Volteé a mirar a mi tío.
—Las bodas, Venice —dijo—. Son asuntos espeluznantes, ¿no es cierto?
Tuve que mostrarme de acuerdo, después de haber padecido interminables ejemplos yo mismo, durante los cuales me veía forzado a conversar durante horas con tías y tíos aburridos.
—Prefiero un funeral a una boda en cualquier momento —dijo tío Tankhun con un suspiro—. La conversación casi siempre es superior.
—¿Son parientes suyos, señor? — pregunté.
—Míos no —dijo—. Tampoco tuyos para el caso.
—¿Tal vez amigos, señor? —me aventuré. Tío Tankhun sacudió la cabeza.
—No, Venice. No guardo esa foto por razones sentimentales, lo siento, si es que eso era lo que estabas esperando.
¡VETE! Salté hacia atrás como ante un disparo. Siguió enseguida una confusión de ruidos en el techo seguida de unos pasos en retirada. El eco producido por la vieja casa creó la ilusión de varios pares de pies alejándose a gran velocidad. Una vez logré recuperarme del susto, sonreí mentalmente al imaginar el pánico de Arm.
—Quizás no te sorprenda saber que hay una historia asociada a esa fotografía, Venice.
—¿Podría escucharla, señor? — pregunté.
—Claro que sí, querido muchacho —dijo—. Claro que sí



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En el texto hay: #biblebuild, #vegaspete

Editado: 01.10.2024

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